6. Atisbar

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Nos encontrábamos separadas por una anciana en el metro, pero esta estaba tan encorvada que si estirábamos nuestros cuellos podíamos vernos sobre su cabeza canosa

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Nos encontrábamos separadas por una anciana en el metro, pero esta estaba tan encorvada que si estirábamos nuestros cuellos podíamos vernos sobre su cabeza canosa.

Sephora sonrió. Tenía una forma extraña de hacerlo. Se mordía el labio inferior, sin mostrar los dientes. Me parecía tierna, sobre todo el hoyuelo que aparecía en medio de su barbilla y la manera en que sus cejas se alzaban y unían en el centro, decayendo hacia el final como si estuviera preocupada por todas las crisis económicas del mundo.

No solo era rara en eso. A veces leíamos juntas en el trayecto bajo la ciudad. A mí me gustaban los libros físicos, y mientras acariciaba las páginas, ella descendía con el pulgar por la pantalla de su teléfono leyendo fanfics que combinaban personajes que jamás creí que podrían cruzarse. Uno era de la serie Juego de Tronos en el mundo de Harry Potter, otro de One Direction viviendo con un grupo de chicas coreanas famosas, e incluso la pillé leyendo algo del presidente involucrado sentimentalmente con un dibujo animado.

Era tan, tan, tan extraña. Tan random. Tan impredecible en lo predecible, con tantos misterios y cosas que no entendía. Esa era una de las razones por las que me gustaba, y tal vez lo hacía tanto que al día siguiente terminé apoyando la cabeza en su hombro para leer lo que ella leía.

Había algo especial en tener un compañero de lectura. Mi parte favorita era cuando nos dábamos cuenta de lo diferente que podíamos interpretar una escena, un pensamiento, una actitud o un sentimiento. 

Quise leer con ella para toda la vida.

Chica amada, chica odiadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora