- Mamá, ¿quién era esa mujer?
- Ester es una antigua amiga del colegio. Pasamos muchos cursos juntas. Tiene un hijo de tu edad y nos ha invitado mañana a comer. No sabía que trabajaba tan cerca de casa…
- ¿De verdad tenemos que ir? - me quejo.
- Sí, Naia, sí que vamos a ir. Ya está bien de quejarnos por todo. Este fin de semana es el cumpleaños de tu hermano y puede ser divertido hacer algo distinto. Tienen un apartamento cerca de la playa en un pueblo a las afueras de Barcelona. Y vas a portarte bien, no quiero escuchar más quejas.
Oh no… ¡qué rollo…! Ya me imaginaba la típica sobremesa eterna que se alarga hasta tarde, ellos hablando de cosas de mayores que nunca me interesan lo más mínimo y teniendo que controlar a mi hermano constantemente para “dar una buena impresión”. Pff… ¡estupendo!
Un poco más tarde, subimos al coche camino a nuestro remanso de paz.
Al día siguiente, me levantan relativamente pronto. Me ducho y desayuno con prisa, hacemos entre todos una pequeña bolsa que incluye bañadores, toallas y algo de ropa de recambio, crema solar, peines y chancletas. Sobre las diez de la mañana ya estamos en el coche de camino a casa de Ester.
Vamos bordeando la costa, con un sol increíble y mi humor mejora al momento. Esto me gusta más que estar en el bosque. Esto me da la vida. Se ve gente en las playas, sonrisas, gente divirtiéndose jugando a voleibol en la arena, grupos de chicos y chicas tomando el sol y bañándose en el mar, madres haciendo castillos de arena con sus hijos… Apetece aparcar el coche en cualquier sitio y adentrarse en la playa. De repente, me siento ansiosa por llegar. Espero que Ester viva cerca de todo esto.
Y como si fuera un milagro, tomamos una de las salidas de la carretera nacional por la que conducimos y tras cruzar la carretera por un paso inferior, nos detenemos delante de una puerta corredera de color verde de acceso para vehículos. Parece ser la entrada principal a… ¿una urbanización privada?Efectivamente, cuando Ester nos abre la puerta, conducimos por un paseo que rodea una zona comunitaria bastante grande presidida por dos piscinas, una es grande y parece profunda, mientras que la otra es más pequeña y parece que no cubra más allá de las rodillas, para niños. Alrededor de las piscinas hay un amplio espacio lleno de tumbonas, mesas y sillas. Un poco más adelante, un espacio cubierto bastante grande como para poder cobijarte del sol, separa las piscinas del siguiente espacio ocupado por un amplio parque infantil, rodeado de bancos de madera y una pista de petanca. A lo lejos, se puede distinguir un… ¿minigolf? ¡¿En serio?!
Los bloques de apartamentos se alzan alrededor de estos espacios, impidiendo la visión de las personas que transitan las calles adyacentes… Parece un sueño. Todo está cuidado e impecable y las pocas personas que están tumbadas en las tumbonas de la piscina parecen relajadas.
Mientras aparcamos cerca de uno de los bloques de apartamentos, veo un grupo
de chicos de mi edad que, en bañador y con la toalla en el hombro, se acerca al telefonillo e insisten a alguien para que baje a la piscina con ellos.
Me medio escondo. Me siento un poco extraña en este lugar. Todos parecen conocerse y yo aún sigo asimilando lo que estoy viendo.Cuando se alejan, me apeo del coche y saludo a Ester con dos besos en las mejillas. Me habla con cariño y me da la bienvenida. Cogemos nuestra bolsa con los bañadores y demás y la seguimos a través de unas escaleras sin puerta que llevan al interior de los bloques.
Los bloques tienen cinco pisos y cuatro apartamentos por piso.
Me siento nerviosa, no conozco a nadie y soy tímida. Encima, representa que hay un chico de mi edad con el que esperan que sea amable, y yo no sé cómo entablar conversación con alguien que no conozco. ¿Y si no me cae bien?
En cuanto Ester nos abre la puerta del apartamento, entramos directamente a un amplio e iluminado salón alargado que alberga dos grandes espacios: salón y comedor. La pared de enfrente es una cristalera inmensa que va del suelo al techo y abraza todo el ancho de la estancia, llenándolo todo de luz. Le sigue una terraza lo suficientemente grande como para poder comer todos tranquilamente. Si te asomas, se puede ver el mar al fondo. Increíble.
