𝐶𝑖𝑛𝑐𝑜.

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Sophie Belfrey en multimedia.

—Vamos Bonn, despierta —Bonnie podía escuchar una desesperada y profunda voz a lo lejos, mas no responderle

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—Vamos Bonn, despierta —Bonnie podía escuchar una desesperada y profunda voz a lo lejos, mas no responderle. Intentó abrir los ojos en la primera oportunidad, pero sentía como si alguien hubiese puesto algo pesado en estos.

Cerró los ojos aún más al sentir un deje de dolor en la cabeza, casi como una migraña, y al cabo de unos largos minutos los abrió de a poco para no sentir tan fuerte el impacto de la luz. A medida que recobraba la consciencia, corrió su cabeza al sentir una mano tibia y aterciopelada, muy suave en su mejilla derecha antes de abrir por completo los ojos.

Y fue así como pudo llevarse la gran sorpresa que el dueño de esa mano era nadie más ni nadie menos que el odioso profesor de Literatura Romántica. El mismo al darse cuenta de que Bonnie era consciente de su presencia, sacó la mano lentamente con temor de haber sido descubierto.

—Profesor B-Bailley... ¿Q-qué hace usted aq-quí? —le cuestionó entrecortadamente a causa de tener la garganta seca por la falta de hidratación. El pareció darse cuenta de por qué tenía esa dificultad para articular las palabras adecuadamente, y le alcanzó un vaso de vidrio con agua.

Todo lo que Bonnie pudo hacer en su incomodidad fue asentir con la cabeza en agradecimiento, para luego beber de inmediato el contenido del vaso cristalino. Ya sea por la necesidad de aclarar su garganta, o por los nervios que la presencia de Aliastar le hacía sentir. Una vez que pudo percibir que tenía la garganta más fresca, se atrevió a hablar con más seguridad

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué hace aquí, usted? —soltó muy intrigada desde su camilla.

—Bueno, hola también —sonrió crédulamente. Cuando sonreía así era cuando más le provocaba a Bonnie unas ganas de pegarle una buena bofetada, por más que fuera uno de sus profesores, y su sonrisa fuera hermosa. —Alguien me notificó de una fiesta ilegal, y como siempre me llaman de broma para molestarme, tuve que comprobarlo por mí mismo. Una vez que lo vi llamé a la policía, y ahí fue cuando entré y te vi a ti casi en el suelo. Me sorprende, debo decir. Tu legajo habla de ti como la mejor estudiante, pero se ve que después de todo no lo eres. —Continuó, manteniendo los gestos burlones —quedaste inconsciente por algo que ingeriste, por eso estás aquí. —finalizó y se acomodó en su silla de visitas, como disfrutando las vistas.

Bonnie iba a seguir preguntándole para poder deshacerse de las dudas que la llenaban por completo, pero llegó una enfermera con una carpeta y papeles de lo que parecía ser su diagnóstico. Descaradamente ella le sonrió de manera coqueta al profesor sentando, mientras la joven confusa no hacía más que echar humos desde su lugar. Él le dio la atención que ella quería, guiñándole un ojo de manera coqueta también. «Maldito cabrón.» vociferó Bonnie mentalmente, rogando que termine todo el trámite rápido para poder irse a su residencia.

No sabía por qué se sentía tan molesta. Tenía muy en claro que el joven no era más que su profesor, pero por alguna razón desconocida para ella no podía evitar sentirse fastidiada con toda la situación. Con la intención de ponerle fin a todo ese circo de miradas, carraspeó su garganta para llamar la atención de ambos, ganándose una mirada de odio de parte de la embelsada enfermera.

The boy of hell ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora