Capítulo 31

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Después de dos días sin hablar, a Nora se le había hecho extraño que Landon la llamara para invitarla a cenar. Habían quedado en la casa de él. Nora se detuvo delante de su puerta, con una extraña sensación de vacío en el estómago, y llamó al timbre. Escuchó pasos y Landon abrió la puerta. Hubo unos momentos de silencio en los que se quedaron mirando el uno al otro.

—Hola —murmuró ella.

—Hola. Pasa.

Nora pasó por su lado y echó una ojeada a su alrededor. Arrugó la nariz nada más entrar, justo cuando Landon pasaba por su lado y se rascaba la nuca.

—Eh... He intentado hacer la cena, pero ha habido un problemilla con el horno, así que al final Helen me ha echado una mano.

Nora asintió con la cabeza. No sabía qué decir. Estaban solos.

Quizás en otras circustancias se habría alegrado de que estuvieran solos ahí, en la pequeña mesa de la cocina, pero en esa ocasión se sentía incómoda. Landon había intentado contactar con ella durante dos días y no había querido responder. No se sentía bien desde que había recibido la gran noticia.

Se sentaron ambos en cada lado de la mesa, con el plato de lasaña delante -lo cierto era que parecía bueno. Nora miró de reojo a Landon, que parecía casi tan incómodo como ella, y empezaron a comer. Estaba muy buena, pero no tenía hambre. Su estómago se había cerrado con doble nudo.

—¿No te gusta?

—Está genial. Pero no tengo hambre.

Un momento de silencio, antes de que Landon lo interrumpiera.

—Deberíamos hablar sobre... eso.

—Sí.

—¿Vas a tenerlo?

Nora vaciló unos segundos.

—No lo sé.

Ninguno de los dos sabía qué decir. Nunca había ocurrido eso cuando estaban solos. Siempre habían tenido algo para decirle al otro. Sin embargo...

—Nora... Siento lo que dije. Todo. Estaba asustado —dijo él, y captó su mirada—. No sabía cómo reaccionar a eso.

—De eso quería hablar contigo —dijo Nora, apretando los puños bajo la mesa, e intentando no apartar la mirada con todas sus fuerzas—. Quizás deberíamos acabar con esto Landon, toda nuestra relación ha sido lo mismo; discutimos, hacemos las paces, uno de los dos mete la pata y vuelve a empezar otra vez.

—¿Qué? —eso lo pilló desprevenido.

—Si decido tenerlo. Si lo decidimos —se corrigió—. No podemos seguir así.

—No me dejes —Landon se puso de pie súbitamente y se acercó a ella—. No me dejes, Nora.

Nora sintió que todas las barreras que había ido construyendo por el camino habían ido cayendo a cada palabra que él decía. No podía dejarlo, lo sabía, pero, ¿y si era lo correcto? Ya no se trataba de pensar en ellos dos, sino en tres. La sensación de responsabilidad le dio náuseas.

Landon se arrodilló a su lado y con una mano la cogió del mentón.

—No me dejes —repitió—. Ya pasó una vez y no creo que vaya a poder superarlo de nuevo.

—Yo tampoco quiero dejarte.

—Entonces no lo hagas.

Iba a decir algo, pero Landon se puso de pie y se agachó, pegando sus labios bruscamente. La pilló tan desprevenida que por un momento creyó que se caería de la silla. Sin embargo, cuando Landon se separó no se había caído.

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