ꜱᴇɢᴜɴᴅᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ

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"𝔏𝔞 𝔣𝔢𝔩𝔦𝔠𝔦𝔡𝔞𝔡 𝔢𝔰 𝔱𝔯𝔞𝔦𝔠𝔦𝔬𝔫𝔢𝔯𝔞; 𝔢𝔰𝔣𝔲𝔪á𝔫𝔡𝔬𝔰𝔢 𝔢𝔫 𝔩𝔬𝔰 𝔪𝔢𝔧𝔬𝔯𝔢𝔰 𝔪𝔬𝔪𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰"


Dos revoltosos pares de pies iban de un lado a otro magullando al pobre pasto que todos los días sufría el mismo destino; ser aplastado por esos dos. Por suerte, su tormento ceso en el mismo instante que ambos niños corrían risueños a la gastada pero hogareña cabaña. La bella castaña apareció de dentro de la estructura con dos cuencos cargados de leche fresca, los cuales dejó sobre una superficie plana que era la improvisación de una mesa. Los dos niños, ambos azabaches como la noche, se miraron fijamente; cómplices de alguna idea, seguramente travesura. Sus risueñas y tan diferentes sonrisas aparecieron; por un lado, todos los incisivos superiores eran fielmente mostrados mientras los inferiores se mostraban tímidos característica que utilizaba la mujer mayor para molestar al niño comparándolo con un conejo; por otro lado, una especie de corazón geométrico mostraba detalladamente cada pequeño dientecito, ambos niños compartían el gusto por arrugar su diminuta nariz y hacer desaparecer ambos pares de azures en media lunas. Y así comenzó el desayuno; con un poco de tierra sobre la ropa y cabellos bañados de leche, esa despejada mañana del 24 de diciembre de 1997.

Como todos los días, los niños se quedaban solos en casa mientras la mujer iba al centro del pequeño pueblo a ganarse el dinero para el pan, aunque los dos juntos eran unos revoltosos traviesos entendían y respetaban las ordenes de su madre adoptiva "comportándose" durante su ausencia. Las horas solos se convertían en sus favoritas porque al no tener los vigilantes ojos de la mujer podían, con mucho esfuerzo, transformar su pequeña cabaña en un gigantesco fuerte y dejar fluir su inmensa imaginación con cada acto, creación o palabra (algunas veces mal pronunciadas).

Para tener solo dos años de edad, sus niveles de aprendizaje, las percepciones que tenían del mundo y la compresión del mismo eran magníficos; pudiendo acoplarse a cualquier lugar con solo analizar el ambiente del lugar y aprender un poco del mismo. Pero debido a su pobre situación de vida, esta característica innata era ignorada.

Ocho y diecisiete de la noche, a dicha hora la mujer ingresaba a su hogar siendo recibida por un fogoso abrazo mientras observaba la estancia encontrándola tal cual como la había dejado; cosa que la alivió, horas extras para descansar. El calmo y alegre ambiente se mantuvo por otra hora mientras los niños disfrutaban de contar a su madre las aventuras que tuvieron durante su ausencia y, como siempre, la mujer no entendía de dónde salía tanta imaginación ni recordaba en que momento sus dos pequeños habían comenzado a hablar tan fluidamente; aunque tanta emoción impedía la compresión completa de las palabras pronunciadas.

A eso de las nueve y media, los dos retoños presentaban indicios de sueño por lo que la mujer paso a la habitación que ambos compartían permitiéndoles seguir con sus historias mientras caían del sueño sobre la cama. El primero en caer en los brazos de Morfeo fue el pequeño Jean, quien abrazaba posesivamente a su hermano Zēüs el cual se mantenía aún con la energía suficiente para seguir por otra media hora con su relato, a diferencia del mayor que era, de cierta forma, más calmado y pensaba en las palabras correctas para su narrar embelesando a cualquiera, Zēüs alzaba la voz al hablar y le costaba mantenerse quieto mientras lo hacía convirtiendo su narrar en un desastre de balbuceos cargados de euforia y risas.

