STEP - capítulo 3

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La cena se dio por terminada cuando los empresarios japoneses se hubieron acabado toda la comida y bebida que tenían delante, y mientras que ellos reían a carcajadas, parecía que Luhan estaba casi en coma, completamente borracho. El mánager japonés parecía estar muy interesado en Baekhyun, y lo mantuvo a su lado, junto con el traductor, y le hablaba sin parar mientras caminaban hacia la entrada del restaurante. Los directores de la empresa seguían adelante a pesar del cansancio, y continuaron hablando con entusiasmo con los japoneses. Kris, tan cansado como todos y algo achispado, sentía como si sus piernas fueran de mantequilla, pero ayudó a Luhan, que estaba tirado encima de la mesa, a levantarse cogiéndolo por el brazo y guiándolo hacia la puerta.

Apenas habían dado un par de pasos cuando Luhan empezó a tener unas violentas arcadas, y Kris lo llevó corriendo al baño. Arrodillado ante el váter, Luhan sólo vomitó alcohol, como si su estómago estuviera quejándose por no haber recibido apenas comida.

―Kris, ¿cómo está? ―preguntó Chanyeol, entrando al baño y mirando a Luhan, que seguía arrodillado e intentando controlar las arcadas.

―Id vosotros delante. Vivimos juntos, así que yo lo acompañaré a casa ―contestó Kris, mirando primero a Chanyeol y luego a Luhan, preocupado.

Chanyeol los miró a los dos y entonces se giró para mirar hacia fuera.

―De acuerdo ―dijo―. ¿Tenéis suficiente dinero?

―Sí ―asintió Kris, sin mirarlo. Chanyeol dudó durante un par de segundos antes de sacar su cartera y coger un billete, para dejarlo junto a Kris y marcharse corriendo.

Kris se levantó y fue corriendo al comedor privado para ponerle un vaso de agua a Luhan. Al volver al baño se lo dio para que bebiera y lo sujetó mientras se enjuagaba la boca. Kris miró la hora: eran las 10:40.

La lluvia no dejaba de apretar, y para cuando Kris salió del restaurante sujetando a Luhan, ya era completamente imposible dar un paso en la calle si no llevabas un paraguas. Justo enfrente del restaurante había un Buick negro aparcado, cuya ventanilla se abrió, apenas una rendija, y Kris vio una mano que les hacía señas para que se acercaran. Se sorprendió de que los de la empresa hubieran sido tan amables de darse cuenta de que se habían quedado atrás y dejarles un coche. Kris abrió la puerta a trompicones y se las apañó para meter a Luhan en el coche mientras la lluvia lo empapaba, y él entró después, cerrando la puerta tras de sí.

La carretera pasaba a toda velocidad por la ventanilla, y Kris presionó la palma de su mano sobre la frente de Luhan, mientras se preguntaba en silencio si quedaría algún medicamento para la fiebre sin caducar en su casa. Sacó el móvil para llamar a Yixing.

Junto a él, el móvil de Luhan empezó a sonar; y al otro lado de la línea nadie cogía la llamada. Metió la mano en el bolsillo del pantalón de Luhan y sacó el teléfono: el Lenovo blanco de Yixing. Yixing debía de haberse dejado el móvil olvidado en su habitación otra vez, y Luhan lo había confundido con el suyo.

Así que lo intentó otra vez, llamando al número de Luhan esta vez, y por fin respondieron a la llamada: en efecto, lo cogió Yixing.

―Hey, Yixing, Luhan cogió tu móvil por error ―dijo Kris.

―Ya… ¿cómo estáis? ―dijo Yixing, al otro lado de la línea.

―Ya te lo diré cuando lleguemos a casa ―contestó Kris, masajeándose las sienes, la cabeza le dolía de todo el alcohol que había bebido―. ¿Tenemos medicina para la fiebre y para la resaca en casa? Si no, tendré que ir a comprar.

―Sí que tenemos, ¿qué ha pasado? ¿Le ha subido la fiebre a Luhan? ―en su voz se reflejaba claramente su preocupación.

―Abre las ventanas para que se airee la habitación, y prepara algo de té ―dijo Kris, frunciendo el ceño y comprobando el dinero que llevaba en la cartera.

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