Prólogo

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—Todo irá bien, preciosa—Es lo último que me dijo mi madre antes de darme un beso en la mejilla y despedirse con la mano.
Yo Asentí y besé su frente.
—Sí—Le dije a sabiendas que era lo que más la calmaría.
Abrió la boca dispuesta a decir algo, pero simplemente sonrió y se quitó una lágrima que bajaba por su labio.
Sonreí de vuelta y tomé un paraguas, bajé lentamente por las ya viejas escaleras que daban al portal y, con la maleta en la otra mano, salí tratando de no mirar atrás y ver a mi madre preocupada, pues sabía que entonces me urgiría la necesidad de volver con ella y no, aquella vez no, tenía que hacer frente a todo.

—Buenos días—Me dijo el taxista que había llamado—. ¿Goaghma no?
Asentí en silencio y entré con la maleta, mojada.
—¿Estás segura que ese es un lugar para ti?—Me dijo mientras me examinaba con la mirada—. En fin, no soy quién para juzgar, solamente conduzco.
No contesté y tomé mi teléfono encontrándome al encenderlo con mi rostro. Maldita cámara frontal.
Aproveché para quitarme de la cara el flequillo azabache que mi cabello había formado, dejando ver mis ordinarios ojos café.
—Debo comprar lentillas, y dormir más—Me dije en voz baja fijándome en las ojeras.
—Tienes unos ojos bonitos—Dijo el conductor repentinamente—, pero sí, deberías dormir más. No por las ojeras, sino por la salud.
Por vez primera logré ver su rostro con claridad a través del espejo, encontrándome con un señor ya entrado en años, barba y cabellos canosos, cejas pobladas, impidiéndome aclarar si sus ojos eran negros o de un tono muy oscuro de algún otro color.
—¿No está usted mayor para conducir?—Contesté apagando el móvil, algo molesta por los comentarios que había hecho.
Una risa y una tos me contestaron.
—Tal vez, pero la comida no es gratis, menos en este país—Dijo con voz áspera—. Siento haberte molestado, el viaje va a ser largo y solamente quería parecer el típico viejo burlón.
Negué con la cabeza.
—Pues parecías más un viejo verde—Repliqué.
Él sonrió y sin dejar de mirar la carretera señaló un pequeño compartimento delante del asiento del copiloto.
—Hay caramelos ahí, intentemos empezar de cero y llevarnos bien—Dijo.
Paranoica como de costumbre, negué los caramelos. Aún así, acepté el reinicio de la que sería una breve relación.
—Me llamo William, William McDougall.
Sonreí ligeramente, pensando en que podría decirle cualquier nombre y aún así no sabría que estaba mintiendo.
—Paola Winterwind.
Escuché una leve carcajada.
—Está bien... Paola, y qué te lleva exactamente un lugar como Goaghma.
—Nada en especial... Me mudo allí un tiempo para...—Respiré, dando una pausa a lo que estaba diciendo—. Para despejarme un poco de la vida urbana.
William rió, y fue entonces que me di cuenta que uno de sus dientes era de oro y que poseía un pequeño símbolo grabado, un pequeño mensaje que en ese momento decidí ignorar y pregunté si era creyente.
—No... De eso ya hace tiempo—Contestó con un tono más triste—. ¿Y tú?
Negué con la cabeza.
—En cualquier caso creo en la reencarnación. Sé que puede sonar ridículo pero me parece algo... Bonito.
William Sonrió y sin dejar de fijar su mirada a la carretera se metió un caramelo en la boca.
—Entonces, ¿personas horribles técnicamente siguen vivas según tú?
En el momento en el que mencioné la reencarnación supe que sacaría eso.
—Sí—Le contesté secamente.
—Vaya, pues qué bueno, ¡tal vez así vea a mi padre un día!–Y tras decir eso, comenzó a reír como un loco, haciéndome sentir bastante incómoda.
Tras eso, se hizo el silencio durante un largo rato, tiempo que aproveché para observar los oscuros árboles que decoraban la carretera en la que íbamos. Recuerdo que mi mente comenzó a fantasear con la idea de llegar a Goaghma y conocer gente, salir de fiesta y en fin, ser una persona que hubiese dejado marca en el pueblo antes de volver a casa.
Sabía que aquello era solo una fantasía, pero soñar es gratis, ¿no?
Abrí la ventanilla ligeramente con tal de que el gélido aire entrase en mis pulmones y al respirar sentí una especie de pureza; era como si el aire cada vez fuera más limpio. Sé que recalcar algo así es una tontería, claramente era más limpio pues me estaba yendo a un pueblo rural pero... Noté una sensación de alivio repentina, por unos segundos olvidé mis ataques de ansiedad y mi nerviosismo patológico y simplemente pude pensar en lo limpio que se encontraba el aire que entraba a mis pulmones. Pensé que aquello era un mensaje, un mensaje de que todo iría bien en Goaghma, que nada malo podría pasar. Era como la idea de que, respirando un aire tan puro, era imposible hacer nada malo. Más tarde supe que aquella teoría no podría tener menos sentido, pero en el momento me pareció de lo más coherente.

****

Una hora y media más tarde, William volvió a abrir la boca para decirme que ya estábamos a mitad de camino, haciéndome despertar de mi ensimismamiento. Habíamos parado a repostar en la típica gasolinera en la que pasan cosas malas en las películas de terror. Me dijo que estaríamos descansando ahí aproximadamente una hora así que podía dar una vuelta y utilizar las piernas. No tuvo que decírmelo dos veces pues salí corriendo con mi teléfono y comencé a sacarle fotos a todos los árboles cuya forma se me tornarse curiosa, lo que significa que le tomé una foto a once de cada diez árboles de aquel lugar. El rugir de mi estómago fue quien me detuvo de seguir tomando aquellas fotos y volver a la gasolinera a comprar algo para comer, se me antojó chocolate.

Al entrar, lo primero que pude percibir fue un extraño olor, era embriagador, pero también mareaba un poquito. El recepcionista se encontraba sonriendo mientras veía algo en su ordenador por lo que pasé de saludar y viendo lo poco atento que estaba la idea de robar una chocolatina se paseó por mi cabeza.
Pillé tres barras de chocolate y pensé que ya de paso podría comprar unos cereales para desayunar en la nueva casa. Lo malo es que no llegaba a ellos y así estuve, como dos minutos dando saltitos tratando de llegar a mis cereales haciendo que el recepcionista fijase su mirada en mí mostrando una cara entre burlona como de pena, llenándome de vergüenza. No se levantó, simplemente volvió a ver lo que fuera que estaba pasando en ese ordenador.
Repentinamente, una mujer entró al lugar. Era alta, muy alta, prácticamente medía dos metros y tenía un semblante calmado. Vestía con colores vivos a juego con su melena teñida de morado. En su camiseta ponía Shut Up Heather, referencia que en ese momento no entendí, pero que más tarde me engancharía al mundo de los musicales. Aquella mujer me vio dando aquellos saltitos y sin decir nada, se acercó con seguridad, tomó los cereales y me los dio.
—Muchas gracias—Dije muerta de vergüenza.
Ella negó con la cabeza y me dio acarició el cabello con suavidad.
—No es nada—Dijo antes de pasar de largo y buscar la compra que ella habría venido a hacer.
Sonreí y aunque en ese momento no lo supiera, esa mujer de dos metros sería más adelante una gran amiga.

Tras pagar, volví al coche roja como un tomate, para el gusto de William.
—¿No ha pasado una hora y ya vuelves?—Preguntó burlón.
No le contesté y él simplemente volvió a coger el volante.
Antes de irnos, observé que el taxi era el único coche que había parado ahí, lo que significaba que esa mujer había venido a pie desde muy lejos, haciendo que la admirase incluso más.

****

Finalmente llegamos, Goaghma se mostró acogedor desde el comienzo con todas aquellas familias paseando con tranquilidad por las calles del pueblo. Cuando William terminó el viaje, le di el dinero correspondiente y entré en la que ahora era mi casa.

Aliviada, vi que era un hogar en buen estado y que no haría falta demasiado trabajo para poder establecerme. Pero estaba muy cansada así que lo primero que hice una vez dejé todo en su sitio fue acostarme a dormir.

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