𝑆𝑒𝑖𝑠.

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Sean Hiddleston en multimedia.

Acompañen la lectura con la canción que les dejé en la multimedia por favor ah.

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Un mes más tarde:

Pasaron treinta días de septiembre con una rapidez propia del agua de lluvia cayendo que marcaba la impetuosa llegada del otoño en las calles francesas, y Bonnie estaba profundamente a gusto: cualquier estación que no implicase altas temperaturas significaba su felicidad. Aunque si bien era una adoradora empedernida del frío que significaban aquellas fechas, en concreto esta etapa del año no era su favorita.

Su cumpleaños amenazaba con llegar, y le era indistinto otro año más de vida. Pero las jugarretas que su prima Freya le hacía con la intención de celebrar dicho acontecimiento a lo grande la tenían preocupada, y más aún porque compartían vivienda, lo que le ampliaba el campo de juego para sus bromas pesadas.

Sabiendo de antemano que cada fecha al lado de Freya traía una nueva sorpresa, la flamante cumpleañera decidió guardar bajo llave cosas que podían ser destruidas o desaparecidas ante los sucesos próximos que prometían desastre. Libros, joyas, cargadores y demás cosas quedaron en un compartimiento secreto con una cerradura que solo Bonnie conocía. Una vez que todo lo valioso estuvo seguro, se fue a dormir con una frágil sensación de confianza.

Horas más tarde y como regalo de cumpleaños de parte del universo pudo descubrir algunas cosas: primero, que estaba empezando a odiar severamente cumplir años. Segundo, la táctica de salvaguardar los objetos que le importaban fue una jugada maestra, llevándonos esto al tercer punto: la creatividad de su compañera de piso este año estaba relacionada con el agua. Ese sábado veintiséis de septiembre se hicieron las diez de la mañana, y una fuerte humedad en todo el cuerpo invadió a Bonnie de manera estrepitosa, causando que se caiga de la cama del susto.

Obnubilada momentáneamente, abrió los ojos al mismo tiempo que se impulsaba del mojado y frio piso con tanta rapidez que hasta a ella misma le sorprendió. Las babas le colgaban como un collar, y su pelo hecho un bollo enredado con mechones castaños sueltos a diestra y siniestra exponía que había dormido varias horas.

A medida que recobraba el sentido de la ubicación temporal y espacial, pudo notar que en su cuarto se encontraban sus ahora no tan adorados amigos, quienes tenían cubetas vacías en sus manos, una cada uno, y se reían fuertemente a costa de su sufrimiento. Este año Freya contaba con secuaces muy creativos y risueños.

—¡Hijos de puta! ¡¿Querían hacer el puto ice bucket challenge?! —gritó furiosa mientras escurría su empapado cabello con una brusquedad que parecía un perro con rabia. —Afuera todos, ni siquiera es gracioso.

Los empujó a todos fuera de su habitación, y comenzó a limpiar el desastre que no le correspondía, pero después de todo era su habitación, su privacidad, y siempre terminaba reparando los platos rotos de la gente que la rodeaba. Una vez que secó el piso y el agua estaba de vuelta en las cubetas, procedió a encargarse de la cama. Con la poca paciencia que le quedaba sacó desde las sabanas hasta las frazadas. La gracia de sus amigos le había costado tanto que el colchón parecía hecho de agua, y se vio haciendo cucharita con Freya mínimo una semana. O pidiendo un colchón nuevo como regalo de cumpleaños número diecinueve.

The boy of hell ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora