RELÁTAME

Reto #4 (El deseo de Ramen)

RETO:

 Contar una historia a través de un personaje secundario, y además en un entorno de fantasía.

Veía a la joven madre apretar a la niña contra su pecho. La pequeña no tendría mas de un año; era rubia y de mejillas rosadas, preciosa y tan dulce como la miel de las Canarias.

-No puedo-decía la mujer-Sé que hice una promesa, que te di mi palabra pero, no puedo. No sé cómo, no quiero.

La bruja, de ondulante cabello rojo y ojos ambarinos estaba a unos pasos de ella. Tenía un rictus amargo en su boca y una mirada amenazadora en sus ojos extraños.

-Mis dones tienen un precio, Angelique. Uno que tú dijiste pagarías llegada la hora. No puedes retractarte ahora cuando has recibido de mí lo que más anhelaba tu alma, dame ahora lo que la mía añora.

Angelique bajó la cabeza mientras negaba una y otra vez, con una vehemencia y dolor que a los ojos de Grisell, estremecería hasta al más frío hombre.

-Por favor-comenzó a rogar-Ten misericordia. Pídeme otra cosa, lo que sea que quieras de mis bienes te daré, pero no me arrebates a mi niña. No a mi Lorelei.

La madre empezó a llorar haciendo que a su vez llorara su hija. La escena era tan desoladora que aun la luna parecía haberse entristecido y ya no se veía en la noche, escondida entre nubes de tormenta.

La bruja seguía inmutable. Había en sus movimientos un deseo voraz; rodeaba a madre e hija como si fueran una suculenta presa a probar. Grisell podría jurar que se relamía.

-Eras tan estéril como una roca. Tan seca por dentro como un pedazo de tronco a la intemperie. Viniste a mi rogando por hijos para darle a quien amabas, y accedí Angelique, te di cinco. El trato era claro, el último sería mío. No quedan entre tú y yo mas palabras que el acuerdo firmado con tu sangre. Ahora , despídete de la niña y entregamela.

La rota mujer se puso de pie con Lorelei en brazos. Miró su carita inocente, acarició su frente, su cabello como trigo recién cortado, sus manitas que siempre trataban de alcanzarla.

Grisell no podía alcanzar a vislumbrar lo que sentía o pensaba, pero que sentimiento sino la agonía podía acompañar aquel acto, o que pensamiento más que la desesperanza, aun teniendo el consuelo de sus otros hijos. Quiso llorar pero como todas las brujas había olvidado como se hacia aquello, y era una pena, las lágrimas arrastraban consigo lo que brotaba de las heridas internas; mejor el agua que la sangre.

Angelique inspiró llenando de aire sus pulmones y a su espíritu de fortaleza, y comenzó a avanzar lentamente hacia la bruja que aguardaba impacientemente por su pago.

Cada paso que hacia crujir el suelo de madera de esa cabaña anidada en el medio del bosque parecía más lento que el anterior. Aquello más que un caminar parecía una procesión, cada pisada de resignación, una huella imborrable.

Cuando la mujer llegó a la bruja, Grisell contuvo el aliento.

-Deshazlo.

Grisell se giró hacia su compañera.

-Me pediste ver lo que pasaría Ramen, y te lo estoy mostrando.

-Lo sé-dijo la bruja mirando su propia imagen reflejada en aquel caldero mágico-Pero me irritan los lloriqueos de esa mocosa. Ya sabía yo que no cumpliría con facilidad, le vi la debilidad en los ojos.

Grisell encogió los hombros como toda respuesta y con un movimiento de su mano deshizo la imagen en su caldero.

Ramen, Ramen, se las daba de bruja oscura pero aun había un retazo de luz vibrando en su ser. Por eso es que siempre prefería ver los tratos antes de pactarlos. No porque no quería perder el tiempo, como decía ella, sino porque no quería lidiar con los sentimientos que se le removían entre sollozos y ruegos.

-Tu deseo se cumplirá, Ramen. Y no te lo digo como bruja adivinadora sino como mujer. Tu deseo de ser madre se hará una realidad.

La magia arrebataba la fertilidad de las brujas pero no sabía remover el anhelo más básico de todo ser vivo. Tampoco le importaba.

-Lo sé, Grisell-susurró ella y sonrió-Ahora muéstrame a la otra.