2 - Las ideas claras

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Mayo era el mes ideal, en la mente de Luisita, para quedarse embarazada. Así habría muchas probabilidades de que su bebé naciera el día de los enamorados. Luisita, ella, ellas, tan románticas como siempre.

Sí, era Luisita la que iba a quedarse embarazada.

Amelia quería tener hijos, pero para ella no era una necesidad imperiosa ser quien los diera a luz. Le daba igual si llevaban sus genes, los de su mujer o si eran adoptados. Simplemente lo que quería era una hermosa familia feliz.

En el fondo prefería que se parecieran a su hermosa esposa y que tuvieran sus maravillosos genes. Imaginar que Luisita no pasara a alguna criatura esos enormes ojos marrones suyos, le parecía un desperdicio de belleza. No podía quedarse para ella sola toda aquella hermosura, tenía que reproducirse para no privar al mundo de una estirpe de preciosas personas, en todos los sentidos.

Por otro lado, Luisita siempre había querido tener un hijo biológico. No era nada relacionado con la experiencia de pasar por un embarazo, de sentir crecer a su hijo dentro de ella y esas cosas tan bonitas que las futuras madres suelen decir. Sencillamente le hacía ilusión. Si se lo hubieran dado ya hecho, pues mucho mejor.

Le hacía ilusión, pero en el fondo también le daba igual mientras la criatura estuviera sana. Ya que tenía la posibilidad, iba a intentar quedarse embarazada ella. Pero tenía muy claro que si algo no iba bien y tenía que ser Amelia la que se quedara embarazada, sería igual de feliz. Incluso si ninguna de las dos pudiera gestar a su hijo, estarían encantadas de adoptar. Aunque para una pareja del mismo sexo no es un tema sencillo, de hecho es complicado hasta para una pareja heterosexual. Pero ya se preocuparían de ese tema si es que llegaba el momento. Primero iban a lo fácil, a probar una simple inseminación.

También estaba la parte práctica. Luisita, por su trabajo, podía permitirse quedarse embarazada y disfrutar de su baja maternal. Amelia también, pero era más difícil. Debería parar su carrera durante demasiado tiempo y sabemos que el mundo del espectáculo no perdona.

Mentiría si dijera que no quería una criatura con las facciones de diosa griega de su esposa, una pequeña Amelia o Amelio de pelo rizado y hermosa sonrisa. Pero en ningún caso iba a forzar la situación. Quizá, con el tiempo, y aunque ya no les quedaran muchos años para tomar esa decisión, Amelia se animaría también a gestar a uno de sus hijos en un futuro.

De repente estaba pensando en plural. Nunca habían pensado más allá de conseguir el éxito de un embarazo. Si se lo planteaba, era por que en el fondo le gustaría formar una familia un poco más grande de lo que habían pensado en un principio. Pero, poco a poco.

Así que sus roles estaban claros. Luisita se quedaría embarazada, las dos disfrutarían de sus hijos, de su amor, de sus rabietas, de sus noches sin dormir y de todo lo que los niños conllevan. Pero todo lo afrontarían con muchísima ilusión.

Con la ingenuidad del principiante, fueron a la consulta del Dr. Soler (padre), el ginecólogo de toda la vida de Luisita, que desde hacía ya unos años también era el de Amelia, y mientras el médico les realizaba sus revisiones anuales, las chicas le expusieron su deseo de ser madres al doctor y le pidieron información.

-¿Habéis decidido ya quién de las dos va a ser la madre gestante? -preguntó el ginecólogo.

-Pues mire doctor, la verdad es que a mí me haría muchísima ilusión. -respondió Luisita hablando tan deprisa que casi fue necesaria la traducción de Amelia. -Si todo está correcto pues me gustaría ser yo la que lo intentara,  pero vaya, que si Amelia tiene más posibilidades que yo, pues ningún problema. Pensándolo bien, incluso mejor ¿se imagina usted unos niños con los ojos de esta mujer? serían los niños más guapos del mundo con los genes de mi señora esposa. -continuó Luisita hablando toda velocidad, sin respirar.

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