I. El Atardecer De Los Lujos

55 5 1
                                    

Soy una reina en este apartamento, tengo una vista maravillosa desde mi piso tan alto, comida de la más alta calidad y un sol que me baña por horas, no hay nada mejor que acostarme en mi sofá toda la tarde y ver la puesta del sol. Nada mejor, nada mejor.

Claro, no puedo estar aquí todo el día, no hay sol todo el día, si no hay sol no es tan relajante, prefiero jugar con mi hermana, Lay, o molestar un rato a Pic; es la única forma de hacerla cantar a la fuerza, es gracioso ver a esa canaria alterarse, pero sabe que solo lo hacemos en juego, al menos eso espero. A Lay no le gusta que lo haga, le parece cruel, sin embargo eso la pone a reír de forma exagerada cada vez que pasa.

Y a pesar de todo, ambas saben que acá la reina soy yo, no hay nada mejor, nada mejor, que mi vida actual. No recuerdo cómo era todo antes de esto, no recuerdo la última vez que vi a mi pelaje un día sin brillar, un día que no comí o un día que no dormí. Aunque admito que me llego a aburrir a veces, soy capaz de combatir el aburrimiento con mis lindos juguetes, pero claro, soy la hermana mayor, si Lay quiere jugar, debo dejarla, soy generosa, conozco gatos que no dejan que les toquen las cosas, Lay debería estar agradecida con lo honrada que salió su hermana.

Cuando el sol comienza a ocultarse, es cuando más me emociono, porque cuando el sol desaparece y el cielo se pone oscuro, es cuando Fred vuelve, mi querido humano. Llega y, antes de hacer cualquier otra cosa, nos peina a mí y a Lay, prepara su comida mientras que nos habla y consciente, y si está de buen humor, nos da un poco de la suya. Ah, la última vez que comió pollo fue hace cuatro días, creo que hoy también será pollo, esperaba con tantas ansias su regreso, ahora solo debía ver al horizonte y a esperar un poco más, un poco más, un poco más.

- Hola. - Oí una voz, algo suave, era él. ¡Era Fred!, ¡Llegó temprano!, ¡Íbamos a comer temprano! Me bajé de mi sofá y corrí a la puerta para que nos viera, Lay dejó de jugar y me acompañó a saludarlo. Lo saludamos con mucha fuerza, nos acariciamos con su cuerpo como hacíamos todos los días, pero él se veía, no sé cómo decirlo, ¿apagado?, solo miró hacia abajo cubriendo su brazo y nos dio una pequeña sonrisa. Luego de eso, siguió derecho, ¡como si no estuviéramos ahí!, ¿Qué pasó con las peinadas?, ¿Qué pasó con la comida?, se dirigió directo a su habitación, ¡que descaro!

- Bah - Dije, regresando a mi sofá, ni había terminado la puesta de sol.

- Oye, Alota, creo que algo le pasa, no está de humor. - Me dijo mi hermana Lay. Volteé a mirar y vi que tampoco le dio comida a Pic, quién también veía preocupada hacia la habitación de Fred. - ¡Vamos a animarlo!

- No, sabes que no le gusta dormir con nosotras. Lo pondrás de aún peor humor. Esperemos a que descanse y quizás ahí sí nos dé algo de comer.

- ¿Por qué eres así?, él nos quiere mucho, mucho. Oye, Alota, escúchame, ¡Alota!- Lay llegaba a ser algo molesta, era una gata que insistía e insistía hasta que le daban atención, y no solo eso, se la daban de la forma que ella quisiera. Sabía que iba a seguir con su empuje por un buen rato, y no estaba para esto.

- ¿Qué fue lo último que él hizo por nosotras? - Dije, irritada y algo egocéntrica. Lo dije en un ataque de coraje y orgullo, y me quedé callada por un segundo. Él sí había hecho muchas cosas por nosotras. Noté que Lay me estaba mirando feo.

- Pues yo sí voy a ir a acompañarlo, voy a ronronear a su lado, eso al menos le gusta mucho, mucho. - Se fue sin darme una mirada, intenté pedir perdón pero... Ay a quién engaño, ya era tarde. Subí la mirada y vi a Pic, mirándome con algo de pena. En el momento en que se dio cuenta de que yo me puse a verla, se escondió en su pequeño nido de coco.

Aún faltaba algo de tiempo para que el día finalizara, y si no me iban a dar comida, pues yo ya sabía cómo conseguirla, solo abría la puerta que había en la cocina y ahí había una enorme bolsa. Metí mi cabeza en ella y comí como si no hubiera un mañana, me había ilusionado tanto con el pollo, que me imaginaba que mis croquetas sabían diferente. Había tantas bolsas, abrí cada una y comí una manotada para así simular el mejor banquete del mundo y, no obstante, ni me sentí satisfecha.

Los Ojos De Las Almas SilenciosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora