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Mel se despertó algo alterada, buscó con la vista por la habitación y sonrió al ver por fin aquella familiar figura masculina, que esperaba de pie al lado de la ventana.

–No ha sido un sueño –dijo aliviada.

Lee la miró fijamente. ¿A qué demonios estaba jugando? Bueno, él también sabía jugar.

–No, no ha sido un sueño –asintió con voz tenue–. Tengo arañazos que lo demuestran. ¿Quieres verlos?

Se sonrojó y cerró los ojos con fingido rubor. Había que reconocer que era una magnífica actriz. Aun sabiendo la verdad, su corazón se alteró ligeramente por la tentación de acercarse a ella.

Imponiéndose con dureza, Lee se preparó a decirle que estaba perdiendo el tiempo intentando engatusarlo, pero antes de que pudiera decir nada, Mel le dijo con timidez:

–Sé que suena tonto, pero todavía no puedo creer que todo esto sea real. Que tú y yo seamos reales –añadió con énfasis.

–¿Qué quieres que haga para demostrártelo? –preguntó Lee con cortesía–. Ven aquí y... –se calló de repente al darse cuenta de que las palabras que estaban destinadas a ponerla a ella en su lugar, estaban teniendo en su cuerpo un efecto no deseado, pues su mente se empeñaba en volver con rapidez a los acontecimientos de la noche anterior, recordándole lo que sentía al compartir aquella intimidad.

Quizás su cuerpo quisiera aquello, pero su razón no se lo permitiría. No obstante, por algún momento, sin darse cuenta se estaba acercando a la cama y a Mel. Quería asegurarse de que no tendría forma de escaparse en el momento en el que le exigiera una explicación, o al menos eso era lo que intentó pensar que estaba haciendo.

–Tengo que levantarme, tú debes de tener cosas que hacer.

–Y tú también imagino. ¿En qué gastas el tiempo?, ¿qué haces con tu vida, Mel? –indagó con agresividad.

Por un momento, pareció algo desconcertada, pero la tranquilidad con la que se apartó las sábanas impresionó a Lee, muy a su pesar.

–Yo... trabajo en PSG a tiempo parcial –contestó indecisa.

Lee se puso tenso. Obviamente eso explicaba cómo se había enterado ella de que él había vuelto.

–¿A tiempo parcial? –empezó a hablar con dureza, pero Mel no parecía percibir el desprecio que había en su voz.

–Esto es un sueño hecho realidad –dijo con dulzura–. Nunca pensé que... Entonces, cuando te vi en el restaurante la otra noche... Nunca imaginé que esto podría suceder –mientras hablaba extendió el brazo hasta alcanzar su mano, tenía una luminosa expresión de alegría, su cuerpo tembló al susurrar–: Dicen que la realidad nunca puede estar a la altura de lo que se ha soñado, pero ahora sé que no tienen razón. Mi realidad... tú...

Hizo una pausa para tragar saliva, levantó la mano y lo miró a los ojos, los suyos abiertos de par en par, con una emoción que parecía tan real, que Lee tuvo que recordarse lo que ella le había hecho y que era imposible que de verdad sintiera lo que estaba diciendo.

–Tú –siguió diciendo con énfasis–, eres mucho, mucho más de lo que... de lo que yo había soñado que podrías ser. Todavía no puedo creer lo afortunada que soy de haberte encontrado... de que el destino haya hecho que estemos juntos. Me siento tan... –se detuvo y respiró hondo, sus ojos cafes mostraban una emoción que Lee sabía que tenía que ser fingida–. Me siento tan dichosa. Anoche –Mel continuó hablando a la vez que él se iba acercando a ella y se sentaba en la cama–, fue la noche más maravillosa y más perfecta de mi vida –Lee sentía el temblor de su voz–. Tú hiciste que fuera así. Te amo.. y...

El Hombre En Mis SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora