[1] Hadar Snape Y La Cámara Secreta.

01; Compras

– Pequeña, despierta

– Uhm... . – Protesto a la vez que alzó mis brazos intentando darle un manotazo a la voz molesta que quiere sacarme de mi hermoso sueño.

– Pequeña...

Me giro hacia el lado derecho de la cama y me tapo con la almohada los oídos. QUIERO DORMIR.

– Ya... voy... . – Murmuro somnolienta, queriendo ganar más tiempo de mi preciado sueño.

Esa voz es realmente molesta y no me deja dormir, me odia.

– Aguamenti

Al segundo siguiente me encuentro totalmente mojada.

Pero ¿QUÉ?...

– DIJE QUE YA IBA. BÁJALE A ESE ODIO QUE ME TIENES, SEVERUS SNAPE. – Le reclamo a mi papá, totalmente molesta con él por lo molesto que es en las mañanas.

– Si quieres a la próxima mando a la lechuza que te trajo una carta de vuelta al sitio de donde vino. Pequeña, deberías madrugar más para lo que te espera.

¿Qué?

– Pero si aún tengo que enviarle una respuesta a Draco. – Le digo extrañada.

Draco es mi mejor amigo, además del único que tengo, y siempre nos hablamos por cartas cuando no podemos vernos. Creo que es el único chico que le podría llegar a caer bien a papá.

 Si, podría.

Papá aún no lo soporta mucho.

Y no podría ser él el de la carta porque su última respuesta me llegó anoche, contándome que ya pronto comienzan a llegar las cartas para Hogwarts...

Un momento...

– ¡Hogwarts!

Después de mi grito de guerra espartano salgo corriendo escaleras abajo, apartando bruscamente a mi padre en el proceso, en busca de mi tan ansiada carta de aceptación.

En realidad, debería haber comenzado el curso el año pasado, pero papá prefirió que tía Cissy, la mamá de Draco, me diese clases en casa, pero parece ser que el año pasado casi vuelve el-que-no-debe-ser-nombrado y mi papá piensa que estaré más segura en Hogwarts donde puede tener un ojo encima de mí toodo el rato.

Al fin mis ruegos fueron escuchados.

Me pasé todo el verano del año pasado pidiéndole a papá por favor que me dejase ir a la escuela, y resultó que solo hacia falta el casi regreso de uno de los magos más tenebrosos para que me dejase ir.

Qué cosas.

– ¡Reg! ¡Ya llegó mi carta!. – Le grito a mi lechuza que se encuentra en el alfeizar de la ventana, cerca de una carta que tiene un sello en rojo, como las cartas del trabajo que recibe papá.