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Mi mirada nuevamente cayó en Cell

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Mi mirada nuevamente cayó en Cell. Se encontraba postrado en la sucia tierra, sus heridas eran los suficientemente graves como para no tener que preocuparme por un ataque sorpresa de su parte, su orgullo como guerrero debía estar completamente roto; después de tener la osadía de burlarse de mí, terminó cayendo con poca vida a mis pies. Caminé hacia Piccolo y lo coloqué sobre mi hombro antes de volver junto al bioandroide. Mis botas se mancharon con su cálida sangre derramada por el suelo, me puse de cuclillas y observé fijamente su rostro con una expresión dolorosa. Sus párpados ocultaban sus ojos carentes de vida.

"[...] siento algo extraño por ti".

Me golpeó una sorpresiva punzada en el pecho; no sentía más que culpa, repulsión y desagrado por lo que había hecho. 

—"De no ser tan hostil nos habríamos llevado bastante bien. Incluso podemos ser cercanos".

La molestia hacia mí misma crecía cada vez más, me mordí el labio inferior cuando una posible solución cruzó mi mente, no podía creer lo que estaba apunto de hacer con tal de enmendar mi error; aún así, tomé la semilla del ermitaño que descansaba en mi bolsillo y la miré antes de cerrar mi mano a su alrededor.

—Eres un estúpido. Si no me hubieses dicho todo eso podría matarme y marcharme sin arrepentimiento alguno. —la arrojé sobre su pecho, que se movía al inhalar y exhalar con lentitud—. Sin embargo, ahora, no puedo dejarte morir.

Di media vuelta y troté un par de pasos antes de girarme a verlo por última vez.

—¡No hagas que me arrepienta, Cell! —exigí, señalando su moribundo cuerpo con frustración. ¿Desde cuándo soy tan piadosa?—. Volveré.

Me elevé y emprendí vuelo con dirección al palacio sagrado, donde muy seguramente podrían ayudar a Piccolo. Sólo esperaba que Kami-sama no hubiese visto lo que hice. Para mi sorpresa, todos se encontraban ahí mismo; observándome como si hubiese cometido el mayor de los pecados. Bajé al namekiano de mi hombro, a lo cual Dende, el nuevo Kami-sama, se acercó a auxiliarlo. El más bajo evitó a toda costa conectar su mirada con la mía, era de esperarse, seguramente ya lo sabía; observó cuando ayudé al enemigo. Es el Dios de la tierra, por supuesto que ver absolutamente todo, fue una estupidez pensar que no se enteraría.

Aparté mi vista de él cuando Trunks se acercó hacia mí con una sonrisa y la mirada colmada de esperanza, lo saludé con la mano, no es como si fuésemos muy cercanos; él únicamente se ha dedicado a pasar tiempo con su padre, dejando de lado que su madre y yo fuimos las únicas que cuidamos de él cuando era un bebé. Lo cual me pareció demasiado malagradecido de su parte.

—¡Mi madre me contó que ha decidido ayudarnos a derrotar a los androides! —elevé la mirada para encararlo, era bastante alto para tratarse de un adolescente—. ¡Permítame agradecerle por eso!

Paré su animado discurso colocando la palma de mi mano frente a su cara.

—No te emociones demasiado, Trunks. —su rostro pasó a estar confundido—. Bulma me prometió algo a cambio de deshacerme de esos androides, así que no tuve más remedio que aceptar su propuesta; no hago esto por compasión a ustedes. Que te quede bien claro. —asintió, evidentemente decepcionado. ¿Acaso creía que yo era mejor persona que su padre?, ¡si tan sólo supiera!—.

Me enamoré de CellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora