Sólo caigo

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Era de noche, hacía frío. La lluvia me mojaba el rostro y una brisa nocturna me hacía ondear el cabello.

Una lágrima me resbaló por la mejilla y surcandome el rostro, llegó a mis labios. El frío asfalto se me pegaba a un lado del rostro mientras la humedad y el frío de la noche inundaba mi cuerpo. Apenas alcanzaba a ver nada, y notaba un sabor metálico en la boca, seguramente sangre. Sentía el cuerpo entumecido y no me podía mover, apenas podía respirar de forma continuada.

Empecé a oir las sirenas de las ambulancias que venían a socorrerme, y oí voces desesperadas a mi alrededor, entre ellas distinguí la de mi madre;

-¿Está bien? ¿Se pondrá bien? Oh Dios mío, mi pobre hija... ¿Va a morir?-. Eso mismo me preguntaba yo. ¿Moriré?

-Todavía no lo sabemos señora, veremos lo que podemos hacer, pero me temo que está gravemente herida-. Ese debía de ser el de servicios de emergencia.

De repente, empecé a escuchar un fuerte pitido que me mareó y me obligó a cerrar los ojos. La cabeza comenzó a arderme y me hizo perder la concentración.

Las voces se fueron apagando poco a poco hasta que lo único que pude oir fue el lento latir de mi corazón.

De repente, ya no oigo nada, solo me siento caer al vacío, sin nada que me frene, solo caigo y caigo hacia el infinito, hasta que al final, la oscuridad me rodea y no veo nada, ni siento nada, ya no siento nada...

Alas de humo negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora