ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ

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"𝔗𝔢𝔪𝔢𝔯 𝔞 𝔩𝔬 𝔡𝔢𝔰𝔠𝔬𝔫𝔬𝔠𝔦𝔡𝔬 𝔫𝔬𝔰 𝔭𝔯𝔦𝔳𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔟𝔢𝔩𝔩𝔬 𝔡𝔢𝔰𝔠𝔲𝔟𝔯𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬"


En algún recóndito pueblo de la Francia de 1995, la tarde sombría cubierta con un manto gris de nubes no resultaba impedimento para la bella castaña; que presumía unos tiernos ojos, nariz pequeña y perfilada junto a unos labios ovalados y tentadores; sus justos 1.72 metros hacían el juego perfecto con su delgada y contorneada figura; rondaba los veintiochos años de vida, lastimosamente dicha vida no la recompensó de la mejor manera y los harapos que llevaba puesto eran prueba de ello. Su forma de vida no fue la mejor de todas y sus métodos de sobrevivencia no siempre fueron justos, pero las justificaciones propias mantenían a su corazón y mente en calma.

Esa tarde como cualquier otra, tras salir de su mugriento trabajo con unas cuantas monedas en mano; compró la cena y la primera comida de ese día. Apresurada ante su tardar, decidió acortar su camino por el abundante bosque; no era su primera vez tomando ese camino para llegar a su hogar, pero, extrañamente, cuando la redonda y fría luna alumbró su camino se halló perdida entre el espesor de la oscuridad y los sinfines de árboles. Anduvo probando suerte de hallar un retorno al pueblo dejado atrás, pero no funcionó de nada, cansada ya, se sentó y esperó a que un camino apareciera por sí solo. Una pequeña abertura se creó entre las nubes suficiente para que los rayos de luz de la Luna señalaran un sendero oculto, llamando su total atención.

Una sensación de pesadez crecía en su pecho a medida que daba un nuevo paso, la necesidad de correr incrementaba junto a su confusión por lo que estaba ocurriendo. ¿De dónde venían todas esas sensaciones? ¿Y por qué sentía que debía apresurarse? La Luna desapareció y ante su visión una imponente estructura yacía en el centro de todo, los árboles parecían admirar de la misma manera que ella el perdido castillo que había sido encontrado. Y por si no fuera poco, un potente relámpago cortó las nubes permitiendo a la densa lluvia caer sobre todo. No hubo más opción que resguardarse en el enigmático castillo.

Dentro del magnífico descubrimiento la penumbra reinaba y el tragaluz en el techo era lo único que proporcionaba algo de visión dentro de aquellas paredes; no había nada en dicha estancia, solo el vacío eco que resonaba con tan débil paso. De pronto, un grito la espantó y la llevó a doblegarse hacia adelante cubriendo con ambos brazos su cabeza en forma de protección, al alzar la mirada se dio cuenta que aquel alarido había sido producido por sí misma producto del susto recibido cuando unos fuertes aleteos de múltiples aves resonaron cerca de su oído. La realidad era que no había ningún otro ser vivo allí, o eso creía ella.

Un desgarrador llanto fue suficiente para hacerla saltar en su lugar, ya había obtenido los sustos necesarios para sentirse paranoica. Precavida, avanzó por el largo pasillo, el llanto no cesaba y, aparte de aquello, el silencio era el segundo dueño de todo ni la lluvia se atrevía a perturbarlo. Escena perfecta para que aparezca el asesino, ¿cierto?

Tristemente, aún no era momento.

Su alrededor cambió por completo, esta vez toda estructura perfectamente hecha había desaparecido y las ruinas eran la nueva escena; la vegetación se había adueñado de algunas columnas intactas y del resto del suelo y bloques caídos, el techo en forma de tazón seguía intacto y las columnas principales que lo sostenían también, tuvo que saltar algún que otro escombro mientras el llanto era un eco incesable que se perdía en las profundidades de dichas ruinas. Al final del largo espacio, una gran puerta natural se alzaba al frente con firmeza hecha con gruesas rocas oscuras. El llanto fue más fuerte a medida que avanzaba y en cuestión de pasos se halló dentro de una enorme cueva, esta estaba llena de agua cristalina que adoptaba un tono verdoso gracias a las piedras en el fondo, en el centro de todo, en una pequeña isla, un frondoso árbol con pétalos rosados era bañado por la luz de la enorme y redonda Luna que resplandecía desde el tragaluz circular; adueñándose de toda atención.

El llanto había cesado repentinamente dejando únicamente uno que otro gimoteo y balbuceo, se acercó a la isla y ante sus ojos un pequeño cuerpo yacía allí sobre el verde pasto perfectamente cortado como si hubiera sido podado hace poco. Los ojos de la mujer se cristalizaron y se volvieron tiernos mientras entre sus brazos alzaba a la criatura, unos penetrantes ojos azules la recibieron con tanta intensidad que su respiración se cortó por un fragmento de segundo; juró que los había visto brillar, pero eso era imposible...

¿No?

Sin embargo, su atención fue robada por un susurro, ¿o fue solo su imaginación?

— Zēüs.



ᴇɴɪɢᴍᴀ ᴅᴇꜱᴄɪꜰʀᴀᴅᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora