K.O.

657 56 24
                                        

–¡E-Eustass-ya...! –gimoteó Law de nuevo, pues era lo único que salía de su boca desde hacía un buen rato–. ¡E-En la oreja no...!

Por mucho que se revolviese, el moreno no conseguía zafarse del abrazo de Kid. Aunque en realidad tampoco luchaba con mucha insistencia, más bien intentaba mantener la compostura a pesar de haber perdido ya el sentido del espacio y del tiempo. A cada beso, a cada caricia del pelirrojo, Trafalgar se perdía más y más en el mundo hasta ahora desconocido del placer carnal. Pero no podía evitarlo, Kid era... Kid era maravillosamente maravilloso.

El tatuado, completamente desnudo y tumbado sobre la cama del rockero, se agarraba como podía a las sábanas y al almohadón, que para incitarle más aún, estaban impregnadas con el aroma de Kid. Por su parte, el pelirrojo, también desnudo, estaba tumbado a su lado, de perfil, sujetando a su fantástica presa por la cintura mientras atacaba con su experta lengua una y otra vez. No pensaba darle un respiro.

El húmedo músculo se paseaba con total libertad por ese largo cuello de cisne del que hacía gala Law, sin atreverse a cometer la osadía de marcarlo como a una vulgar pieza de ganado, deslizándose también por la oreja temblorosa y adornada con dos brillantes aros de oro, que tintineaban al contacto con ésta. Y cada vez que Law la notaba, cada vez que Law la sentía, se estremecía de placer entre los fuertes brazos del pelirrojo, quien atacaba de nuevo y con más insistencia al percibir así al moreno.

–Joder... Trafalgar –comentaba Kid cuando la pelvis del tatuado se movía inconscientemente y se frotaban sus miembros, erectos ambos y sin recibir atención alguna, situación que no podrían mantener mucho tiempo, por lo menos Kid–. Eres delicioso...

Ante ese comentario claramente con doble sentido, Law no pudo más que ponerse rojo como un tomate y dejar que los finos labios del pelirrojo le besasen con ese ímpetu y esas ganas que le caracterizaban. Porque en verdad que Kid lo estaba devorando, se lo estaba comiendo con patatas y salsa barbacoa. Trafalgar rodeó con sus temblorosos brazos el cuello del rockero, mostrándole que se entregaba a él, que lo tenía a su merced. Y era cierto, porque Law no quería otra cosa que estar con Kid aunque tuviese que hacer cosas para las que nadie le había preparado... Pero Law estaba dispuesto a todo con tal de hacer feliz a Kid. Si su padre se pasaba horas y horas encerrado en su habitación con sir Crocodlile... Tan malo no podía ser, ¿no?

Pero de la teoría a la práctica hay un trecho.

–Joder... No aguanto más –dijo el pelirrojo claramente sofocado, había llegado a su límite.

Trafalgar puso cara de no entender cuando el muchacho se levantó de la cama y rebuscó entre su cómoda una pequeña caja de cartón escondida bajo su ropa interior. El moreno se incorporó y se sentó en la mullida superficie, tapándose pudorosamente con las sábanas su entrepierna, de la que ya salía líquido preseminal. Claro que se había masturbado pensando en Kid, pero imaginárselo y tenerlo allí delante eran situaciones completamente diferentes. El chico regresó de vuelta a la cama y descubrió el interior de la caja: varios preservativos, un bote de lubricante y un plug anal. Aunque claro, Law sólo reconoció los preservativos, puesto que el lubricante le pareció pomada, y del vibrador ya sí que no tenía ni idea.

Eustass se humedeció bien los dedos con el espeso líquido incoloro, y también lo esparció por el consolador de plástico. Éste tenía una extraña forma alargada pero cónica, de color violeta, y con un tope en la base. Una gota de sudor frío recorrió la espalda del moreno cuando vio que el pelirrojo lo embadurnaba de pomada. ¿Qué demonios iba a hacer con eso?

–Ponte a cuatro patas, Trafalgar –habló Kid con voz queda, intentando controlar sus impulsos. Se había propuesto hacer las cosas bien con Law, no quería joderla con él, así que por mucho que su polla le doliera y tuviera al moreno desnudo y a cuatro patas, totalmente expuesto en su cama, se controlaría–. Vamos a empezar.

Rocker's romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora