2. LA ADOLESCENCIA

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        Acabé la primaria. Esa época...aún fue buena, dentro de lo que cabe. Aunque también si se compara con los años posteriores aquello era de risa. Cada año iba todo a peor. Empecé la ESO, ya notando que no era el mismo que antes. Todo ese bulling y esos problemas en casa me estaban pasando factura. Y lo peor es que en la ESO el que había sido hasta entonces mi mejor amigo y otros de la pandilla se pasaron al bando contrario. Tuvimos que ir al psicologo del centro...menuda inutilidad. Se limitaba a decir que no lo volvieramos a hacer, y a mi a echarme la bronca si intentaba devolver los golpes porque "es mejor avisar a un profesor", a lo que yo respondía que no era útil porque para entonces los golpes ya me los habría llevado, y que los profesores no iban a estar ahí para siempre. Sin embargo casi salía más perdiendo yo que nadie. No eran justos, no eran lo que deberían. Y mi amigo me pidió perdón diciendo que estaba así porque le había muerto el abuelo hacía poco. A lo que yo le dije que yo no le había golpeado cuando murió mi padre. Y yo era un crío asustado y sin idea de defenderse. Mientras que en casa se me gritaba y castigaba de por vida porque mis notas habían empeorado y otras tonterías varias...y repito que por aquel entonces estaba mejor.

        Por aquel entonces a lo que me aferraba era a la que venía siendo mi mejor amiga desde que la conocí en quinto de primaria. Ella me presentó a otras tres amigas suyas. Actualmente no conservo el contacto con ninguna...pero no adelantemos acontecimientos. Ella siemrpe fue buena conmigo. Era mi mejor amiga al fin y al cabo. Y eso me permitía seguir cuerdo y no montarme un Collumbine a la mínima agresión. Aun así, poco a poco me iba sintiendo peor. No notaba que fuera importante. Casi notaba que a todo el mundo le iría mejor sin mí. Es más...por aquel entonces incluso traté de suicidarme, aunque me jode admitirlo. Pero no era un suicidio común. Yo no era capaz de cortarme las venas o ahorcarme o nada parecido. Algo en mí me impedía hacerlo. Lo siento por los que lo hacen, pero a mi me parecía casi cobarde. Pero estaba harto...y me puse una cantidad exagerada de insulina...para los que no lo sepan, la insulina gasta la energía del cuerpo. Si esa energía, el azúcar en sangre, baja demasiado, puedes llegar a acabar en coma y morir. Yo estaba solo en casa. Era un suicidio indirecto. Me quede casi inconsciente. Pero desperte una hora después. Había vuelto a la normalidad, extrañamente. Mi cuerpo no me dejaría caer.

        Como en mi casa los cariños y abrazos eran menos comúnes que los golpes y gritos, poco a poco me fui llenando de lo que recibía: odio. Repudiaba el contacto físico. Me ponía tenso solo con que me pusieran una mano en el hombro, como si me preparara para un golpe. Y además no quería arriesgarme con los abrazos porque los veía como una droga: lo pruebas, te gusta, y no sabes si vas a volver a probarlo, así que sufres más que si no te lo hubieran dado.

        Además del maltrato físico, estaba sometido a maltrato psicológico. Mi madre y yo habíamos leído Memorias de Idhún...y mi madre empezó a compararme con Kirtash. Empezó a decir que era un insensible, que no me importaba nadie, que era un asesino. Cosas así. Un monstruo. Y eso te come la moral, te rompe. Sabía que no estaba bien, pero de ahí a monstruo...así que me dije "si me llama insensible que al menos lo haga con motivo". Me dedique a odiarme a mí y a todo lo que me rodeaba. Me esforcé mucho en dejar de sentir nada por nadie. Todavía quería a mis amigos, pero todo lo demás me importaba una mierda. No eliminé mis sentimientos del todo porque es imposible por mucho que se quiera, al fin y al cabo es todo lo que nos diferencia de los animales. Pero si que me acerque todo lo que pude. Me "enfrié". He de reconocer que todo me la sudaba, que ya no me dolían los insultos como hacían antes. Pero también hay que decir que el proceso de llegar a ese extremo...es mucho más doloroso. El dolor físico no es importante porque se acaba pasando, pero el dolor psicológico...a mí me mereció la pena porque no tenía nada que perder, pero no se lo recomendaría a nadie. Ahora me resultaría más fácil, pero no lo volvería a hacer. Es peligroso que nada te importe.

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