|pedido chocante|

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Siempre me había cuestionado el por qué eternamente masajeaba mis dedos cuando tenía un fuerte estado de nerviosismo. Toda mi vida me había estado preocupando de los demás sin darme un sentido a mí misma. Jamás les había negado lo que querían, excepto si alguna persona con pensamientos descabellados llegara a sobrepasarse, pero aquello jamás pasó. Entonces, cuando mis labios se abrieron por minutos y no sabía qué decir debido a que ninguna palabra llegaba a mi boca, sentí mi esperanza timada sin razón alguna.

Bob estaba frente a mí, esperando libremente una respuesta, y por mi instinto, sabía que aguardaba por una contestación aceptable.

“Bob…” empecé, haciendo un intento de no zafarme de su flojo agarre y salir corriendo.

“Acepta, por favor, Billie.” Pidió en un tono eufórico que me molestó el hecho de que me llamara por mi nombre.

De mi boca me pareció saborear un extraño sabor disgustoso, que me hizo tener náuseas, pero me lo guardé para mí. Mis ojos se entornaron discretamente al concentrarme en pensar sobre la oferta de Bob. Al final de mis pensamientos los cuales no ayudaron, resoplé.

“Claro, Bob.” cedí, emitiendo una fingida sonrisa.

Él no tocó el tema de mi malestar y tuve la sensación de que ni siquiera había notado mi molestia alrededor.

“Agradezco que aceptes porque no te defraudaré.” Prometió, guiñándome un ojo.

Nuevamente una sonrisa falsa se plasmó en mi rostro, sin poder hablar por no tener palabras. Sin embargo, cuando esperaba que se retirara del lugar, él seguía allí con aquellos aires de autosuficiencia.

“¿Te veo mañana?” él quiso saber.

“Nos vemos mañana.” Le respondí ansiosamente a su salida.

Cuando Bob se fue, me sentí mal por él. Bob realmente estaba buscando ser mi amigo, pero yo no se lo permitía. E inclusive, algunas veces mi paciencia se había desgastado y le había tratado mal, pero o él se hacía el tonto o no era consciente de mis indirectas hirientes. No quería sonar grosera, pero no quería a alguien como Bob en mi vida, porque a pesar de que yo me engañe pensando en que él me quería sólo como una amiga, sabía que me quería para algo más que ese prototipo de amiga disimulada.

En casa, Jamie y Rachel estaban cocinando galletas. Las ráfagas del olor que se despedía del horno, se expandió por toda la casa. Su saludo hacia mí fue frívolo así que aproveché el momento para salir y buscar algo con lo que distraerme completamente.

Por donde caminé, las calles estaban atestadas, lo que me hizo tardar un buen tiempo en decidir a dónde ir. Pero me encaminé fríamente hasta donde pudiera alcanzarme el aliento. Me detuve en seco al observar que cerca de una plaza de aparcamiento, había una tienda de CD’S que ofrecía un empleo de trabajo a personas con experiencia. Quizá yo no tenía experiencia en vender CD’S o trabajar en una tienda de discos, pero quería un trabajo para dar a conocer que puedo ser independiente. Además, siempre se encuentran bien las mentirillas blancas.

Una campanilla sonó en cuanto mis pies estuvieron pisando la alfombra de terciopelo color roja dentro del sitio. Empecé a temblar discretamente, anunciándome interiormente mi nerviosismo por encontrar un nuevo trabajo que me dé la libertad de dejar de sentirme gobernada.

“¡Hola!” un chico castaño se aproximó, saludando con una sonrisa.

“Hey.” Le devolví el saludo, rascando mi nuca.

“¿Quieres ayuda en algo o ya sabes lo que pedirás?” él preguntó amablemente, pasando sus brazos por detrás.

“Yo venía…” balbuceé, quedándome sin palabras por segunda vez en el día.

“¿Tú venías…?” él repitió con diversión para que continúe.

“Por el trabajo.” Mascullé, sintiéndome intimidada en todos los sentidos.

“¡Oh! El trabajo, ¡cierto!” él exclamó. Mis ojos se dirigieron hasta su etiqueta que contenía el nombre del castaño. “No hace falta verla.” Byron se mofó de mí, “Soy Byron, aunque tal vez ya hayas visto.” Se presentó.

“Oh, yo lo siento. ¿Puedo hablar con alguien sobre el trabajo?” cambié de tema, haciendo acopio de fuerzas.

“Sí, claro. Quédate aquí, iré en busca de nuestro jefe.” Él solicitó calmadamente, volteándose y aquella sombra de un cuerpo tonificado desapareció por una puerta azul marino.

Lo siguiente que me tocó, fue esperar. Mis dedos crujían entre sí, con la mirada gacha y mejillas calientes por el sonroso. Quizá no debía de ser tímida a tal demasía que me ruborizaba, pero me sentía quebrantada por aquel chico al decir que quería el trabajo cuando probablemente no me lo iban a dar.

En mi larga espera, mi cabeza sólo pudo pensar en Bob. Era consciente de que estaba mal especular sobre una persona con la que sólo había pasado poco tiempo para conocerlo al igual que sus familiares, pero él sí me agradaba; lo que no me agradaba era el mero hecho de que quería una pizca de algo conmigo.

“¡Eh!” la voz del chico se alzó, notando mi rostro inexpresivo. “Lamento haber alzado la voz, pero Rolland, el dueño, dice que vengas mañana. Ésta es su tarjeta.” Él dijo en una disculpa, entregándome aquella tarjeta con el nombre de la tienda.

“Gracias.” murmuré, presionando mis labios.

(***)

“¡Billie!”

Demonios.

“Hola, Harry.” Chillé por lo bajo, en un embustero entusiasmo. 

“Uh, hola.” Tartamudeó. “¿Cómo has estado? Quería decirte…”

“Espera, tengo que irme.” Pasé por desapercibida su imprudente desesperación.

Su mano enroscó mi brazo, atrayéndome hacia él sin resentimiento alguno y me asombraron los actos de osadía que jamás se daba a probar. 

“No le digas nada a Bob sobre nosotros.” Él rogó, su tono era una súplica.

“¿Qué? ¿Por qué?” le interrogué, extrañada.

Sus ojos verdosos recorrieron mi figura y tomó una gran bocanada de aire, deslizando sus manos por el suéter que vestía su cuerpo. Tuve la impresión de que me escondía algo abundante de misterio, pero accedí a pasarlo por alto. No quería dudar de Harry, ni mucho menos entablar una pelea en medio de la preparatoria cuando estaba apresurada por ir a hablar con Bob.

Admitía que aquel descuido de la hora me era necesario para pensar y analizar muy bien lo que estaba haciendo e inclusive, estaba por confesarle a Bob en aquella forzosa salida que estaba saliendo con su primo. Pero ahora, Harry me había abandonado en trotes y me trasmitido admiración a través de un pedido insólito cuando él, hace unos días me imploró que le expresara aquellas oraciones por mí misma.

Billie en multimedia, gracias por leer♥ 

Photograph ☹ h.s Donde viven las historias. Descúbrelo ahora