La mujer entretenida con el energético niño decidió parar un poco al pequeño torbellino que acabaría despertando nuevamente a su hermano y tendría que empezar de nuevo a intentar dormirlos. Entre aniñadas quejas, la puerta de la cabaña fue tocada robando todo ruido del lugar, la mujer confundida y extrañada ante la repentina visita y el pequeño peli azabache curioso por saber quién era, la puerta volvió a sonar, pero esta vez no fueron toques sino un fuerte estrépito como si quisieran entrar a la fuerza. La castaña se levantó temerosa de la cama de los niños, tomo uno de los candelabros y le indicó al único niño despierto que no saliera de su habitación hasta que ella lo consintiera.

El silencio reinó por unos instantes impacientando al niño del cual había desaparecido todo rastro de sueño, un fuerte golpe seguido de gritos lo espantaron haciéndolo saltar en su lugar logrando el despertar de su hermano, quien confundido y somnoliento le replicó el haber irrumpido su sueño, pero dicha disputa quedó a un lado cuando del otro lado de la puerta los desgarradores gritos de su madre hicieron temblar las paredes.

Sin darse cuenta ambos habían comenzado a llorar frente a la puerta acojonados por lo que sea que estaba ocurriendo allá afuera. De un momento a otro, dos hombres altos y fornidos, llenos de alguna que otra cicatriz, irrumpieron en la habitación desatando el caos en la misma.

Los ahora desgarradores llantos provenían de los niños que estaban siendo agredidos por los hombres quienes gozaban lo que hacían. Cada uno en un par de brazos fueron arrastrados fuera de la habitación. El horror nació en sus ojos cuando observaron la estancia en donde su madre había sido violada y ahora yacía muerta con el rostro irreconocible por los múltiples y brutales golpes recibidos hasta que todo oxigeno desapareció de su sistema.

La repugnante imagen llevo a uno de los hermanos, Jean, a vaciar su estómago; la mezcla líquida de comida ligeramente digerida junto a los jugos gástricos cayó sobre su raptor, el maloliente y agrio olor produjeron el asco e ira en el hombre quien con una fuerza brutal tiró al niño en sus brazos contra el suelo. Por otro lado, Zēüs había previsto las intenciones del hombre y entre forcejeos logró proporcionar un fuerte mordisco a su propio captor obteniendo la libertad por el tiempo necesario para chocar con todo su cuerpo la parte posterior de la rodilla del hombre que estaba por acertar otro golpe contra su hermano. Hacer tambalear al más alto solo provocó que la dirección de aquel puño cambiara de dirección y fuera él quien recibiera toda la ira del adulto.

— Fils de pute! ¿Te crees un héroe? Observa como mato a tu hermano y eres incapaz de salvarlo.

El sudor frío provocó un escalofrío en todo su cuerpo, el terror se reflejó en su rostro no solo por las palabras del hombre sino también por lo que aquella mirada gris transmitía; la tortura de su hermano mientras agonizaba hasta llegar a la muerte fue lo que observó en esos orbes enfermos de locura típico de un psicópata. Ni notó el terrible dolor que abarcaba la gran parte del costado derecho de su rostro debido al puñetazo; en su ojo derecho ya no existía el blanco característico, este había desaparecido bajo un manto rojo y el iris azul con pintas grises saltaba en medio de la sangre.

La cabeza de su inconsciente hermano fue alzada y la locura en el rostro del hombre avisó su intención de estrellar el angelical rostro contra la dura tierra. Sin embargo, dicha intención fue interrumpida por un ensordecedor grito del único niño consciente en el lugar, el sonido era prolongado y desgarrador, incluso su propia garganta sufría, resultaba molesto para ambos adultos, por ello, el acompañante que había mantenido su postura hasta ahora fue el encargado de acabar con tal molestia.

Lamentablemente para ellos, esa intención quedó a un lado cuando la tierra empezó a sacudirse con una fuerza y rapidez de vértigo. El suelo empezó a agrietarse y el típico sonido de algo rompiéndose se mezcló con el horroroso grito, la luna fue opacada por la oscuridad y la paranoia creció en ese ambiente de pesadilla. Todo cesó en un segundo, el silencio reinó mientras un pequeño cuerpo caía en la inconsciencia y la verdadera pesadilla comenzó.



ᴇɴɪɢᴍᴀ ᴅᴇꜱᴄɪꜰʀᴀᴅᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora