|comportamiento|

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Bob no dejó de hablarme en todo el día. No tenía una idea de cómo hacerlo callar o algo parecido, quería alejarme de él, no quería entablar una charla animada con él. No podía hacerle eso a Harry, me sentía culpable cuando lo hacía y Bob tenía aquella apariencia de mujeriego en la preparatoria. Me daba la impresión de sentir culpabilidad cuando pensaba en Bob de aquella manera.

Me dirigí a la cafetería al lograr deshacerme de Bob, encontrándome con Harry y esa cabellera llena rulos, la cabeza gacha en su comida consistente de papas y las manos juntas.

Una vez le pregunté a Rachel si realmente existía el amor a primera vista, ella respondió “Tal vez”  No estaba acostumbrada a un quizá, yo quería la respuesta coherente, la alargada que me explicaba sobre la realidad del amor a primera vista. Ahora, observando detenidamente a Harry, me respondí a mí misma después de años.

Me encaminé hacia el asiento frente a Harry justo cuando él se metía un gran puñado de papas fritas a la boca.

“Hola.” Lo saludé, sonriendo ligeramente.

Se atoró con las papas, quitándolas todas aporreadas de su boca hasta una servilleta. Lo noté nervioso, como si no esperaba mi visita en su hora de comida.

“¿Estás bien?” le pregunté, sin preocuparme demasiado.

Dejó de toser, negando con la cabeza.

“Estoy bien.” Tartamudeó, aún con la mano en la boca.

“Genial. Entonces, Harry, ¿cómo has estado?” me interesé, inclinándome y apoyando los codos en la mesa aunque sea de mala educación.

Relamió sus labios.

“He estado bien, ¿cómo has estado tú?” sus palabras salían en susurros.

Esbocé una sonrisa.

“Bien, seguro.” le respondí, entrecerrando mis ojos para poder ver su rostro conteniendo algunas pecas.

De repente, antes de que pudiera hablar o poner un nuevo tema de conversación, un chico se posó frente a nosotros, tendiendo a Harry un cuaderno abierto que mostraba dibujos. Harry ensanchó sus ojos, asombrado y le arranchó el cuaderno de las manos, en acto rápido, dejándome completamente confundida.

“¿Quién lo tenía?” él respiró, agitado. Me sorprendió al no escuchar sus tartamudeos. Harry realmente estaba enfadado.

“No lo sé, echado en la clase.” Aquel chico le contestó, encogiendo sus hombros.

Las manos de Harry temblaban, como si en cualquier momento fuera a explotar.

“Vete.” declaró, apretando el cuaderno contra su pecho. El castaño no se movió de su sitio, abrumado. “¡Vete!”

Me sobresalté al escuchar el ruidoso grito de Harry, que difuminó toda la cafetería por sobre las charlas altas de todas las personas. No tenía una mínima idea de qué era lo que ocurría y sobre qué eran aquellos importantes dibujos plasmados en las cartulinas, pero por lo que pude lograr estudiar, parecían buenos.

El castaño arrugó la comisura de sus ojos y soltó un bufido, girando por encima de sus talones y encaminándose deliberadamente hasta la salida de la cafetería. Después de eso, las miradas ya no estaban en nosotros debido a la cantidad de peleas ridículas que se daban en la preparatoria. Pero yo seguía aturdida.

Harry me miró con vergüenza, apretando aún más su cuaderno.

“Lo siento.” se disculpó en un extraño jadeo.

Pasé las manos por mi cabello, implacablemente.

“¿Qué demonios fue eso?” le solté.

“Yo lo siento, no quería asustarte.” musitó, tomando mi mano.

Me aparté de su agarre. No quería ser dramática, pero con algunas miradas encima de nosotros, no me parecía lo correcto.

“Lo siento.” me repitió en un falso lloriqueo, luciendo herido.

Suavicé mis ojos, dejando caer mis tensos hombros. Dejé escapar el suspiro contenido al volver observar a Harry, pensando en la escena que acababa de pasar. No quería que nadie hablara de nosotros, ni que rumores se esparcieran por toda la preparatoria. Y no deseaba admitir que sentía una inmensa curiosidad por saber que escondía Harry en aquel cuaderno de dibujos.

“Está bien.” dije por fin, calmada.

Harry se hundió en su asiento, asintiendo levemente con la cabeza. Vaciló antes de hablar, cerrando sus ojos fuertemente.

¿Puedes besarme?” inquirió, con aspecto excesivamente avergonzado. 

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