Capítulo Tres

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Estar ahí

Los rumores empezaron de nuevo. Perdían valor cada día, acontecimiento tras acontecimiento.

Robos, desapariciones, supuestos secuestros, chantajes, amenazas y lo que algunos consideraban peor, muertes.

El día siguiente de su llegada, inevitablemente, su curiosidad se entregó al pueblo.

Su cuerpo y mente le rogaban investigar, descubrir lo que ese lugar callaba. Pero logró controlarse. La policía investigaba, ella no tenía nada que hacer, o eso se decía para evitar aferrarse a algo inestable.

No podía volver a depender de algo.

Pero al menos podría distraerse e informarse indirectamente de lo que se decía por las calles. Las vacaciones de invierno iniciaron y sus horas de trabajo en la tienda de su tía también.

Lo hacía para agradecer, para ayudar a su madre, para cuidar de su tía, pero también lo hacía para pasar las horas, para no pensar.

Porque lo hacía, pensaba mucho, pero existían zonas en su mente a las que temía acercarse.

Poco a poco fue conociendo a algunas personas del pueblo, algunas interesantes y misteriosas y otras tan transparentes y superficiales como un papel. Pero no se dejaba engañar, todos tenían secretos, aunque todo el pueblo se consolara entre ellos pensando que se conocían los unos a los otros.

Jude no entendía cómo las personas podían fingir tal tranquilidad cuando estaban aterradas por la noche. Su familia estaba a salvo, a pesar de no haber hablado sobre El Beso del Ángel cada integrante asumía su conocimiento y lo peligroso que era abandonar su hogar por la noche.

Por eso tuvo la seguridad de que se quedaría en casa y todo estaría bien, y funcionó por unos días. Hasta que en la fábrica en la que contrataron a su madre pensaron que al ser nueva no tendría conocimiento sobre el peligro de mantenerse fuera de casa a horas de la noche y le pidieron hacer horas extra para equilibrar los pocos días del mes en los que no había trabajado antes de su llegada.

A Pesar de estar asustada, aceptó. Y antes de irse de casa, le contó esto a su hija, y le pidió que la esperara en casa y cuidara de su tía. Ella, por supuesto, no aceptaría que su madre volviera sola de noche. Por lo que discretamente le preguntó la dirección de la fábrica y la hora de salida.

Sería difícil llegar ya que no había salido mucho ni muy lejos en ese pueblo, pero lo haría, probablemente saldría antes del anochecer para conocer un poco y poder ubicarse.

Una hora antes de cerrar la tienda un cliente nuevo llegó, sin embargo ella no le dio mucha importancia. Se sorprendería en el futuro por el impacto que tendría en su vida. Para bien o para mal.

—¿Qué tal todo muchacho? Hace varios días que no te veía—preguntó su tía al nuevo cliente mientras lo atendía.

—Lo de siempre, no puedes variar mucho en un pueblo como este, eso es lo que lo hace ser.

—Eso es cierto, pero no tienes que verlo a mal. Y siempre puede ser una nueva aventura para alguien nuevo—Jude rogaba en su mente para que su tía no la nombrase, ya lo había hecho un par de veces con supuestas antiguas conocidas, pero era obvio que ella no recordaba ni a una. Sin embargo, lo que no podía manejar era convivir o ser conocida en el círculo que chicos de su edad—. Como mi linda Jude, es nueva aquí, ¡JUDEEEE! ¡HAY UN MUCHACHO QUE DEBES CONOCER!—gritó su tía creyendo que estaba en el piso, cuando en realidad solo estaba a unos pocos metros.

Lenta y vergonzosamente se acercó a la barra donde estaba su tía y ese extraño. De nuevo tendría que fingir que lo recordaba o que era un verdadero honor conocerlo. Empezaba a fastidiarse.

Sin embargo las palabras se le atoraron en la garganta antes de poder formularlas. A él sí lo recordaba, pero no como era ahora. La última vez que lo había visto ambos eran solo unos niños. Pero esta vez sintió una extraña conexión que no le agradó para nada.

Tanto él como ella tenían la mirada fija, se analizaban rápidamente intentando disimularlo. Aparentaban falsa indiferencia y tranquilidad. Y sin notarlo, ya tenían algo en común.

—Supongo que no puedes recordarlo, es Jules, solía venir a veces. Ella es Jude, ¿a que está enorme y preciosa?

La mirada avergonzada que le dirigió a su tía no pasó desapercibida para él.

—Creo que la recuerdo, de todos modos es un gusto volver a verte Jude-dijo él con un trasfondo que ella no logró comprender.

—Igualmente Jules.

Aceptó su juego con una leve sonrisa, pero no lo dejaría ir tan fácil.

—Supongo que siendo nueva no debes de conocer mucho, ¿o sí?

—Oh Dios, acabo de tener la mejor idea—era seguro que lo que diría sería incómodo y poco curioso para ella—. ¿Por qué no van a dar un paseo mañana, le muestras el pueblo y de paso se conocen? Sería bueno que tuvieras amigos de tu edad Jude—dijo su tía como si hubiese tenido la mejor idea.

—¿Y por qué no hoy?—dijo él con una mirada retadora fija en su reacción.

—Oh, no creo que sea la mejor idea, ya es algo tarde—dijo su tía lentamente con cautela. Ella, sin saber el porqué, supo que aceptaría su propuesta.

—Por mí está bien. Pensaba salir—dijo ella mirando con seguridad a su tía. Ella la miró con duda, pero supo que no podía desaprovechar el sorpresivo interés que su sobrina demostraba.

—Supongo que no pasa nada por salir un rato, aunque podrías esperar a tu madre y preguntárselo.

—Vendrá tarde—dijo ella mirándolo a él.

Ambos se retaban sin saber el porqué, cedían poco a poco buscando provocar una reacción en el otro, y sin saber a dónde llegaría, ambos empezaron a jugar.

—Perfecto. Podemos irnos cuando quieras.

Cuando las nubes besan la tierra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora