10

154 14 0
                                    

Hoy le van a dar el alta a Lee.

–Sí, ya lo sé –contestó Mel dejando en la mesa el café que Lucia le acababa de preparar–. Me han llamado antes del hospital. Iré a recogerlo esta tarde y...

–¿Cuándo le vas a decir lo del embarazo? –la interrumpió Lucia.

Mel miró hacia otro lado. La respondió con voz tensa.

–No se lo voy a decir –al ver que Lucia no contestaba se puso a defender su decisión–. No serviría de nada. Ya te he dicho lo que ocurrió. Nada ha cambiado desde entonces.

–Es cierto, nada ha cambiado. Todavía lo sigues queriendo. Tú misma lo has admitido.

–Sí, lo amo. Pero este niño... mi niño es lo primero.

–Le van a dar de alta en el hospital solo porque creen que tú estarás aquí para cuidarlo. Todavía está muy débil.

–Soy consciente de ello –asintió Mel–. Estaré aquí. El embarazo no se me nota aún –se apresuró a decir–. Es lo mínimo que le debo. Después de todo, si él no hubiera hecho lo que hizo...

–No te tienes que justificar ante mí. Aunque no sería tu amiga si no te diera mi consejo; creo que debes pensarlo con tranquilidad. Este hijo es tan suyo como tuyo..

–No, es mío –insistió Mel con cabezonería–. Él no lo quiere, eso lo sé. Me acuerdo perfectamente de lo que ocurrió hace años.

–Eso fue hace cinco años.

–Cinco o cincuenta. Un leopardo nunca pierde sus manchas –respondió Mel con tristeza.

–No, pero él no es un leopardo y puede cambiar de opinión.

–Puede que él sí, pero yo no pienso hacerlo.

Hacía casi una semana del accidente y había ido al hospital a ver a Lee todos los días porque recordaba lo importante que era en su situación mantener el contacto con el exterior. Ya se levantaba y podía andar, a pesar del dolor que la causaban las lesiones. Todavía llevaba un vendaje que había que cambiarle todos los días.

–¿Podrás cuidarlo tú? –le había preguntado el doctor el día anterior. Pero antes de que pudiera contestar Lee intervino tajantemente:

–No será necesario que lo haga, puedo hacerlo solo perfectamente.

–Lo haré sin ningún problema –intervino Mel sin hacer caso a Lee.

Ya le habían confirmado oficialmente que estaba embarazada y había ciertas cosas que tenía que hacer y planes en los que pensar. Pero tendrían que esperar hasta que Lee se hubiera recuperado, se lo debía.

–Apóyate en mí –le ordenó para dirigirse hacia la puerta de la habitación del hospital–. El coche no está muy lejos pero si quieres hay sillas de ruedas...

–Lo que quiero es que me trates como un adulto, no soy un niño. Puedo andar.

Solo acordándose de lo que ella misma había sentido durante su recuperación podía aguantar la dureza de Lee.

Su fortaleza era sorprendente para un hombre que acababa de estar hospitalizado más de una semana. Su piel todavía conservaba el bronceado y su cuerpo aquel masculino poder que provocaba que el de Mel se estremeciera al menor contacto.

Mientras hacía enormes esfuerzos para no dejarse llevar por el dolor. Lee se preguntaba cuándo le contaría que iba a tener un niño. Durante sus visitas, no había hecho el más mínimo comentario sobre el tema. Le daba mucha rabia que sus papeles se hubieran cambiado, debería ser él el que la cuidara a ella, la mimara y la protegiera.

El Hombre En Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora