Running. Mario Götze

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Odio. Todo se resume en rabia y odio. Desde que decidí cambiar de equipo en Alemania, no he parado de recibir críticas e insultos, además de que los que una vez fueron mis aficionados, se han sentido decepcionados y han quemado mis camisetas, e incluso han decidido apodarme "Judas". 

Quise cambiar de equipo buscando más reconocimiento en forma de títulos. Para mí el dinero no lo es todo, pero yo solo buscaba ganar más títulos. No esperaba que todo el mundo lo entendiese, pero siendo tan joven, se toman decisiones que a la larga pueden ser equivocadas. Mi novia Ann y yo estábamos ilusionados con el cambio. Ella es modelo, y vivir en Múnich le hacía feliz, para ella todo era más fácil allí. 

Las cosas empezaron bien, ganando títulos, jugando y sintiéndome importante. Pero meses después el entrenador decidió que yo no formaba parte del sistema de juego que quería, y comencé a alternar el banquillo con la grada. Eso hizo que mi estado de ánimo empeorase, y pasase los días en casa ausente, sin prestar atención a las cosas. Cogí una rutina, y era salir por las tardes a pasear por el vecindario e ir a un parque cercano. 

Un día, iba caminando por el barrio, cuando me adelantó una chica corriendo. Ella tuvo que parar a unos metros delante de mí porque le dio un tirón, y salí corriendo dispuesto a ayudarle. 

-¡Espera, te ayudo a estirar!- Dije y ella se giró a mirarme. 

-Pero si es Mario Götze, la estrella estrellada. -Me dijo con ironía.

-Sí, soy Mario Götze, pero no es necesario que me digas esas cosas. Sólo pretendía ayudarte. 

-Gracias por tu ayuda, pero no es necesaria. Y solo constato un hecho, no se habla de otra cosa en la ciudad, ni en Dortmund. 

-Así que chica deportista, ¿eres una abejita amarilla?

-Qué va, soy fan del Bayern, pero estamos un poco disgustados en mi familia con tu situación. Esperábamos más de ti, la verdad. 

-Siento tanto defraudar a la afición -dije agachando la cabeza -pero no sabéis lo que sucede dentro del vestuario, ni cómo me siento yo. Hasta luego, runner. -Me voy sin mirar atrás, más triste que cuando salí de casa. 

[...]

Habían pasado dos semanas desde ese encuentro en el barrio, y hoy se celebraba una jornada de puertas abiertas, en las que los aficionados podían ver el entrenamiento, y después podrían recibir autógrafos y regalos. Éste es mi día favorito de la temporada, porque puedes estar muy cerca de la afición, y hacer felices a muchos niños y jóvenes. 

Lo di todo en el entreno, luchando cada balón, intentando demostrar al entrenador que estaba en forma. Y la hora de entrenamiento, entre gritos de ánimos y risas con mis compañeros, pasó mucho más rápido. Y por fin llegó el mejor momento: acercarse a la grada a regalar balones, firmar objetos y hacerse fotos. La verdad es que estaba muy emocionado, necesitaba un poco de cariño por parte de la afición. 

Comencé firmando varios balones y camisetas a unos niños. Después me desplacé a una esquina a la que aún no habían llegado. Un niño de unos 6 años me dio un pequeño peluche de Bernie, nuestra mascota, y un rotulador, para después esconder su carita con las manos. 

-Venga Klaus, dile a Mario lo que quieres. -Dijo la chica que lo acompañaba. Levanté mi mirada y pude ver que era la chica que me crucé en el parque, la corredora. 

-Hallo Mario, ¿puedes firmar la camiseta de Bernie, por favor? -Dijo el pequeño en voz baja. 

-Por supuesto Klaus. -Y le firmé la camiseta al muñeco. Se lo tendí, y entonces me dirigí a la chica. -Volvemos a encontrarnos, chica runner. ¡Qué sorpresa encontrarte por aquí! 

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