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CAPÍTULO 2: RELACIONES.

Año 2019.

La luz del sol entraba con fuerza a la habitación, iluminándolo todo, pero eso no fue lo que ocasionó que despertara de mi buen sueño, sino el movimiento constante en la cama, y los cuchicheos de mi pequeña familia.

― ¡Cumpleaños feliz, te deseamos a ti! Cumplea...

Abro los ojos poco a poco para encontrarme con esta pequeña escena, mi esposo sonriente, y mis dos niños a la orilla de la cama, Óscar sostenía un pequeño pastel mientras Josué Alejandro y José Armando tenían un cartel con "FELIS CUNPLEAYOS MAMI" y unos dibujitos muy bonitos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas en cuestión de milisegundos, las emociones dentro de mí eran demasiado, todavía no puedo acostumbrarme a este nivel de felicidad y lo único que pude hacer fue abrir los brazos para ellos, mis niños en respuesta subieron a la cama y rápidamente vinieron a abrazarme.

―Gracias, mis chicos guapos― besé la mejilla de José― y fuertes― continué con la de Josué.

―Mami, no nos dio tiempo de compagte algo, pego hicimos esto―comentaba José, mi pelinegro con rizos.

―Sí, trabajamos muy, pero muy duro―Josué le siguió, a la vez que se acomodaba sus lentes sobre el puente de su nariz―Y papá ayudó, por supuesto.

Óscar se acercó y beso mis labios, los niños hicieron un sonido de asco, sonreímos en medio de ese beso―. Felices 33, mi sonrisa.

―Shh, no lo digas muy alto, cielo, los demás podrían enterarse.

― ¿Qué más da? Ven a disfrutar de lo que te preparamos―beso esta vez mi frente.

Mientras veía a mi familia salir, solo pude pensar en lo afortunada que era, en la suerte que tuve de que las cosas acabaran de esta manera. Pero, aun así, algo no se sentía completo dentro de mí.

Año 2005.

Desde el incidente en mi habitación, cada vez que salía del departamento veía siempre alrededor por si veía al vecino, fallando en cada ocasión. Desde que las vacaciones habían terminado parecía que se había esfumado.

―Señorita Montero, ya que mi clase no le interesa, sabe que la puerta está abierta.

Salí de mí enrollo mental para ubicarme en mente y espacio, seguía en mi clase de Matemáticas, y todos mis compañeros, y efectivamente, se encontraban observándome, a mí nunca me llamaban la atención, no era muy aplicada ni nada, pero prestaba atención a todo y normalmente no ocasionaba problemas. Todavía con mi mente un poco dispersa recogí mis libros y los metí como pude en mi bolso, aun con la mirada de todos en mí salí de la clase.

Los pasillos estaban desiertos, ya que, por supuesto, todos estaban en las aulas recibiendo clases. Rápidamente, llegué al gran sector de áreas verdes con las que contábamos en la escuela y me senté en una mesa que estaba libre para poder reprocharme libremente sobre mi conducta.

¿Qué me estaba pasando?

Yo no era del tipo de persona que se distraía por un chico. Empecé a pegarme con las manos en la cabeza. La inner Maia estaba hecha una furia y no paraba de regañarme cuál madre con su hija con conducta conflictiva. Es la primera vez que me sacaban de clase, y eso hería gravemente mi orgullo y mi dignidad.

Reacciona, reacciona, reacciona.

―Sabes... Bueno, creo que ya lo sabes, pero igual cumplo con mi deber como tu amigo diciéndotelo de todos modos. Cuando te pegas en la cabeza miles de neuronas mueren―abrí los ojos, pero no demasiado, podía verlo a través de las pestañas―, y jamás se recuperan.

―Óscar...

Mi mejor amigo, Óscar, desde el primero de preparatoria

―Llevas una semana sin contestar mis mensajes... ―puso una mano en mi cabeza y suavemente empezó a darme pequeñas caricias en el pelo― y no me vengas con la excusa de que estabas ocupada porque los dos sabemos que no es así―rio un poco y eso hizo que sus ojos achinados se hicieran mucho más pequeños, a tal punto que solo eran una línea curva. Suspiré.

―No sé qué me pasa, estoy tan distraída, como si estuviera en las nubes, ¿sabes? ―se sentó a mi lado debajo del árbol, cruzando las piernas.

―Cualquiera diría que es un enamoramiento adolescente, lo cual veo difícil, porque todos después de un corto tiempo te aburren.

―No digas estupi...―me corté yo sola― esto no califica para nada como enamoramiento de ningún tipo.

Le conté poco a poco lo que había pasado la semana pasada, como el vecino extraño pidió entrar en mi habitación, como lo dejé pasar y esa conversación rara que mantuvimos. Esto era lo bueno de Óscar, aunque es chico, pero aun así me aconseja y me escucha muchísimo mejor que mis amigas.

―Tomando todo lo que me acabas de contar―suspiro―, le estás dando mucha más importancia de la que deberías. Esa es mi opinión. Creo que solamente deberías dejarlo pasar y seguir adelante. Porque, sinceramente, no ha pasado nada.

―Supongo que tienes razón.

―Ven ―se paró del césped mientras se sacudía el polvo del pantalón para después tenderme una mano―, lo que te hace falta es un buen té de Jamaica.

Después de esa corta, pero liberadora conversación en la escuela, podría decir que los días transcurrieron con normalidad, asistía a mis clases regulares, hablaba con Óscar a diario, pero igual algo me distraía, o mejor dicho alguien, que me había descolocado de mi realidad.

Muchas personas no entendían mi relación con Óscar, para nosotros sobraban las palabras, no hacía falta decir un montón de cosas para llenar espacios y cursilerías para subirle el ánimo al otro, solo nos bastaba sentir la intención en querer quitar esa angustia o ese dolor que estaba sintiendo el otro.

Mientras el tiempo pasaba creía que no volvería a ver al loco vecino y poco a poco iba resignándome, y el tiempo solo siguió pasando sin parar...

MaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora