Trevor

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- ¿Qué tal? - el chico sonrió y tendió su mano a Abel, quien la tomó y saludó.
- Hola, soy Abel y soy nuevo. Mi horario coincide con el de Ana. ¿Y el tuyo? Yo supongo que también porque te ha mencionado antes y al principio pensé que serías su novio, pero ella dijo que son como hermanos...
- Tranquilo, Abel. Vas algo rápido. - interrumpió Trevor.- Es verdad que Ana y yo somos como hermanos, y también que compartimos horario, excepto los talleres.
- Cierto, los talleres. Abel ¿Ya elegiste uno? - preguntó Ana
- Ah, no. En todas las opciones me siento expuesto.
- ¿Expuesto?
- ¿Temes hacerte daño? Abel, hay medidas de seguridad en todos los talleres, Trevor y yo podemos decírtelas todas.
- No me refiero a eso. Hay muchas personas en todos los talleres y todos requieren contacto con ellas, no tengo oportunidad de trabajar solo.
- Ah, entiendo. Dime ¿con nosotros te sientes igual? - preguntó Trevor.
- Nada de eso, ambos son muy agradables.
- Y los demás también, Abel. - Ana miró con preocupación a su nuevo amigo y enseguida este le respondió.
- Es sólo que... He estado en tantas escuelas distintas y nadie ha querido ser mi amigo. Siempre son malos conmigo.
- Aquí será distinto, ya verás. -Trevor intentó animarlo. - ¿En qué eres bueno?

Animaron a Abel a elegir un taller y durante el transcurso del día, este les contó que por las dificultades de su nacimiento tuvo un retraso que hizo que su madre decidiera educarlo en casa, hasta que llegó a la preparatoria le suplicó a su madre que lo dejara salir de casa. Abel creyó que ir a la preparatoria le haría bien, que tendría muchos amigos como los chicos de las películas y que su madre se sentiría orgulloso de él; nada fue así, a la mitad de su primer año sus compañeros le tenían más de 10 apodos ofensivos distintos, compró una tercer mochila porque la primera fue robada y la segunda despedaza por un equipo de deportistas, algo muy fuerte sucedió para que su madre lo sacara de ahí. Fue sumamente difícil que Abel convenciera a su madre de seguir intentando, todos sus compañeros le hacían pasar el mismo infierno, el solamente quería un amigo y demostrarle a su madre que era un ser humano capaz. Cinco escuelas distintas, distintos alumnos y todos robaron, golpearon y humillaron a Abel.

AbelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora