Capítulo cuatro

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“¿Crees que ha enloquecido?” preguntó Eithan al día siguiente a Adelaine.

“Estoy convencida de que nunca estuvo cuerdo, para empezar” respondió la chica.

 Ambos jóvenes se encontraban en la mesa del comedor. Hace algún rato ya que los adultos se habían marchado a hacer sus quehaceres diarios y Jeremy a la escuela, así que sólo ellos estaban en casa.

  Lo cierto es que nadie se daba cuenta de qué tan atrapado estaba en aquella ciudad hasta que acababa la escuela y quedaba sin nada que hacer después de eso. La mayoría de los jóvenes trabajaban en lo que podían, pero eso  no hacía que la sensación de estar metidos en una caja desapareciera. Después de acabar la secundaria, hace un año y medio junto con la mayoría de los de su grupo de caza, los chicos habían empezado a salir más por las noches por eso mismo. Eithan había intentado trabajar en el día, pero al final, después de dos semanas, lo había dejado; tal y como Adelaine había previsto que haría.

  Ambos chicos podían escuchar los sonidos de Sage trabajando en su laboratorio. Fuera lo fuera que lo tenía ocupado durante ese día, era ruidoso y difícil de ignorar.  Ambos sabían que sólo lo molestarían si le interrumpían para preguntarle qué era lo que estaba haciendo, pero eso no hacía que sintieran menos curiosidad.

“¿Crees que siga con las bombas de las que nos habló?” inquirió el chico colocando un par de tostadas en su plato.

  Ella lo miró alzando las cejas durante un momento antes de volver a meter los dedos en el tarro de miel.

“No lo dudo, sabes lo perfeccionista que es.

“Algún día nos volará a todos por los aires. Se los vengo diciendo desde hace años. ¿Recuerdas la vez que incendió una de sus mesas?

“De hecho, esa fui yo.

“Desde luego que fue ella” dijo Sage entrando a la habitación con pasos rápidos y una de aquellas bombas que les había mostrado el día anterior”. Yo nunca incendiaría una mesa.

  Eithan y Adelaine de inmediato retrocedieron y el recién llegado quedó en medio de la cocina. El objeto que tenía en la mano era redondo y tan grande como su puño. Adelaine le había visto trabajar durante semanas en aquella cosa, día y noche sin descanso y cierta parte de ella estaba orgullosa de su logro, pero su parte más sensata le decía que entre más lejos de esa cosa mejor.

“No, tú harías explotar la casa y luego te rascarías la nuca preguntándote qué hiciste mal.

“Estás exagerando, como de costumbre. Mis bombas son seguras.

“¿Sabes que las palabras “bombas” y “seguridad” no son compatibles, verdad?” le preguntó Eithan mientras empezaba a comer.

“Sé que las palabras “Eithan” e “inteligencia” no son compatibles” replicó Sage sin tener que pensar mucho en algo para callar a su primo.

  Adelaine sólo los miraba discutir a ambos mientras seguía llevándose los dedos llenos embarrados de miel a la boca. Aquello era algo que se le había quedado de cuando aún no vivía en aquella casa y que sabía de sobra que a Elle le tocaba los nervios, así que sólo lo hacía cuando la mujer no estaba en casa.

  La relación entre ambos chicos siempre se le había hecho más que curiosa. Er irritación que Eithan ocasionaba a Sage era algo que no trataba de ocultar y en más de una ocasión Eithan había asegurado que Sage era un sabelotodo arrogante, pero era obvio que a la hora de tener que defender la vida del otro, ninguno de los dos dudaba en hacerlo. También sabía que cierta cantidad del desagrado que Eithan sentía hacia su primo era causado por los celos porque ella pasara tanto tiempo metida en el laboratorio del chico y se mostrase más interesada en las palabras del otro muchacho que en lo que él pudiera decir o saber.

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⏰ Última actualización: Dec 25, 2014 ⏰

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