Prólogo

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El despertador comenzó con aquel pitido insoportable que Craig Tucker, un joven periodista y fotógrafo de 24 años conocía muy bien, era el sonido especial que configuró para recordarse que debía volver a ese no tan agradable lugar llamado trabajo. Con pesadez se levantó y abrió la ducha para arreglarse ante la jornada laboral que estaba por venir.

No le malentiendan, a Craig le gustaba el periodismo y la fotografía, le gustaba redactar sus opiniones y capturar momentos en imágenes, para una persona tan estoica que le era difícil expresarse de manera verbal, el lenguaje escrito le dio aquella oportunidad de decir lo que sentía ante las situaciones. Aunque ciertamente Craig no esperaba tener este trabajo.

El siempre se vio a futuro trabajando para una revista de divulgación científica, intereses que también tenía, fotografiando la naturaleza o siendo editor de artículos referente a la astronomía, pero en lugar de ello terminó justo donde estaba ahora siendo un columnista y fotógrafo de una revista de espectáculos.

¡Ni siquiera le gustaba la farándula! Con sinceridad, sólo se dedicaba a investigar a los artistas por artículos que le fueran asignados, sin embargo, realmente no le gustaba para nada. Eso era por lo que era tan valioso al equipo, era mordaz, audaz y objetivo, no se cegaba por los fanatismos por lo que conseguir la información por la que fue contratado era relativamente fácil.

La paga era buena, Craig no lo podía negar, el ambiente de trabajo no era extremadamente bueno, muchas envidias y sabotajes, más a él le importaba una mierda, era el primer trabajo que le había caído con una buena paga y una cosa llevó a la otra, ya llevaba tres años allí y su miedo a que las cosas cambien le había impedido arriesgarse.

Aunque realmente no era la primera vez que le pasaba, el miedo al cambio ya le había jodido y quitado más de lo que estaba dispuesto a admitir...

Una vez que estuvo arreglado (en realidad, sólo lo suficientemente presentable, lo cual era un poco ilógico considerando el tipo de revista a la que prestaba sus servicios), se despidió de su cobaya, tomo su sudadera y fue hacia la oficina; pensando, rogando porque fuera un buen día, y que Beth no tratara de ser venenosa otra vez respecto a sus comentarios referentes a su sexualidad.

Comentarios como "no eres el típico gay" rozaban lo homofóbico, Tucker pensaba que en New York las cosas serían un poco más diferentes, sin embargo, pronto se dio cuenta que en realidad no importaba el lugar, siempre había gente subnormal diciendo las cosas más estúpidas que jamás oyó.

Cuando llegó a la oficina, Craig sólo pudo describir el ambiente como... ¿extraño? Todos parecían tener la vista fija en él, el moreno no era de paranoias del tipo "todos me miran" así que para tener ese sentimiento debía ser muy evidente, incluso algunas chicas se veían sumamente molestas con él ¿Qué demonios hice que no recuerdo? Pensó, realmente no tenía muchos amigos en el trabajo, la persona más cercana a él era Bebe porque se conocían desde niños y ni aun así eran amigos.

—Buenos días— dijo con evidente sarcasmo, ya que parecía que no eran muy buenos para sus compañeros.

—Tucker, la jefa te espera en su oficina— soltó Bebe, probablemente eso tenía que ver con la razón por la que todos parecían tan molestos.

La jefa no era una persona que solía tener a sus empleados en su oficina a menos que fueran por cuestiones de trabajos y los trabajos que ella expresamente solicitaban eran bastante jugosos... Craig comenzaba a entender por dónde iba el asunto.

—¿A mí? —se hizo un poco el tonto, por el placer de tocar los cojones, Bebe sonrió sabiendo exactamente su intención.

—Sí, al parecer te ha asignado un proyecto, hazte un favor y no la hagas esperar, Tucker.

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