En un lateral del salón, se divisa una puerta que lleva a un recibidor que da al resto de habitaciones. Tres habitaciones y dos baños. Mientras que la cocina es de concepto abierto y se encuentra en la pared opuesta a la cristalera del salón comedor.
Aparece el marido de Ester, Juan, seguido de un chico soñoliento que parece recién levantado, vestido solo con un pantalón corto y descalzo. Se presenta como Edu y me estrecha la mano. Acto seguido se va a la cocina y se sirve un bol con leche con cereales.
Su madre nos cuenta que siempre se acuesta tarde y por la mañana no hay quien lo despierte.
El chico, impasible, sigue a lo suyo, como si no le importara nuestra presencia.Mientras mi madre y Ester hablan de lo idílico que parece la urbanización, Edu reaparece unos segundos después,en bañador, con una toalla al hombro y anuncia que se va a la piscina con sus amigos. O a la playa, no sabe muy bien donde paran, le dice a su madre.
Su madre lo coge de la muñeca con tal rapidez que Edu no tiene escapatoria y le dice que no se le ocurra salir sin ser amable conmigo e invitarme a acompañarle. Edu rueda los ojos y, viendo que no tiene muchas más opciones, se acerca a mí.
- Bueno, no te conozco de nada, pero si quieres puedes venir conmigo a la piscina o a la playa. Te presentaré a mis amigos.
- También puedes enseñarle todo esto. Laura, podéis quedaros en la piscina si lo prefieres, aunque la playa está solo a dos minutos… - dice Ester, mirándome - Edu, que elija ella lo que más le apetezca hacer y trátala bien, haz que se sienta cómoda.
- ¡Mamá! Que yo ya he quedado con mis amigos, no puedo no ir ahora… si quiere venir bien… ¡pero no soy su guía turístico! Puede invertigar sola. Además, no lleva bañador. - dice Edu, mirándome las piernas como si fuera un bicho raro por no ir en bañador.
- En realidad, hemos traído los bañadores tal y como me advertiste - dice mi madre mirando a Ester. ¿En serio, mamá? ¡Cállate! No me apetecía nada ir con este chico a conocer a nadie y menos sin saber cuánto rato. ¿Y si no me sentía a gusto? No sabría volver sola… Se veía claro que a Edu le molestaba tener que cargar conmigo y a mí me daba mucha vergüenza ponerme en bikini delante de un montón de chicos que no conocía.
Recordad que yo estaba acostumbrada a la montaña, no a pasearme en bikini. Y no es que estuviera acomplejada ni nada de eso, por suerte, era una chica del montón, delgadita y con algo de pecho que había aparecido recientemente. Muy pronto para mi gusto y que me avergonzaba un poco.
- ¡Genial! Puedes cambiarte en el baño. Te lo pasarás bien con los chicos, son
divertidos. Tenéis que volver a las dos a comer. Y si quieres volver antes, Edu te
acompañará de vuelta. -dice mirando fijamente a su hijo. Vuelve la vista a mí-
Nuestro piso es el segundo, tercera puerta, puedes subir cuando quieras. Estás en tu casa.En ese momento, me doy cuenta de que tengo pocas posibilidades. Si decido quedarme y no ir, pareceré una aburrida y realmente, me encantaría poder bañarme en la piscina o ir a la playa, disfrutar de esa zona comunitaria tan perfecta. ¿Y quién no querría? ¡Es un sueño!
Por otra parte, solo había visto chicos, y me daba vergüenza, pero con todos animándome, no me quedó otra que coger la bolsa y dirigirme al baño hecha un manojo de nervios.
Por una vez, parecía que mi madre no iba a engatusarme a mi hermano.
Salgo del baño lista para irme con Edu, que está apoyado en la puerta de entrada, ansioso por salir de allí en cuanto antes. Me he vuelto a vestir encima del bikini y Edu me mira con una mueca en los labios.
- Llevas demasiada ropa para ir a la piscina. Con el bikini y una toalla te vale, ¿lo sabías?
Le echo una mirada asesina. Lo peor es que no parece borde, sino más bien de ese tipo de chicos que les da todo igual. Como ser amable, por ejemplo.
Edu es moreno, delgado y muy alto. ¿Cuánto debe medir este chico? Vale que yo soy más bien bajita, pero él me saca tres o cuatro cabezas.
Bajamos en silencio. Tengo que correr para cogerle el ritmo.
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Algo que nunca se ha roto
RomanceEs increíble darte cuenta de que quién se acaba de tumbar a tu lado, jadeando y extasiado, es aquel niño odioso con el que tan mal te llevabas de pequeña. El que te hacía la vida imposible y te encerraba en el trastero. Cómo narices hemos pasado de...