Capítulo 19: La confidente

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Había quedado con María. Tenía que poner al día a su hermana de todo lo que había visto la noche anterior, además necesitaba decir en voz alta todo lo que sentía y que alguien la escuchara. Estaba harta de darle vueltas al tema, de hablar con Leonor dando rodeos para no decir nombres y sin querer dar una pista de todo lo que pasaba por su cabeza. Necesitaba expresarlo en voz alta y necesitaba hacerlo con María, seguramente acabaría dándose cuenta de que no haberlo hecho antes era una tontería, pero así era ella. Cabezota.

La esperaba para tomar café, habían quedado en una cafetería cerca de la Plaza de los Frutos que tenía un parque al lado, así Ciriaco y Catalina podrían jugar mientras ellas hablaban tranquilas. Ignacio no podía acudir, se había ido a ayudar a doña Pía a montar un par de muebles y, casualmente, María no podía acompañarlo porque ir con sus hermanos era más lío que ayuda. A veces, cuidar de Ciriaco y Catalina era todo ventajas, Luisita lo sabía bien.

María apareció quince minutos tarde, algo inusual en ella que era la reina de la puntualidad, pero decidió no tenérselo en cuenta. Salir de casa con sus hermanos siempre era una tarea dura.

-Hola, ¿cómo os estáis portando? - preguntó saludando a los pequeños.

-Muy bien, María nos va a invitar a merendar y todo – explicó Catalina muy orgullosa. Luisita cuestiono a su hermana mayor con la mirada. No terminaba de creérselo, parecía que habían cambiado a sus hermanos por otros.

-Bien, de momento, bien. Le voy a tener que dar las gracias a Manolín por llevarlos a la piscina porque siguen tan cansados que apenas hablan – respondió María.

-Es que ya son mayores, el otro día conmigo también se portaron muy bien – dijo premiándolos.

-Pero porque estaba Amelia - respondió Ciriaco con naturalidad.

-Anda, fíjate, eso no me lo habíais contado - se sorprendió María mirando directamente a Luisita.

-Se les habrá pasado...

-Y a ti también se te ha pasado – la acusó.

-A mi... - resopló, no sabía cómo continuar – Tengo muchas cosas que contarte.

-Ya me doy cuenta, ya. Venga, ir al parque a jugar un ratito y ahora os avisamos para que merendéis.

Dicho y hecho, Catalina y Ciriaco salieron corriendo como alma que lleva el diablo y María se volvió sonriendo hacia Luisita.

-Mama y papá dirán que todos hemos sido iguales y lo que quieran, pero las generaciones pequeñas han venido más fuertes.

-Ya te digo, yo creía que Manolín nos superaría a todos, pero Ciriaco cuando se pone...

-Le gana y eso que ha estado tranquilito. Aunque claro, ayer piscina y el otro día al parque con las bicis y Amelia... - dejó caer María con mucha intención.

-Ay, María – gimoteó la rubia – No sé ni por donde empezar.

-Caramba Luisi, ni que hubieras matado a alguien. Yo solo quiero que me cuentes como ha sido el proceso que ha llevado a mi hermana a besar a una chica, pero antes de nada quiero que me resuelvas una duda que no me deja dormir por las noches – intentó bromear, aunque era algo que la inquietaba.

-Dispara.

-¿Por qué has estado hablando con Leonor y no conmigo? – preguntó curiosa, necesitaba saberlo. Ellas siempre habían sido uña y carne, por lo que al principio no entendió muy bien que la dejase fuera.

Lusita rio. No imaginaba que saliese por ahí, pero conociéndola tampoco la sorprendía. María siempre había sido su confidente, su hombro, su paño de lágrimas. La que había escuchado todas sus historias, desde la primera a la última y a la que había recurrido incluso cuando creía que no se merecía tener su apoyo.

Si bastasen un par de cancionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora