Capítulo Uno

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Bienvenida al Beso del Ángel

Cuando preguntaban por ella a su madre o a sus maestros solían obtener la misma respuesta: "Es una buena chica, aunque habla poco".

Y no mentían, al menos no desde su punto de vista. Era callada, sí, mas no tímida; una buena chica... bueno, eso podría cambiar según quién lo decía.

No le gustaba hablar, el silencio no era un problema para ella, porque su mente siempre estaba ruidosa.

Por eso, cuando su madre le informó que había sido despedida y que no sería capaz de pagar la renta por un tiempo, no se opuso, al fin y al cabo no tenía nada que aportar.

No estaban solas, tenían a su única tía, y su única familia también. La apreciaba, aunque a veces la obligaba a hablar, y aunque no solían verse seguido sabían que podían contar con ella.

Y eso hicieron, su tía le había conseguido un par de entrevistas de trabajo a su madre, aunque estas serían en su pueblo. Ya había estado allí, pero era muy pequeña para recordar los detalles.

Solo recordaba el intenso frío que sentía esos días, claro, este frío no era solo gracias al clima.

Guardó sus pocas cosas, era consciente de lo que tenía, y lo valoraba. Fue rápido, aunque su madre tratara de distraerla con viejos recuerdos de cada objeto que iba encontrando y empacando a su paso. Ella no entendía cómo su madre podía tener tantas cosas cuando la mayor parte de su vida pasaban moviéndose de un lugar a otro.

Nadie fue a despedirse, y a ninguna le extrañó. No solían hacer amigos, o dejaron de intentar hacerlos cuando se mudaron por tercera vez.

Subieron sus cosas al auto, y una vez más dejaron atrás lo que fue su hogar por unos meses. Esta vez era un poco distinto, se marchaban de lo que creían sería un hogar permanente porque no tenían opción.

Durante el viaje no hablaron mucho, su madre sabía entender su silencio, y la amaba por eso. Por eso y por muchas cosas más, como todo el esfuerzo y sacrificio que había hecho por ella una y otra vez.

Si pudiera elegir, elegiría a su madre una y otra vez.

—¿No te emociona ver a tu tía?—preguntó su madre viéndola antes de devolver la mirada a la carretera.

—Sí, ¿aún vive sola?

—Según la última vez que hablamos... sí, aún vive sola. ¿Por qué?

—Curiosidad.

—Ah, esa curiosidad tuya—dijo mirándola con una sonrisa de complicidad—. Aún falta para llegar linda, ¿por qué no te duermes un rato?

—Vale—dijo, no estando muy convencida, sin embargo, a los pocos minutos apoyó su cabeza en la ventana y se dejó ir.

Una hora después aún estaban de camino, la naturaleza prevalecía y el clima empezó a tornarse frío. Y fue así como, con un escalofrío, El Beso del Ángel le dio la bienvenida.

Al abrir los ojos se sintió desorientada, pero ese sentimiento fue pasajero cuando notó dónde estaba.

Poco a poco su mente fue trayendo recuerdos a la superficie, y trajo al frío, a pesar de estar abrigada.

Miró a la ventana fingiendo tranquilidad. El fin y al cabo, solo era un pueblo nuevo, podía lidiar con ello, lo había hecho decenas de veces.

Una extraña nube empezó a nublar su vista, levantando la cabeza se dio cuenta de que estaban rodeadas. Poco a poco todo se perdió entre la niebla, y no les quedó más opción que detener el auto.

El Beso del Ángel estaba feliz de recibirlas.

Cuando las nubes besan la tierra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora