seis

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| 18 años |

   —Entonces repasemos esto, y quiero que de verdad seas sincera... ¿Estás segura de lo que vas a hacer?

Juliana apretaba sus manos con fuerzas mientras que observaba a Valentina quien caminaba por la habitación con nervios, escuchando como en la habitación de al lado sus dos hermanos mayores discutían por algo de lo que las chicas eran ajenas.

   —Si, estoy segura, debo decirles ahora. Eva pronto se irá por seis meses a trabajar en Estados Unidos, mientras que Guille irá de intercambio en su universidad al otro extremo de Australia. Será una de las últimas Ocasiones que estaremos juntxs, luego deberé esperar meses y yo ya me siento lista.

   —Pero Val, acabas de terminar con Ana como para ahora salir del closet. Tus emociones explotarán en cualquier momento... —Comentó Juliana, para luego arrugar su ceño—. Tu problema es que también estás obsesionada con Disney... Una Ariel y ahora un Ana como en Frozen, ¿Quién sigue? ¿Una Minnie o una Rapunzel?

Valentina dejó de caminar por su habitación y observó a Juliana con una mueca en su rostro por la estupidez que le escuchó.

   —¿Hablas en serio?

   —¿Me ves cara de comediante? —contestó Juliana arrugando su ceño, y lo mantuvo así mientras que Valentina comenzó a reirse a carcajadas en su lugar, notando la importancia del asunto para Juliana, Porque en serio creía que tenía una obsesión por Disney.

   —A ver, Juls. Por cosas así eres mi mejor amiga aún...

   —No, soy tu mejor amiga aún porque sigues siendo una terca de primera que necesita toda la atención posible, además que soy una de las únicas personas de tu circulo de amistades sin ningún personaje infantil de por medio...

   —¿De qué estás hablando? —preguntó curiosa Valentina, cruzándose de brazos.

   —Ya tuviste a tu Ariel y tu Anna como parejas. De amigxs tienes a Bella como la princesa, Tiana como esa princesa sapo, los hermanos Hans y Elsa como los de Frozen, Anastasia como la hermanastra de cenicienta y así. —se encogió de hombros Juliana luego de su explicación, observando como la expresión del rostro de Valentina cambiaba.

   —Oye, tienes razón... No me había dado cuenta. Eres muy analisadora, das miedo —y con su dedo indice, tocó la nariz de su amiga, para luego separarse con una sonrisa.

   —Ah no, aquí la que da miedo no soy yo, no confundas las cosas. —se defendió la pelinegra, haciendo que Valentina rodara los ojos.

   —Eres muy persuasiva, y esa es una cualidad común en los psicópatas... dejemoslo así. —concluyó Valentina volteándose sobre sus talones para volver a caminar por la habitación en busca de concentración para la gran revelación.

Finalmente le diría a su familia que le gustaban las chicas.

   —Ya, Val. Tranquila. —captó Juliana una vez más el estado nervioso de Valentina, que miraba el suelo mientras se paseaba por su habitación—. Todo saldrá bien. Tus hermanos te aman, te protegen y son los primeros en hacer una comitiva de seguridad cada vez que abandonan el hospital luego de que te sucede algo. Tus padres para que decirte. Siempre te apoyan, te protegen, te cuidan y te aman por demasiados motivos. Cumples en la escuela, no te metes en problemas y siempre les ayudas aunque estés expuesta a peligros. Podría decirte que sacrificas tu salud por la de tus padres y, por eso y mucho más, ellos te aman y dudo que lo dejen de hacer porque conozcan tu verdadera orientación sexual. Debes tranquilizarte y confiar. Es tu familia.

Valentina miraba a Juliana con mucha atención, captando cada una de sus palabras, notando toda la razón que tenía, la confianza que existía y cuanto la conocía. Juliana realmente apoyaba a Valentina en todo, era su mejor amiga, y siempre estaría con ella. Una prueba de la lealtad de Juliana y el cariño que le tenía a Valentina, era justamente ese momento, donde la acompañaría a decirle a toda su familia que era lesbiana.

   —Muchas gracias... —murmuró la rubia con sinceridad, dedicándole una gran sonrisa a Juliana quien asintió, comenzando a caminar hasta la puerta.

   —Para eso estoy, Val. Eres mi mejor amiga y siempre estaré aquí para ti.

Estuvieron en un silencioso e intenso contacto visual, por un minuto, hasta que Juliana se animó para abrir la puerta y dirigirse a las escaleras, seguida por Valentina, por supuesto.

   —¡Eva!, ¡Guille! ¡Necesito que bajen! ¡Reunión familiar! —gritó Valentina mientras descendía las escaleras siguiendo a Juliana, cuando escuchó como la puerta se abría, miró hacia atrás por un segundo, un segundo que fue vital.

En aquella distracción, Valentina pisó una de sus agujetas y cuando volvió su vista al frente, fue muy tarde, pues se resbaló y cayó, teniendo un efecto dominó sobre Juliana, a quién empujó sin querer para que ambas cayeran por las escaleras.

Juliana llegó de espaldas al suelo, con sus pies enredados y adolorida en sus rodillas por la caída, pero lo que más le dolió, fue cuando Valentina cayó sobre ella, chocando sus cabezas.

Valentina estaba más que adolorida, pues cuando cayó, su cadera había quedado atrapada en una de las maderas de la baranda. Cuando el lado derecho de su cadera había sido prisionero, su cuerpo y la gravedad, hicieron que siguiera su camino hacia adelante pero esta no era lo suficientemente fuerte.

Ambas amigas gritaban por sus dolores. Juliana por cara y Valentina por su cadera fracturada, ya la sentía así.

   —¡Juliana!, ¡Valentina! —chilló la madre de la castaña cuando vio el desastre de piernas y las lágrimas que estaban en los ojos de las chicas. Los hermanos de Valentina ya bajaban por las escaleras con sus teléfonos en mano.

Una nueva desgracia.

   —¡Val!, ¿Estás bien? —Preguntó Juliana a su amiga olvidando su propio dolor.

Valentina tenía los ojos cerrados con fuerza y negó con su cabeza preocupando a su amiga pelinegra.

Kisses, JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora