Hace tiempo que ha anochecido, y en uno de los cuartos de la casa del Señor del pueblo de los Vaehlyrs se escuchan los primeros gritos de la Señora, que está de parto. El famoso poder sobre los espíritus que poseen los Vaehlyr les ha permitido saber que será un niño de gran poder. En el pueblo están esperando el nacimiento del sucesor del liderazgo del pueblo. La Señora ha perdido otros tres niños y ya no está en edad como para volver a quedar embarazada. Poco después de la medianoche, junto con el aullido de un lobo, se escuchan los primeros gritos del niño. Justo como indicaron los espíritus era un niño de gran vigor y vitalidad y con gran aura. Sin embargo, la vida puede ser muy injusta a la hora de deparar felicidad o triztesa a las personas. El nacimiento de este niño de tal poder debilitó enormemente a su madre, que a los 84 años de edad, prácticamente al terminar la etapa fértil de los Vaehlyrs, era muy vulnerable a complicaciones en el parto. Con sus fuerzas agotadas pide que le pongan al niño en sus brazos. Le mira los ojos, las pupilas están rodeadas por una fina línea de color amarillo y el iris es de color azul, sus labios son pálidos y el de arriba es notablemente más pequeño que el de abajo. Su nariz es fina, y quizás un poco respingada. Tiene las orejas grandes, pero hacia atrás por lo que no se nota, su pelo es rubio, aclarando hasta ser casi blanco en las puntas.
- Es un Delae como yo- dice Medell, la Señora de los Vaehlyr-, pero el color del pelo y los ojos son casi idénticos a los del padre, hasta la forma de la cara. A pesar de que sólo es un bebé y sé que su cuerpecito va a crecer y cambiar, no puedo evitar verlo como Maxwell joven nuevamente.
-Señora, necesita descansar, fue un gran parto y usted lo sabe más que nadie.
-Es cierto Nuria, toma al niño y enseñáselo al padre. Él decidirá su nombre.
-De acuerdo Señora.
Nuria, la sirvienta, toma al niño y se dispone a ir con él al cuarto del Señor y la Señora. Al abrir la puerta los pliegues a lo largo de la alfombra le hacen obvio que el Señor había estado esperando allí un buen tiempo, caminando de un lado a otro. Era de esperarse ya que ansiaba tener un heredero. Con una sonrisa en la cara sigue hacia su objetivo, pensando en contarle luego a la Señora la ansiedad de su Señor.
Frente a la puerta llama a Maxwell, este abre inmediatamente la puerta como si hubiera esperado siglos por la llamada, confirmando las sospechas de la criada. El Señor Maxwell toma con demasiado cuidado al niño y pregunta después de mirarlo por un buen rato.- ¿Ya Medell le puso nombre? -se pone nervioso esperando que la respuesta sea no.
- No señor, la Señora me envió aquí con la disposición de que usted le pusiera el nombre. Dice que no puede evitar ver en el niño a usted de joven.
-Es cierto, aunque yo todavía soy bastante joven, me faltan algunos años para llegar al centenario. Además todavía debo vivir bastante, mi familia parece estar acompañada por espíritus longevos.
-Así parece Señor, en mis años de servicio a la familia Dexbow he conocido a muchos hombres y mujeres con edades poco comunes. Su bisabuelo murió con 336 años, nunca he oído hablar de alguien más que haya llegado a tal edad
-Sí, aunque la vejez ya le había hecho bastante daño en su mente- dice Maxwell riéndose-. Bueno, ya he decidido el nombre, se llamará Axell, Axell Dexbow- mira al recién nombrado unos segundos más-. Nuria, ya puedes llevártelo a dormir, yo cuidaré a mi esposa y cuando despierte le diré el nombre de mi sucesor.El Señor entrega su hijo a la criada y luego se dirige hacia el cuarto en el que sucedió el parto, necesita ver a su mujer y decirle el nombre para saber su opinión. Al llegar abre la puerta silenciosamente ya que su esposa debe estar durmiendo. Al entrar se lleva una gran sorpresa, la sábana de la gran cama, que debería ser blanca, estaba teñida de un rojo intenso.
- Nuria no pudo ser tan descuidada como para dejar manchar las sábanas- Piensa Maxwell a la vez que el miedo se apodera de su mente y se acerca presuroso a la cama-.
A escasos pies de distancia entre su esposa y él, logra ver que entre los brazos de ella duerme otro bebé. Inmediatamente llama con su grito más profundo a Nuria y Briana.-Silencio, querido, no quiero que despierte, de todos modos, ya es muy tarde para mí. Vino sigilosa al mundo, casi ni gritó, pero no te preocupes, respira muy bien y se ve tan sana como el otro, le nombré Emma. ¿Cómo se llama nuestro niño?
-Aguanta querida te podrán sanar, al niño le nombré Axell, y al parecer Emma es una Delae también.
-Axell- repite Medell mientras en su rostro aparece una sonrisa casi forzada-.¿Escuchaste Emma? Tendrás un hermoso hermano que te cuidará muy bien. Toma querido mío, ya no resistiré más, espero que crezcan como nosotros y logren superarnos, así me iré con una imagen de ellos.
-No querida- en ese instante se abre la puerta de golpe-. Mira, ya llegaron, seguramente todo saldrá bien. Briana, ve a buscar a Harriet, y tú, Nuria ayúdame a conservar su salud en lo que llega el doctor, pide ayuda a los espíritus si es necesario.
-Iré lo más rápido posible mi Señor- dice Briana y sale corriendo por la puerta.Nuria ve como las expresiones de Medell desaperecen de su rostro y el brillo de sus ojos se apaga. Inmediatamente corre a tomarle el pulso, cuando toca este ya es inexistente, su bondadosa Señora había muerto.
- ¡No! ¡No puede ser!
-Nuria, no me digas queLas lágrimas que empiezan a brotar de los oscuros ojos de Nuria son prueba suficiente para Maxwell de que lo que menos desaba en esos momentos de desespero había ocurrido. Su esposa había fallecido, minutos despúes de dar a luz a sus primeros hijos. El río que conduce las emociones de Maxwell se desborda en forma de lágrimas, arresiado por la lluvia de los recuerdos junto a su esposa, aquellos momentos felices que no se podrán repetir, al menos no con ella, y en esos instantes solo le interesaba revivir lo que pasaba en cada uno de sus recuerdos con su mujer. Sus lágrimas, luego de recorrer sus mejillas y agruparse en su mentón, empiezan a caer sobre el cuerpo de una diminuta niña, que solo en ese entonces logra despertar, y con una expresión de seguridad en la cara agarra firmemente uno de los dedos de su padre. Este, al mirarla, comprende por qué su mujer logró pasar sus últimos momentos sonriendo. Medell había reconocido a esta niña como digna sucesora, y sintió que en el futuro sería capaz de lograr hazañas inimaginables. Minutos después, entre los tablones del suelo de la habitación, también correrían las lágrimas de Briana y Harriet. La noche terminaría en pocas horas, y entonces las calles del pueblo conocerían el amargo sabor de las gotas que caerían desde los rostros de los más de dos mil habitantes del pueblo Vaehlyr que idolatraban a la figura de Medell.
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El Ascenso de los Dioses
FantasyEn una tierra de guerras surge un Imperio, unificando a los pueblos bajo su poder con un idioma común. Miles de años después, una nueva doctrina comienza a ganar poder y fama dentro del Imperio, amenazando con eliminar las antiguas creencias de los...