Al principio de todo, no había nada más que los Drakonos, seres que a falta de vista les sobraban dientes, la sonrisa cubría la mayor parte de su rostro de una manera que habría atormentado las mentes de cualquier ser que los viera, de haber existido cualquier otro ser, sus brazos y torsos denotaban su fuerza, su movimiento en el vacío infinito se debía a flagelos alargados que poseían bajo su cintura.
Eran muchos, incontables y muy similares, adoraban tener el espacio a su merced, todo ese caos y desorden era perfecto, los impulsaba a ser violentos y primitivos, sus anhelos inmediatos eran de pelea, batallar, chocar sus cuerpos entre sí; las agresiones les hacía hervir la sangre, el calor los motivó a tener relaciones, se expandieron aún más, los descendientes eran iguales a sus progenitores, excepto por uno, Estelo, quién continuando el juego eterno, colisionaba con los otros Drakonos y al hacerlo, se creaban estrellas, llenando de luces el universo.
A pesar de no poder ver lo que creaba, Estelo podía sentir el calor sobre su piel, asoció esta nueva sensación a las batallas, lo que hizo que las amara aún más, por lo que su apetito sexual disminuyó demasiado a comparación de sus semejantes, así fue que solo concibió dos veces, primero a Netesium, quien nació dotado de vista y una lujuria insaciable, los vástagos de este Drakono eran diferentes, una raza nueva,bastante diferente a la de su progenitor, los Asium eran de tamaños variados, pues desde su nacimiento crecían rápido y su cuerpo podía ser totalmente sólido, algunos con partes de líquido y otros que se expandían al ser gaseosos, al igual que las estrellas no pertenecían al vacío, lo que les hacía intocables para los Drakono, lo que les permitía moverse con calma, paz y lentitud; en un momento se sintieron cómodos en ciertos lugares, y se establecieron allí danzando lentamente alrededor de las estrellas para sentir calidez.
Este entorno pacífico, solo era una señal, un aviso imperceptible, como la marea que se calma antes de retornar en una fuerte oleada, y eso sucedió con el nacimiento de Aster, hermano de Netesium, nació con la capacidad de ver y ser tangible para los Asium, con una ira sin sentido que le invadía por completo, se abalanzó sobre sus sobrinos, fragmentándolos, sus residuos divagan en el espacio hasta chocar con otro Asium o desaparecer.
Aster incluso llegó a impactar a Doyra, lastimando el vientre de la criatura, hiriendo ese hermoso azul reluciente, alterando la frondosa cabellera azul y dejando una marca en su piel gris, marrón y turquesa; este abuso ocurrió varias veces, pues su tío no tenía ningún vestigio de piedad, hasta que un enorme fragmento de su sobrina se separó de ella, casi que a voluntad, un pequeño ser se formó a partir de ella, sin pigmento alguno, y al aparecer le impidió a Aster continuar golpeando a Doyra, su madre le puso Nalú, pasó mucho tiempo, entre conversaciones extensas, cariños y tarareos, Nalú empezó a aburrirse de estar con la compañía eterna de Doyra, se distanció y viendo con anhelo las estrellas, se alejó tanto que ya la voz suplicante de su madre solo parecía un susurro, pero no pudo irse más lejos, ella era la única seguridad que tenía Doyra ante Aster, aún así, no volvió a hablar con ella y el resto de su existencia se la pasó hablándole a las lejanas luces centellantes.
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Arknium
FantasíaMitología, historias y cuentos de fantasía sobre la creación del mundo y el por qué de las cosas~