PARTE IV: La noche bajo las estrellas

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Nota: Originalmente esta historia iba a estar compuesta de sólo tres partes, pero he aquí hay una más como un pequeño regalito. Basada en cuando Anne por fin acepta a Gilbert y se vuelven una pareja formal.

Les agradezco un mundo a todos los lectores que pasaron por aquí. Espero podamos volver a leernos en otra trama. Un gran abrazo.

Belén

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El no haberle respondido "sí" a tiempo le había atormentado por meses, inclusive cuando creyera erróneamente en algún momento haber encontrado al hombre de sus sueños. Sin embargo, esto le había permitido al final escuchar a su corazón y con ello no tardó en llegar a la conclusión de que la felicidad siempre la había tenido a su lado, al alcance de su mano... en realidad con él.

Por todo ello está demás decir lo vil, miserable y angustiada que se sintió al volver a Avonlea y enterarse de que se encontraba postrado en una cama, cuando todos a su alrededor pensaban que ocurriría lo peor. Llegando a creer también con desesperación que estaba a punto de perderlo. Fue en esos momentos que prometió orando por él, nunca más hacerlo sufrir y comenzar a cuidarlo, a cuidar de ese amor puro y sincero que le profesara y que desde el principio había dejado escapar, dándole oportunidad a esa dicha que ambos se merecían.

Y llegó así a la conclusión de que había empezado a amarlo la última vez en que se vieran, aquella noche lluviosa cuando le contó que estaba comprometido y ella creyó que había encontrado por fin al amor de su vida, aunque con anterioridad le dijera que no esperaba hallarlo jamás... Fue después de leer su carta de despedida, y de correr para alcanzar a verlo en la estación de tren cuando ya partía, temerosa de que no pudiera haber otra oportunidad, que tuvo la seguridad de lo que su corazón sentía... Algo que se le transformó desde allí en nostalgia y tristeza y que prefirió relegar por lo tanto a un rincón de su alma, sin atreverse a volverlo a evocar...

Pero todo se había arreglado gracias al cielo, que se había empeñado en voltear el destino a su favor, contestando a los secretos deseos de sus almas, y desde que él comenzara de a poco a mejorarse, apoyado en parte con su presencia, habiéndose ella comprometido a velar por su bienestar, asistiéndolo voluntariamente cada día cual eficaz enfermera, y volvieran entonces a pasear por la campiña que llevaba al pequeño puente que atravesaba el río, que guardaba tantos recuerdos de su juventud, donde se le declarara incluso por primera vez; no había parado de experimentar una maravillosa alegría. Tanta o mayor a la que tuviera en el ocaso de su infancia y el posterior inicio de su adolescencia al llegar a Tejas Verdes y empezar a formar parte de una familia.

Ahora ella le había aceptado, y estando consciente y arrepentida de todo lo que le había lastimado en el pasado, lo único que quería era compensarlo cada día sin dejar pasar ninguna oportunidad que se le presentara para llenarlo de besos, abrazos y caricias, así como de detalles. Deseando tal como él, que pasaran pronto los meses que les quedaban de estudios hasta que llegara la ansiada fecha en que unirían sus vidas para siempre.

Contemplando así las estrellas en aquella nítida noche de primavera, al tiempo que pensaba en tantas cosas... en los planes que tenían, en sus sueños, en el tiempo por venir... Anne acarició con dulzura la frente de su amado que yacía descansando tranquilamente con la cabeza apoyada sobre su falda, luego de que pasaran gran parte de las últimas horas de la tarde conversando entre risas y gestos románticos a un lado de la casa de Tejas Verdes. Con permiso de Marilla, obviamente.

-¿En qué piensas mi adorada zanahoria?- preguntó el futuro médico al abrir los ojos y encontrarse con la hermosa visión del rostro de su novia sobre él.

Anne sin complicarse y apoyando la espalda en los montículos de paja donde ambos se recostaran, le hizo una pequeña confesión que le llevara tiempo analizar a profundidad

-En lo tonta que fui al no darme cuenta antes de lo mucho que te quiero...y en que no podría existir una Anne Shirley sin su Gilbert Blythe-

Él se semi incorporó enseguida para acariciarle las mejillas conmovido por sus palabras, con ese entusiasmo y emoción a flor de piel que todavía le duraban desde que ambos formalizaran su compromiso hacía ya una semana. Una maravillosa semana juntos... Y como el hombre apasionado que era, volvió a apropiarse de sus labios como tanto viniera disfrutando ese día, logrando desarmarla con sus besos, haciendo que su indomable y rebelde espíritu se apaciguara, que su mente siempre ocupada en cientos de ideas se enfocara sólo en él y que aflorase de ella la mujer apasionada que no le importaría morir entre sus brazos. Entre sus recios y seguros abrazos.

-...No puedo esperar el día para poder llamarte "mi esposa", mi amada Anne- él le dijo en un susurro -Te prometo que seremos felices y que te cuidaré con mi vida- con solemnidad le reiteró mientras tomaba una de sus manos y se la llevaba al pecho, junto a su corazón.

-Yo confío... y siempre confiaré en ti- Anne expresó mientras con amor le acariciaba el rostro y lo contemplaba con ternura, reconociendo en aquel apuesto y responsable hombre en el que se había convertido al travieso y coqueto muchacho que le molestara el primer día clases... al chico que luego solía mirarla de lejos como queriendo decirle algo pero no se atrevía, quien fuera también el más poderoso rival al que le tocara enfrentarse a nivel de estudios... y además quien se convirtiera una tarde en su rescatista al salvarla en pleno río después de que fallara su juego de actuación... el joven que con el tiempo se había convertido en su mejor amigo para pasar a ser su novio y protector, que le había incitado a escribir con el corazón y con el que había recolectado un montón de anécdotas –Me alegra saber que tendré la suerte de envejecer a tu lado Gilbert Blythe, como lo hacen los canaritos australianos que estudiábamos en la escuela al encontrar a su pareja ideal...- con gracia le comentó. Cosas que se le ocurrían a su lado -A mí esto del matrimonio antes no me llamaba mucho la atención, pero tú lograste revertir eso en mí. Has logrado domar un poco mi espíritu salvaje y eso me vuelve tuya. Quiero que sea eterno todo el tiempo junto a ti-

Y diciendo aquello volvió a acercar su boca a la de él, volviendo ambos a fundirse en un beso al igual que sus almas en una amorosa comunión.

Y diciendo aquello volvió a acercar su boca a la de él, volviendo ambos a fundirse en un beso al igual que sus almas en una amorosa comunión

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FIN

LA CHICA DEL CABELLO DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora