"Un líquido es un estado de la materia sin una forma en particular. Queda definido por el recipiente que lo contiene. El cuerpo humano es 70% agua."
Esa noche estaba cansada de todo, especialmente de mi misma. Me acurruqué en el sofá con una mullida manta y una copa de vino. Aún no era invierno, pero el frio ya empezaba a hacerse notar.
Me miré al espejo enorme que enfrentaba al sofá, y ésta vez me vi de verdad. Abdomen chato, cintura de avispa, mandíbula definida y clavículas marcadas. Reí absurdamente, con mi dentadura perfecta. Como si algo de todo eso importase. Era doloroso mentirse tanto.
Me levanté dispuesta a recoger las cosas de la cena y un súbito mareo me desestabilizó. Cerré los ojos y conté: uno... dos... tres.... Abrí los ojos, intentando enfocar la vista y decidí que me encontraba mejor. Tiré el resto de la botella con algo de consternación, era un buen vino. Pero no podía permitírmelo.
Antes de acostarme cumplí religiosamente con mis rituales. Me considero una persona bastante maniática. Una ducha helada de diez minutos, limpieza facial, pijama de seda y un sahumerio perfumando el ambiente. Esa noche me costó conciliar el sueño, cerraba los ojos y venían a mi mente imágenes que me helaban la sangre y hacían desear no dormir jamás. Las noches eran la peor parte, ya me lo habían advertido pero no hacía caso, no había nada que las pastillas no pudiesen solucionar. Tragué un par de ellas, solo las suficientes para dormir, y comencé a tatarear una nana hasta perder la consciencia.Algo estaba sonando muy fuerte, y en lo más profundo de mi ser suponía que debía ser el despertador. Abrí los ojos algo aturdida y miré el reloj, no habían pasado mas de tres horas desde que me fui a acostar. Recorrí con la vista la habitación, algo inquieta. Sin duda había escuchado algo. Me levanté con algo de desgano, pensando que probablemente era una alarma de un coche sonando, una ambulancia yendo al hospital o tal vez un patrullero, pero lo único que logré oir fue la quietud de la noche. Salí al balcón y encendí un cigarrillo. Uno de mis vicios más benévolos, fumar me traía una paz que no podía lograr con ningún otra sustancia. Solo el hecho de poner el cigarro entre los labios ya empezaba a serenarme. Empecé a hacer listas mentales de todas las tareas que tenía para el dia siguiente, o mejor dicho ese dia. Iba a ser duro sin dormir, pero estaba acostumbrada. Súbitamente tuve la certeza de que alguien me observaba, miré hacia los demás balcones que estaban en penumbras y no tardé en descubrir a mi misterioso espectador.
Una chica alta y desgarbada miraba con descaro desde el balcón de enfrente. La observé perpleja preguntándome si la mirada estaba dirigida a mí, pero claramente no había otra persona ahí. Como si la chica me leyese la mente me sonrió y saludó infantilmente con una mano.
Sentí mi rostro arder pero no pensaba demostrar vergüenza delante de una extraña, asi que seguí fumando mi cigarrillo libremente, como si la mirada de la morena no importase en lo más mínimo. Cuando lo apagué, dudé al darme cuenta que seguía siendo observada, asi que en un acto de osadía la saludé, repitiendo el mismo gesto trivial.The Weekend sonaba cada vez más alto, dando indicio de que tenía que levantarme, pero eso no estaba cerca de pasar. Me puse la almohada en la cabeza retrasando el momento lo más que pude, hasta que el sonido pareció tan insoportable que revoleé el celular lejos, con tanta mala suerte que éste no paró de sonar. Me levanté, ya resignada, con un único objetivo en mente: café recién hecho. Mientras la cafetera se calentaba elegí mi atuendo, un pantalón sastrero negro con una básica y una campera de jean tendría que ser suficiente, los borcegos negros que me acompañaban a todos lados y un rodete hecho a las apuradas. Aspiré el olor del café cual adicta y lo tomé a sorbos, disfrutando el único momento de paz que tendría en el día. Las reuniones con clientes me agobiaban pero a la vez eran la única forma de sobrevivir, en todos los sentidos.
Caminé por la calle con mis auriculares gigantes, cantando en silencio mientras imaginaba que estaba en un videoclip. Disfrutaba mucho evadirme de mi vida, fingiendo ser alguien más. Por eso había empezado a disfrutar el trabajo también, eran momentos en los que dejaba de ser yo misma, con todo lo que eso significaba. Llegué hasta el edificio donde me habían citado, con tiempo de sobra como siempre. Nunca había estado ahí antes pero conocía la zona. Me anuncié en la entrada, donde un hombre de seguridad miraba un partido de futbol y devoraba medialunas, parecía molesto por la interrupción así que me apresuré a dejarlo en paz. Subí por el ascensor, mirándome en el espejo con asco, todo se veía mal. Por un segundo pensé en bajar y huir del edificio, pero no podía seguir haciendo eso. Tenía que crecer.
Llegué al piso 21 y cuando la puerta del ascensor se abrió me vi en un lujoso hall con sillones de cuero blanco y piso impoluto. Ventanales que ocupaban la pared entera hacían el lugar aun más majestuoso. Alguien habló y giré intentando disimular la sorpresa en busca de mi interlocutor, cuál fue mi sorpresa al descubrir quien era.
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El silencio del tiempo
RandomUna vez me dijeron que no se puede pretender entender la vida hasta que no se conoce la muerte. Así comprendí que vivir huyendo es sobrevivir. Y sobrevivir no significa vivir.