Tormenta divina

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Trafalgar Law esperaba cabizbajo en la puerta del despacho de sir Crocodile, sin entrar aún, sentado en una silla de plástico de color blanco y sin reposabrazos. Sobre su regazo, la mochila y sus manos entrelazadas, temblando. Nunca le habían castigado, de hecho, nunca le habían transmitido ni una pequeña queja. Law era bueno con los estudios, era un estudiante modelo se podría decir.

Y casualmente, la primera vez que acudía al despacho de algún profesor, era el de sir Crocodile. Todos en el instituto conocían a ese hombre, pues era temido por sus terribles exámenes que hacían que los alumnos se devanasen sus sesos para sacar un mísero suspenso con una nota no muy superior al cuatro. Pero Law no. Él era buen estudiante y de hecho, la materia de Crocodile era de su interés, por lo que se esforzaba más de la cuenta y siempre solía sacar un notable alto, o a veces, un sobresaliente.

Los pasillos estaban vacíos, no quedaba ningún alumno y sólo algunos profesores, pero Law lo prefería así para que nadie viese la vergüenza que representaba estar allí sentado. Pero la verdadera vergüenza la había pasado en clase al tener ese sueño. ¡Si había sido tan real! Hasta su corazón latía desenfrenado cuando Kid pasó sus dedos por la cintura para atraerle, o cuando estaban tan cerca sus labios que casi se rozaban. Pero sólo había sido un sueño...

–Trafalgar –le llamó el profesor desde la puerta de su despacho, pues el moreno estaba tan sumido en sus pensamientos que ni se había percatado que ésta se había abierto–, entre. Su padre vendrá en un momento.

El muchacho tragó saliva y obedeció, pero sentía que estaba entrando a la boca del lobo. Y él no era más que un simple corderito. Ambos se sentaron, Crocodile en su enorme silla de profesor tras el enorme escritorio de profesor, lleno de papeles y folios, documentos administrativos y exámenes por corregir. Ese hombre de verdad que estaba ocupado. Law, por su parte, se sentó en una de las sillas que había delante de la mole de madera algo picada. Después de un largo silencio, que al chico sólo le puso más nervioso, el mayor comenzó:

–Trafalgar –y éste dio un leve respingo de la sorpresa, pero no se atrevía a apartar la mirada de sus pies–. ¿Qué es lo que le sucede? –ahora sí que lo miró atónito. ¿Es que se había dado cuenta de que...?–. Desde que ha empezado el curso, está más distraído, y sus notas se han resentido. En el último examen que hizo, por ejemplo, sacó un 6'75 cuando su media está en un 8'5. ¿Tiene problemas en casa? ¿Hay algo que le preocupa? ¿Las pruebas de acceso a la universidad, tal vez? –su voz sonaba dura y fría, pero con un atisbo de preocupación. Bueno, a fin de cuentas era su tutor ese año. Y aunque Crocodile pusiera unos exámenes increíblemente complicados, todos sabían que, en el fondo muy en el fondo, era un buen hombre.

–Y-Yo no... –tartamudeó el tatuado con torpeza–. No me pasa nada, sir C-Crocodile.

–No me gusta que me mientan, Trafalgar –acotó el moreno, pues se veía a la legua que Law le estaba mintiendo–. ¿Ha sucedido algo con su padre? –preguntó. No lo conocía, pero había oído que era un tipo muy extravagante.

–N-No –contestó el niño, las cosas con su padre marchaban bien–. De verdad q-que no me ocurre nada, sir Crocodile...

El profesor iba a replicar cuando llamaron a la puerta. Genial, su padre había llegado. Y el moreno se encogió todavía más, parecía un cachorrillo apaleado.

–Adelante –dijo el moreno con voz queda, y la puerta se abrió dejando ver a un rubio alto y fuerte, imponente, con un curioso traje azul cobalto bien ajustado y una camisa de un rosa chicle horroroso. Pero lo más horroroso de todo eran esas gafas de sol, rosas también. Ya sabía que ese hombre era extraño... Pero no se esperaba eso–. Siéntese, señor Donquixote.

–¿Qué ha pasado, Law-chan? –saludó el rubio a su hijo, sentándose a su lado y revolviéndole los cabellos graciosamente, algo que sabía que el moreno detestaba.

Rocker's romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora