CAPITULO TRES

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- ¿En verdad viniste sólo por eso? – Lucrezia no daba crédito a sus oídos cuando Ville le contó la razón por la que salió corriendo sin rumbo de Milán. Estaba sirviendo un poco de chocolate caliente de una tetera que había traído de las cocinas del burdel - Veo que tienes un carácter monstruoso y eres un caprichoso Ville – se le escapó una carcajada – ¡Ca-pri-cho-so! – Le dio un golpecito en la cabeza por cada sílaba - Qué desperdicio de dinero – le dijo riendo.

- Hasta el momento, no lo considero un desperdicio – se lo dijo en un tono entre pícaro y anhelante – me permitió conocerte Lucrezia – terminó de servir su taza y volteó a mirarlo con una sonrisa. Le alcanzó el mug que tenía la figura de un gatito negro muy parecido a Bat pero que sobre el lomo tenía alas de murciélago – gracias.

- ¿Planeas volver pronto? – Lucrezia se sentó cruzando las piernas junto a él quién había tomado posesión de un lado de la cama de colchones.

- Me gustaría quedarme hasta... - ¿cómo rayos se lo digo? Pensó. Lucrezia levantó las cejas.

- Hasta... - bebió un sorbo de su chocolate.

- Hasta que te marches a Noruega – dijo al fin agachando la mirada y sorbiendo el chocolate con disimulo. La chica abrió los ojos con sorpresa ante la confesión de Ville.

- ¿En verdad quieres acompañarme? – Ville levantó la espalda que hasta hacía un momento estaba apoyada en la pared, dejó su taza en la mesita y alargó la mano para sostener la taza de chocolate de las manos de Lucrezia para ponerla junto a la suya.

- Me encantaría, si es que me lo permites – le quitó un mechón de cabello del rostro a Lucrezia para luego dejar descansar la palma de su mano en la mejilla de la chica y ella se agachó cerrando los ojos con fuerza. Tanto apretó los párpados, que empezó a ver pequeñas luces en la oscuridad. Sentía a Ville cerca de su rostro y abrió los ojos de golpe. Las esmeraldas de Ville la veían desde una distancia muy, muy corta. Quería echarse para atrás pero se armó de valor y no lo hizo. Dirigió la vista hasta los labios de Ville y los observó detenidamente. Con la yema de sus dedos los tocó y Ville estaba dispuesto a eliminar la distancia entre ellos.

- Podría hacerlo fatal – le dijo de golpe Lucrezia antes de que Ville estampara un beso en sus labios.

- ¿Qué? – le respondió divertido.

- Me refiero a... a besar – tartamudeaba.

- ¿Qué quieres decir con eso? – la miró intrigado.

- Pues... - Lucrezia agachó la mirada con el rostro cargado de vergüenza.

- Lucrezia... insinúas que... ¡Ay mátenme! - sorpresa. La chica asintió con la cabeza.

- Nunca he besado a nadie – se encogió de hombros - O bueno, nunca he permitido que me besen... bueno yo... si he tenido oportunidad de hacerlo pero... no quise... es que yo... - Le soltó de sopetón y a una velocidad casi ininteligible salpicada de tartamudeos. Ville la calló posando un dedo sobre sus labios. Las mejillas de Lucrezia estaban tan rojas como la grana.

- Si no quieres no lo hago, Lucrezia – le dijo en tono serio – pero me declaro culpable de querer ser el primero que te de un beso – le sonrió.

Ella atrajo el rostro de Ville al suyo y éste la besó. Sintió la suavidad de los labios del muchacho y la deliciosa sensación que le recorría el cuerpo mientras él poco a poco la aleccionaba en el arte de besar correctamente. Ville lo describiría luego como miles de navajas cortando sus labios en un dolor placentero. Era tan hermosa que dolía. Por un momento se separaron y se miraron fijamente. Ambos tenían las mejillas rojas. Ville no se esperaba eso. Jamás habría imaginado que Lucrezia nunca hubiera besado a nadie en su vida y menos aún que estaría dispuesta a regalarle a él un momento tan especial en la historia personal de toda chica. Por lógica comprendió que ella nunca había dejado a nadie acercarse tanto como se lo estaba permitiendo a él. Se sintió dichoso y hasta privilegiado. Esa criatura era en todo sentido nueva en esa clase de experiencias y era tan hermosa que a duras penas podía creer su suerte. Más que nunca la pregunta de por qué estaba viviendo en un burdel le carcomía la cabeza.

Gone with the SinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora