La historia

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Me gustaría aclarar que el primer párrafo es parte de una historia de Bécquer porque este relato era un trabajo del instituto en el que se tenía que crear una historia a partir de ese párrafo.

Yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia; lo que puedo decir es que en su fondo hay una verdad, una verdad muy triste, de la que acaso yo seré uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación.

Puede que lo que me pasa sea fruto de ella, pero, no sé por qué, cada vez que evoco ese aciago día en el que la historia me fue narrada, me dirige un pesadumbre que jamás pensé que podía tener, y esa atroz sensación de estar siendo acosado se agudiza más con cada día que pasa. Mis pensamientos se dirigen a extravagantes creencias que mi ya débil cerebro no deja de creer. Puede que esa perversa historia sea acarreadora de grandes infortunios que me acaben llevando a los brazos de la Parca, a la que intuyo con su gélido aliento en mi nuca, siempre atenta. No lo sé, solo siento la sensación de la maldad siguiéndome a cualquiera que sea el lugar, enloqueciéndome con sus voces infernales, susurrándome todas la vilezas de las que son capaces, me dirigen a la locura solo por saber aquella historia que carga con pesar un trágico destino, ahora buscándome.

Siento que no puedo más, mi cordura no aguanta, y ahora no solo les escucho, les veo mofándose de mí, con sus amorfas caras y sus ojos, que revelan su enloquecedora naturaleza, me instigan, me animan a cometer fechorías que no puedo retener, siempre se conjuran en mi cabeza. Desesperanzado, atisbo el puente y me acerco. ¿Es cosa mía o es todo más lóbrego? Ya no soy capaz de sentir felicidad o esperanza, solo cólera, soledad y crueldad, emociones que no dejan de aumentar a cada día, ya ni me fío de mi mismo. Me subo a la nívea barandilla, desesperado para no verles ni escucharles más, solo quiero escapar de ellos. Respiro acompasadamente. No le contaré a nadie la historia, no quiero que sufran estas desdichas. Debo apresurarme, no venga alguien. Me dirijo al vacío que el puente me ofrece, doy unos pequeños pasos y me dejo caer, pero, en un momento de lucidez, me doy cuenta que esto es lo que querían. Nadie puede oír mis gritos mientras me precipito al vacío.


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