Veintinueve.

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Un juego que todos podemos jugar

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Un juego que todos podemos jugar.

Edogawa abandonó la oficina de la jefa después de su secreta conversación acerca de su objetivo. Llevaba una sonrisa en el rostro mucho más pronunciada que de costumbre, por lo que podíamos afirmar, el trato que había hecho con la desesperación en persona, le traía entretenimiento del bueno.

—Que divertido, un digno juego de infantes —se río al alejarse. Minutos después, abandonaba el edificio.

Poco más tarde, Rikku abandonó la oficina también y se dirigió hacia el ascensor al final del pasillo, solo que, al pasar junto al corredor que daba a su habitación, miró fijamente la gran puerta por unos segundos, después, avanzó como si nada.

Entonces el día comenzó a transcurrir nuevamente, hasta que la hora de la cena llegó, y como nadie de los invitados quería faltar al comedor sabiendo de antemano las consecuencias, pronto la mesa elegante estuvo llena con sus respectivas cabezas: los líderes de ambas organizaciones conviviendo en ese edificio.

—No lo encontraste, ¿uh? Parece que has perdido tu toque —se burló ella en un susurro mientras lo ocultaba discretamente al llevarse el tenedor a la boca con comida.

—No perdí nada, no sueñes con ello —pidió el mafioso al reír suavemente.

Fyódor desde el otro lado, les fijó la vista para tratar de leer sus labios. Acción de la que evidentemente, la "reina" se dió cuenta. Además, si podían conversar sobre ello, era porque Chuuya, Ryūnosuke y Odasaku no estaban presentes. Atsushi era muy distraído para entrometerse.

—Shibusawa Tatsuhiko tampoco está por ninguna parte. Los dos escaparon del edificio burlando a mi inderribable escolta personal. —Y eso, más que un comentario, fue un regaño disfrazado para no alterar el orden en la mesa.

—Eso no hubiera sucedido, si no les hubieras dado tanta libertad, pero por lo que veo, todas esas "ratas" te gustan mucho para dejarles ir. —Dazai también refirió, sin importar que estaba molesta por su desempeño. Aunque no podía ponerle toda la carga encima. Era fácil darse cuenta que alguien trataba de tirar el tablero con trampas de la mesa.

Tras un momento en silencio, Rikku de pronto suspiró cuando iba a meterse más comida a la boca, interrumpiendo así la acción, para luego dejar los cubiertos en su lugar sobre la mesa.

—Las ventilaciones. Envía a alguien. Que no pase de mañana. —Alzó un poco la voz, provocando que todos en la mesa le pusieran atención, pues creyeron que iba a decir algo importante.

—Ya lo hice, justo están en eso. Cuando los resultados lleguen, te los daré sin dilación —aseguró el castaño siguiendo en su papel discreto a diferencia de ella.

—Perfecto. Me voy a dormir entonces —avisó. Se levantó de la silla e hizo una pequeña reverencia a todos, quienes no tardaron en desearle un buen sueño.

| Senryaku Sensō ♠️ | Fyódor Dostoyevsky. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora