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1 de enero de 1998.
Esa noche escarlata donde el festejo de un nuevo año era la atención y alegría para muchos, mientras, para otros era la noche en la cual poseerían sus más codiciados y retorcidos deseos.
Esa noche en un barrio bajo de la París de entonces, en un edificio especifico, una subasta se llevaba a cabo. Empresarios empedernidos, líderes de las más poderosas mafias, modelos, cantantes, diseñadores, entre muchos otros; peces gordos con el dinero suficiente para liderar o destruir un país. Todos reunidos en un enorme y lujoso teatro oculto por la fachada de un viejo e inestable edificio; perfecto para esa trata ilegal.
La subasta clandestina dio comienzo a en punto. Objetos de lo más extraño, especímenes con o sin vida, armas, drogas, documentos clasificados; hasta lo inimaginable sería subastado esa noche. Mientras, los números grabados en paletas eran alzados y exageradas cifras que superaban los millones eran dictadas, la trata de personas llegó.
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En lo profundo de un almacén, en una pequeña esquina una especie de calabozo privaba la libertad de personas de todos los tamaños, géneros, edades y nacionalidades. Todas ellas atadas por gruesas esposas, divididas en género y edad. Cada una presentando la misma característica: maltrato físico y mental, y los claros indicios de desnutrición por la falta de alimentos.
Entre todas esas personas se encontraba nuestro protagonista, tan pequeño y temeroso como todos los demás niños que allí se encontraban, desconsolados y a llanto suelto mientras eran constantemente regañados por los guardias debido al escándalo que creaban; pero, ¿cómo le explicas a niños de entre uno y cinco años (y más) que debían guardar silencio para no ser castigados? ¿cómo le explicas a esas pequeñas criaturas temerosas que apenas empiezan a comprender el mundo que su silencio le otorgará un día más de vida?
Imposible.
Sin embargo, el pequeño Zēüs era el único que no lloraba, que no se movía, apenas y se notaba su lento parpadear y su suave respirar, él sí entendía; sus dos años de vida no era impedimento de ello. Comprendía lo que le iba a suceder si hablaba, si se quejaba, si se movía de su sitio o pedía algo; lo supo cuando vio lo que alguna vez fue el rostro sonriente y amable de su madre, cuando su hermano fue gravemente herido y él recibió una patada que lo llevó a la inconsciencia, cuando despertó y su familia, su día a día, las sonrisas y travesuras habían desaparecido junto a todos sus colores; permitiendo el reinar del blanco y el negro. El gris había marcado el inicio de una nueva vida, conoció el infierno en siete días; y lo que quedaba por conocer.
El tiempo paso lentamente, poco a poco las personas fueron desapareciendo mientras los niños serían la "maravillosa" sorpresa de la noche. El momento llegó, y tal cual robot, se levantó a movimientos mecánicos. La luz lo cegó, y los aplausos y gritos lo llenaron todo. Frente suyo se alzaban largas hileras de butacas, todas con su respectivo huésped; en el centro de todo, escaleras que llevaban a la salida en lo más alto, custodiada por hombres fornidos y armados. Estaba atado y destrozado, escapar en esa situación se mostraba imposible para su débil y pequeño cuerpo; solo esperó hasta que aquella mujer puso fin a la subasta.
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ᴇɴɪɢᴍᴀ ᴅᴇꜱᴄɪꜰʀᴀᴅᴏ
Ngẫu nhiênComo todo inicio; la existencia de un origen es imprescindible para entender y comprender algo, pero ese "origen" es una historia a parte que contar. A partir de aquí se marca uno de los muchos comienzos, una verdad y realidad será revelada, la defi...