Llegaba tarde, aunque eso no era ninguna novedad en Amelia Ledesma. Por mucho que intentara ser puntual, acababa retrasándose. El universo conspiraba contra ella. Hoy se había levantado puntual, había terminado de hacer la maleta que se llevaría para pasar el fin de semana y había dejado preparada toda la comida de Scar. Además, le dejó una copia de las llaves a su vecina Ana para que pudiera echarle un ojo durante su ausencia. Salió de casa y se dirigió a El Asturiano, donde la esperaban para desayunar.
-Buenos días – saludó al ver a María y Luisita, se sorprendió ver que no era la última - ¿Y Gonzalo?
-Se le han pegado las sábanas, como a ti – respondió María que no era muy amiga de la impuntualidad.
-Aunque no te lo creas venía bien de hora, pero traigo el coche y ya conocemos los aparcamientos en esta maravillosa ciudad – explicó con ironía.
Pidieron el desayuno mientras esperaban al chico e iban haciendo una lista de la compra con lo necesario para pasar el fin de semana. De momento, solo habían apuntado lo más importante “Cervezas, ginebra, ron…”. Manolín les sirvió lo que habían pedido, ahora que había terminado los exámenes le tocaba echar una mano en el bar. Mientras ponía el desayuno, aprovechó para hacerle algún que otro comentario adulador a Amelia ante las miradas reprobadoras de sus hermanas. Gonzalo llegó diez minutos más tarde cargado con su maleta.
-Buenos días, reinas. ¿Estáis preparadas para pasar un fin de semana conmigo? – preguntó entusiasmado, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Me parece a mí que a este no se le han pegado las sábanas, precisamente – dijo Luisita perspicaz.
-Si, se ve que viene con las pilas bien cargadas – siguió Amelia. Gonzalo era transparente, se podía ver desde lejos que estaba feliz. Eso era algo que tenían en común Luisita y él, todo se les reflejaba en la cara.
-¿Has dormido bien? – era ahora el turno de María que sonreía ante la felicidad de su amigo.
-Estoy taaaaaan contento que no me importa que intentéis sonsacarme – respondió el aludido.
Pasaron el resto del desayuno hablando de lo bien que les había caído Javi e intentando que Gonzalo le contará un poco como iba su relación, si habían hablado o concretado algo, a lo que el chico decía que solo eran amigos. Se despidieron de Manolín y Pelayo y pusieron rumbo al coche, cargados con sus macutos para salir cuanto antes. La casa de Gonzalo estaba en un pueblo cercano, tardarían poco menos de una hora, pero una vez allí tendrían que ir a comprar por eso habían quedado temprano. Querían tenerlo todo listo para la hora de comer. Sobre esa hora llegaría Ignacio que trabajaba hasta las dos de la tarde y había decidido ir en moto. María se había negado a esperarlo “el motero es él. Si me pasó yo una hora en la moto, cuando llegué me tengo que acostar” había dicho. Así que ahora estaban los cuatro listos para salir con Amelia conduciendo y Gonzalo de copiloto.
-Eso es machista – protestó María al verlo elegir asiento.
-Es que tengo las piernas más largas – se excusó con falsa inocencia.
-Y la cara más dura – respondió Luisita, provocando las risas de las demás. En realidad, a ella le daba igual, ir detrás le daba la posibilidad de echar un sueñecito si se le antojaba.
Amelia puso la dirección en el GPS antes de salir, no quería equivocarse y tomar algún desvío inadecuado. Era un poco torpe con las direcciones. Se pusieron en marcha y en el reproductor del coche empezó a reproducir Respirar de Bebe.
-Ay dios mío, que depresión – se quejó Gonzalo.
-Es mi Spotify que se conecta solo, coge mi móvil y pon lo que quieras – contestó Amelia, señalando su bolso. El chico obedeció.
ESTÁS LEYENDO
Si bastasen un par de canciones
RomanceLuisita y Amelia se conocen en la actualidad... ¿será más fácil su historia?