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Siete noches más.

Él regresó y lloró escondido en mi pecho como era de esperarse.

Lo abracé, lo besé, dejé que me hiciera el amor.

Esa noche cuando miré sus ojos, éstos tenían un brillo particular, ya no era a causa de lágrimas.

Tampoco pregunté qué era lo que ocurría, no quería saberlo.

Sabía que si le preguntaba lo que le ocurría iba a terminar roto en mil pedazos irreparables, no quería depender de él, de ninguna manera.

Entonces, sin necesidad de que preguntara lo que ocurrió, él acarició suavemente mis mejillas y susurró:

"Te amo".

Y yo lloré, lloré mucho.

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