Tenía un plan para no asustarla y que huyera: la acorralaría.
Bueno, eso solo imposibilitaba que huyera, no que se asustara, pero guardaba la esperanza de que luego de una conversación su temor no fuera tanto.
La encontré esa tarde de pie. No fingí que no la veía cuando me acerqué. Me aseguré que me estuviera viendo los ojos cuando envolví mi mano alrededor de la suya en la barra y el subte arrancó.
Su cuerpo entero se tensó, pero no se alejó.
El viaje hasta la estación donde debía bajarse duró tres minutos.
No creo que alguien me hubiera sostenido la mirada durante tanto tiempo desde que tengo memoria.
—Adiós —dije.
—Adiós —susurró.
Esa noche intenté adivinar todo lo que pensó, asumió y se preguntó sobre mí esos 180 segundos.
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Chica amada, chica odiada
ContoSephora nunca estuvo encerrada en un clóset, pero Sophie vive dentro de uno aunque parezca al revés.