El beso

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Los muchachos entraron en el apartamento, dejando los zapatos en el hall para no manchar el piso de barro. Tras un breve pasillo, llegaron al salón, la habitación más amplia de la casa. No era muy grande, pero el piso en sí no lo era. Serían unos 50m2, que para dos personas se hacían algo escasos, pero podían vivir. El pasillo continuaba hasta la cocina, dos habitaciones y, al fondo del mismo, el cuarto de baño. Apenas entró en el salón, Trafalgar supo que allí vivía Kid. Era una sensación extraña, pero se notaba en el ambiente. Todo estaba impregnado de su olor, ese característico aroma a desodorante deportivo que, aunque sonara extravagante, le gustaba sobremanera.

El salón se iluminaba naturalmente gracias a dos enormes ventanales en una de las paredes, pero como el día era tan gris, apenas entraba luz. El suelo de madera permanecía en toda la vivienda, y las paredes eran grises, lisas, sin ninguna diferenciación. Se notaba que era un piso de protección oficial. Un sofá de dos plazas y un sillón de color aguamarina resaltaban sobre aquella monocromía artificial, colocados delante de una pequeña mesa de té prefabricada con varias tablas de madera barnizada y unos bloques de hormigón, sobre la que descansaban varias revistas automovilísticas. La televisión, en cambio, sí que era de un tamaño considerable, situada encima de un aparador de madera de estilo retro con las esquinas redondeadas y varios cajones correderos. Al lado, colgadas en la pared, unas baldas de madera a juego con la mesita de té sostenían algunos libros y fotos. En el otro extremo, al fondo de la sala, una mesa de madera cuadrada con cuatro sillas sin decoración alguna. Y en una de las esquinas, resaltando sobre aquel marco algo triste y desangelado, la guitarra de Kid, esa joya azabache, brillante como un diamante. Law lo sabía, era la posesión más preciada del chico.

–Voy a preparar el baño –comentó el pelirrojo–. Te traeré también una muda limpia para echar esa a lavar –y el niño se perdió por el pasillo dejando a Law en el salón.

Sólo en la habitación, el tatuado se acercó al ventanal y dejó la mente en blanco mientras veía la lluvia caer. Los golpes de las gotas contra el cristal eran de lo más relajante, y por un instante, se imaginó acurrucado bajo una manta en el sofá al lado de Kid. Un rubor acusador apareció en sus mejillas, e internamente se reprendió. Habían ido allí a practicar con la guitarra, no a hacer manitas. Law se mordió el labio inferior conteniéndose, ojalá tuviera la oportunidad de sentirse, aunque sólo fuera por un instante, el centro del universo del rockero. Ojalá pudiera ser el centro de atención de Kid. ¿Cómo podía gustarle tanto? Trafalgar intentaba buscar una explicación lógica a sus sentimientos, pero simplemente no la encontraba. Eustass Kid era la perfección personificada, era alguien realmente especial. Igual no se medía dentro de los parámetros comunes y sociales que podían establecer la belleza, igual tenía un carácter algo duro, y desde luego que esa música que escuchaba provenía del mismísimo Infierno... Pero aun con todo, era perfecto a ojos de Law.

Había sido su primer amor, y el moreno juraba día tras día que sería el único. Porque esto que sentía era amor, debía serlo. Esa necesidad de verlo, esa necesidad de escucharlo y estar a su lado, esas ganas locas que tenía de perderse entre sus brazos y fundirse en un caluroso abrazo. Y si pudiese besar sus labios... Si pudiese, aunque sólo fuera un pico, un mínimo roce, sería inmensamente feliz. Trafalgar ya no necesitaba nada más. Era evidente que eso era amor, ¿no? No podía ser otra cosa.

El chico de sus sueños interrumpió, casualmente, la ensoñación del moreno con él.

–¿Por qué no te has quitado el abrigo? –preguntó el pelirrojo, pues Trafalgar aún seguía con la húmeda prenda puesta–. No te cortes, tú como en tu casa –le sonrió, y al tatuado se le cortó la respiración–. Toma, te he traído este chándal para que te cambies después de ducharte. Es mío, así que te irá un poco grande, pero no tenía otra cosa.

Rocker's romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora