La realidad a veces puede sorprender

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Pov. Mauro M.

Nervioso, toqué el timbre de la casa de Valen.

Mi pulso tembló.

Había tenido varias crisis estos últimos días por no saber que hacer, incluso algunas palabras del diario habían quedado borrosas por largarme a llorar de manera inesperada.

Nunca había llorado tan seguido, y definitivamente no me gustaba.

La frustración que tenía con el tema era enorme.

Cada día deseaba todavía más no haber empezado a escribir ese diario. No podía concentrarme en prácticamente nada por pensar en el tema.

Y todavía no decidía qué debía hacer.

Aunque primero pensaba escuchar lo que Valen tenía para decirme.

—Hey. —me sonrió al abrirme la puerta, y le correspondí el gesto de forma un poco más forzada.

—Hey, ¿Qué tal? —pregunté, con voz ligeramente ronca.

—Yo bien, pero vos... ¿Pasó algo? —preguntó, preocupado.

—Me quedé hasta tarde solucionando un problema —resumí—. Trabajo. —eso pareció calmarlo, aunque noté que estaba nervioso.

Y eso me puso nervioso a mí, ¿Qué me pensaba decir? Estaba tan con la mente en el tema de la infidelidad de Teo y Dani, que siquiera había pensado en que me podría llegar a decir Valen.

—Pasa.

Así lo hice. Entré y lo seguí hasta el living, donde mis ojos se abrieron cuales platos por la sorpresa, y las palabras desaparecieron de mi cabeza.

En el sillón estaban Mateo, Daniel y Manuel.

Observé a Valen con confusión, alternando mirada con los otros tres.

Los saludé, todavía confundido.

Me senté en el sillón individual, y me digné a mirar mejor su posición.

Daniel estaba tomando la mano de Manu, quien tenía sentado encima a Mateo. Al lado de Dani se sentó Valen, quien tomó la mano libre de Ribba.

Mi mente iba a mil por hora mientras recordaba todo lo que había investigado en los anteriores 2 meses.

Recordé las páginas del diario mientras Valentín me hablaba, siendo interrumpido por alguno de los otros tres.

Yo no los escuchaba. Solo podía pensar en toda mi investigación.

—Sé que probablemente sea medio difícil de entender lo que te voy a decir...

—Truewosplikani. —dije, sin darme cuenta que había interrumpido a Valen.

Los cuatro me miraron con confusión, y después se miraron entre ellos, mientras yo asimilaba todo.

Por Dios.

Me había hecho la cabeza y llorado por toda una semana al reverendo pedo.

Los 4 giles estaban juntos, no había infidelidades y estaban seguro teniendo alto sexo mientras yo me hacía la cabeza.

—Están los 4 juntos, ¿No? —pregunté finalmente, interrumpiendo su silenciosa conversación.

Se miraron entre ellos, y finalmente Daniel asintió.

—Si, estamos los 4 juntos.

Dejé escapar todo el aire que tenía retenido, tirándome contra el respaldo del sillón.

—Gracias a Dios... —suspiré, llevándome una mano a la cara, sintiendo mis músculos destensarse mientras pensaba lo idiota que había sido.

Sentía sus miradas confundidas sobre mí.

Parece que querían preguntar, pero no lo hicieron, gracias al de arriba, porque sino iba a quedar como un pelotudo.

—Queríamos pedirte que no digas nada... —dijo Teo esta vez, y eso hizo que volviera a la realidad.

—No es que no querramos decirlo, pero...

—Lo entiendo —dije, interrumpiendo a Manu—. ¿Alguien más sabe? —pregunté, y ellos negaron.

—Nuestros padres piensan que tenemos solo un novio. —informó Valen.

—Y con suerte entienden eso. —murmuró Teo, y noté que Manuel lo abrazaba fuertemente de la cintura.

No pregunté, no sentí que tuviera que hacerlo.

—Está bien, prometo no decir nada y quemar el diario.

Esperen, ¿Lo último lo dije o lo pense?

—¿Que diario? —preguntó Dani, confundido.

—¡Na-nada! —me exhalté— Ya me tengo que ir, prometo no decir nada y eso. —aseguré, nervioso.

Lo que menos quería era que supieran que existía ese diario.

Me despedí de los chicos y Valen me acompañó hasta la puerta.

—Che, ¿Estás bien? —me preguntó después de abrirme la puerta.

—Si, ¿Por qué preguntas? —me hice el desentendido, aunque claramente me salió mal, porque me siguió mirando con sospecha.

—¿Seguro? —volvió a preguntar.

—Si, en serio, Val, todo está bien. —le sonreí con sinceridad, y eso pareció convencerlo.

Después de despedirme, me fui a mi casa, donde escribí la última entrada del diario.

Diario de investigación de Mauro Monzón [Truewosplikani]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora