27 de junio.

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A quien lea:

Si encontraste esto te felicito, pero no creo que yo siga con vida, o quizás tuve suerte, mi nombre es Amala Santana. Todavía es 2020 (al menos lo es mientras escribo esto) y desde que el año empezó, no pararon las tragedias, pero eso ya debes saberlo. Conflicto entre potencias del mundo, un virus mortal, el planeta se detuvo y todo salió mal. Un hacker filtró todo tipo de información, hubo manifestaciones contra el racismo. Por supuesto, cuando pensábamos que nada podía empeorar, pasó lo inesperado: la invasión. Los que no murieron en manos del covid-19, fueron secuestrados o asesinados por los alienígenas.

El mediodía del 27 de junio no fue normal para nadie. En la ciudad se comenzó a oír una alarma, la gente corría, había gritos en todos lados. No entendía nada y mire al cielo... Todavía no puedo quitarme esa sensación de miedo que me recorrió el cuerpo al ver esas extrañas naves aproximarse cada vez más. Llegaron camiones militares y nos hicieron evacuar, nosotros (mi familia y yo) los seguimos en la camioneta, con pánico e incertidumbre.

Estábamos a pocos kilómetros de lo que llamaron "refugio" y se nos imposibilitaba avanzar, las calles estaban repletas de autos y de gente, me sentía atrapada dentro de una película apocalíptica. Pensé que era lo peor hasta que miramos el cielo y una nave se posicionó sobre nosotros. Lanzaron una especie de gas verde, y desde ahí nadie recuerda nada. Desperté dentro de lo que simulaba ser una celda, entre paredes de un material desconocido pero similar al vidrio. A mi alrededor había personas jóvenes, pero no vi a mi familia por ningún lado. Mientras todos gritaban, los chicos de mi celda y yo permanecimos en silencio observando, pero no veíamos nada, todo era gris metálico y muy "futurista". Escuchamos una explosión y empezamos a caer con gran fuerza y velocidad. Más tarde descubrimos que la nave había sido tirada por misiles terrestres, pero al estrellarnos en tierra los extraterrestres se habían ido, por suerte para nosotros, las celdas habían sido dañadas en el impacto, por lo que pudimos huir.

Caímos en una especie de bosque, y corrimos hasta que llegamos a una cabaña bastante amplia donde decidimos escondernos, donde encontraste esto. Somos 21 adolescentes de entre 17 y 22 años, solos, sin familia. No hay rastro de ninguna fuerza militar ni de ninguna persona, desde que llegamos aquí la noche del 27 de junio del 2020. Encontramos un lago cerca, donde nos higienizamos y sacamos agua para hervir y beber. Cada semana, un grupo salía en busca de lo que nos sirvió para sobrevivir y volvían con algunos víveres que pudieron rescatar del pueblo cercano, sin adentrarse mucho en la ciudad por miedo. Dormíamos amontonados, o no dormíamos si llegábamos a sentir un movimiento raro en el cielo, o en el bosque.

Se supone que al final de la ciudad hay un refugio, eso queremos creer. Nos decidimos a dejar la cabaña, caminaremos hacia el norte hasta que lleguemos, si es que existe. Si estás leyendo esto, es porque encontraste la cabaña. Por favor, búsquennos, iremos dejando cartas en todos los lugares posibles. No hemos tenido encuentro con ningún invasor, aunque la ultima vez que salí en busca de víveres los vi de lejos. Son de color bordo, altos y flacos, con 4 brazos y sin rostro. Son susceptibles al sonido, por lo que hay que ser cautelosos.

Suerte y cuidado, atentamente: los 21, y Max.

The 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora