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Había llegado el día de la primera capacitación y no podía tolerar el estrés. Soy del tipo de personas que camina por las paredes ante cualquier tipo de desafío, el único momento de paz lo había tenido en el desayuno con Serena, pero una vez camino a la reunión empecé a entrar en pánico. No sabía que pintaba ahí, ni si iba a poder cumplir bien mi trabajo. Iba a ser un encuentro interdisciplinario, dónde todos iban a debatir cuál era la mejor forma de encarar la campaña.

La espera del ascensor nunca se me había hecho tan larga, no podía parar de comerme las uñas y removerme con impaciencia.

— Buenos días. –giré sobresaltada y vi a Luciano, quien está vez no parecía del mejor humor. Tenía la extraña capacidad de detectar el humor de las personas, aún sin cruzar mucha palabra, y definitivamente él no parecía tener un buen día.

— Buen día, subís?— bueno, esa fue una pregunta estúpida.

Luciano río e hizo un ademán para que pasase al ascensor.— ¿Nerviosa por el primer día?—

— Y por tu presencia. —Añadí mentalmente. —Supongo que sí, todavía no tengo muy en claro mi rol.

— Tranquila, lo que tenés que hacer es escuchar e informarte, consultá todas las dudas que tengas y empezá a pensar ideas para la publicidad, tiene que ser algo poderoso.

Las puertas del ascensor se abrieron y nos mezclamos con el gentío, me sentí un poco perdida (bastante) hasta que alguien me señaló cuál era mi lugar y dieron lugar a la reunión.

—El no comer implica mucho más que el mero acto de saltar una comida. No comer significa poder. Eso es lo que tienen que pensar cuando tratan con una persona con una patología alimenticia. No pueden tener el control de nada más en su vida, salvo de la comida que ingieren y de la que no. Muchas veces están rodeados de familias disfuncionales o un circulo que no le genera nada de contención, se suele dar en la adolescencia que es cuando más vulnerables están y por eso es que estás revistas son tan peligrosas. Mostrarle a una chica de quince años que para tener éxito tiene que verse así no está bien bajo ningún concepto, es algo que tenemos que dejar de reproducir. —comenzó a exponer un psicólogo. Los engranajes en mi cabeza giraban a toda velocidad.

—Según estadísticas oficiales, en Argentina entre un 12% y un 15% de los adolecentes están diagnosticados con anorexia nerviosa o bulimia, siendo el 90% mujeres. De más está decir que estos datos no se acercan a la realidad ni por asomo. La mayoría de los trastornos alimenticios no son diagnosticados y se mantienen en el secreto individual o familiar. Además, hay muchos tipos de trastornos alimenticios, no todo se limita a estar en infrapeso.—continuó señalando un gráfico.

—El 28% de la población tiene o tuvo algún tipo de trastornos alimenticios, fíjense la diferencia que hay con los casos diagnosticados. —añadió un médico. Me sentía un poco descompuesta, eran temas de los que siempre había escuchado hablar pero escucharlo así, con números tan crudos, era un tanto shockeante. Lo que más ruido me hacía era el saber que muchas de esas personas eran modelos y chicas de la industria, iguales a mí.

—A lo que quiero llegar con todo esto es que es un problema que afecta a muchos. Somos el segundo país con la mayor incidencia de trastornos alimenticios, y no tenemos la educación e información para combatirlo. Uno de los grandes factores que llevan a esto es el cultural. Blogs en los que se fomentan las carreras de peso, competencias sobre quién ayuna más horas. Un entorno totalmente enfermizo, y basta con una búsqueda en Google para terminar ahí metido. Entonces, ¿Cómo hacer para que esto pare? ¿Ideas? —concluyó.

—Regulación en las editoriales. No más notas tituladas "Como bajar 5 kilos en 3 días", "La dieta milagrosa que te permite bajar diez kilos en un mes". —soltó la chica que estaba sentada a mi lado, cuyo cartelito decía Samantha

El silencio del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora