Otra vez se repite la misma rutina, el mismo predecible aburrimiento de cada semana…
A menudo mis amigos y sobretodo mi madre y Diego, me repiten que soy una desagradecida que no sabe valorar lo que tengo. Y yo lo que creo es que ellos no entienden que, lo que para ellos supone tranquilidad, silencio y desconexión, para mí se traduce en aburrimiento extremo, aislamiento y soledad.
Diego es la pareja actual de mi madre… Y digo actual porque tiene una larga cartera de hombres y relaciones a su espalda. Podríamos decir que las relaciones le duran poco. Con el tiempo he comprendido que mi madre es una persona muy inestable, incapaz de crear lazos duraderos, porque todo lo que toca, lo rompe… pero eso es otra historia.
Diego y mi madre llevan juntos unos cinco años. Tras varios hombres, un matrimonio frustrado y un largo sinfín de relaciones cortas, apareció él… En forma de amante de mi madre para su anterior pareja y se casaron tras dos años de noviazgo.
A Diego le van bien las cosas, tiene un trabajo estable como alto cargo informático en una empresa de no sé qué…Me dieron un hermanito antes de cumplir un año de casados.
Mi hermano es el amor de mi vida, mi persona favorita en el mundo, pero mejor no decírselo a menudo que se lo cree demasiado. Cuando me dieron la noticia del embarazo, yo ya llevaba tiempo pidiendo un hermanito… así que mi felicidad fué plena. Bajé corriendo a la farmacia y me gasté todos mis tristes ahorros en un chupete azul.
Por aquel entonces yo tenía siete años.
Vivíamos en Barcelona entre semana, donde yo iba al colegio y mi madre y Diego trabajaban. En algún momento se les ocurrió que sería buena idea alquilar una torre como segunda residencia.Hasta ahí muy guay y todo eso. Hasta que te das cuenta que la torre está en una urbanización de cinco casas perdida en medio de la nada, rodeada de bosque.
Y por si eso no fuera suficiente, no hay ni una sola persona que baje de los setenta años.Y mi hermano era un niño dormilón. Super divertido todo, vaya…Para mi madre y Diego, ese aislamiento suponía un remanso de paz. No había ni
cobertura. Estaban empeñados en no levantarse antes de las once de la mañana y era impensable saltarse las siestas de 3 horas… así que, si ya de por sí me aburría intensamente, encima tenía que estar gran parte del día en silencio y sola.
A la mínima ocasión que se podía, salíamos de la ciudad y nos íbamos allí… lo que significaba que, tan pronto salía yo del colegio los viernes, ya nos íbamos para allá, ya fuera para un eterno fin de semana o unas vacaciones enteras… y no volvíamos a Barcelona hasta el domingo a última hora de la noche, cenando un bocadillo en el coche.Así, no podia nunca acudir a los cumpleaños de mis compañeros del colegio ni hacer planes con ellos cuando era la edad justa en la que todos mis compañeros empezaban a hacer planes los fines de semana.
Lo que os digo… un aburrimiento visceral.Lo único bueno de aquellos fines de semana es que descubrí mi amor por los libros y la lectura. Puesto que es lo único que me ayudaba a soportar esa soledad.
En fin, se acercaba el fin de las clases y en unas horas nos dirigiríamos a otro espectacular fin de semana mientras todos mis compañeros quedaban para merendar en la plaza. Uff… ¡qué aburrimiento!
En cuanto sonó el timbre que anunciaba el inicio del fin de semana, recogí mis bolígrafos y las libretas esparcidas encima de la mesa con una calma espeluznante, por ver si así tardaba más en llegar el momento de subir al coche. Recogí a mi hermano en la fila india en la que esperaba junto a sus compañeros de párvulos a que pasaran los padres a buscarlos.
Lo cogí de la mano, como siempre hacía, y nos dirigimos al exterior para encontrarnos con mi madre.De camino a casa, paramos en una tienda de artículos de fiesta para comprar globos, matasuegras y alguna cosa más para celebrar el cumpleaños de mi hermano ese fin de semana en nuestro remanso de paz.
Tal como atravesamos las puertas de la tienda, nos sorprendió el grito de una de las dependientas que se nos acercó con una sonrisa, saludando estrechamente a mi madre.
Las dejé hablando mientras intentaba controlar que mi hermano no metiera todo lo que veía en la cesta, si fuera por él la tienda se nos quedaba corta.
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Algo que nunca se ha roto
RomanceEs increíble darte cuenta de que quién se acaba de tumbar a tu lado, jadeando y extasiado, es aquel niño odioso con el que tan mal te llevabas de pequeña. El que te hacía la vida imposible y te encerraba en el trastero. Cómo narices hemos pasado de...