—Papá... —Dijo Wanda frustrada, mientras que Steve terminaba de ponerle un par de adornos en su cabello.
—Es tu primer día, cariño. Quiero que te veas linda.
—Siempre estoy linda, papá... —Bufa.
—Ya, ya, bueno. Vámonos, ¿sí?
Pronto Steve la llevó a su nueva escuela.
—Papi, estoy muy nerviosa... Siento raro mi estómago.
—Es normal que te sientas así, ¿quieres que entre contigo?
—No, yo... creo que estoy bien. —Suspira, poniéndose su mochila.
—Ven, dame un abrazo. —Steve se arrodilló y Wanda lo envolvió con sus brazos.
—Te quiero, pa.
—Yo también te quiero, bebé. Cuídate mucho, vendré por ti más tarde. —Se levantó y besó su cabeza, mientras la pequeña castaña asentía.
—Adiós.
El rubio esperó a que ella entrara a su clase y luego se retiró a su trabajo.
Wanda entró a su clase con rapidez y vio que cada silla tenía el nombre de cada niño de la clase. Buscó con rapidez el suyo y se sentó allí, algo nerviosa, luego tocaron el timbre y todos entraron.—Buenos días, clase. Hoy tenemos una sorpresa y es que una nueva estudiante se nos une hoy. —Explicó, sonriente.— Su nombre es Wanda, ¿quieres presentarte a la clase? —Ella suspiró y se puso de pie.
—Mi nombre es Wanda Rogers, mi papá y yo nos mudamos hace una semana aquí. Es un gusto. —Todos miraban a la niña nueva, incluyendo a una pequeña pelirroja no muy lejana a su asiento, que mascaba chicle. Pronto ella se sentó otra vez y acomodó su cabello nerviosa.
—También es un gusto tenerte aquí con nosotros, espero que te sientas cómoda pronto. Muy bien, niños, empezamos con la página 22.
La clase transcurrió de manera normal. Wanda iba a sus clases, interactuaba con algunos niños a veces, todo parecía ir normal, pero a la hora del almuerzo, se sintió algo nerviosa, no sabía con quién sentarse. Cuando se dirigía a la cafetería con el dinero en su mano, un par de niños algo más grandes se le acercaron.
—Mira, una cara nueva. —Wanda frunció el ceño y trató de pasarlos de lado pero ellos de nuevo se interpusieron.— Y mira, anda dinero. —Ella apretó el billete con fuerza entre sus manos.
—Necesito pasar.
—Mira, niña, tenemos una regla en esta escuela, y es que los niños nuevos deben pagar nuestro almuerzo.
—¿Y si no quiero?
—Pues, haremos esto. —Uno de ellos tomó su mano y la abrió, quitándole el billete.
—¡Suelta, no! ¡Eso es mío! —Dijo ella jalando su camisa, pero el otro la empujó dejándola en el suelo.
—No nos molestes, perdedora. —Ambos rieron y se encaminaron tranquilos al comedor, pero una niña se les metió en el camino, parada firme y con los brazos cruzados.
—Devuélvele su dinero. —Los niños se carcajearon.
—¡Parece una bebé, mira su tamaño!
—¿Quién te crees tú, eh? ¿Qué harás si no lo hacemos? —La pelirroja frunció el ceño y se acercó.
—No querrás saberlo. Les daré una oportunidad más, devuélvanle el dinero. —Uno de ellos se acercó y la miró de cerca.
—No. —Menciona en tono burlón y guarda el dinero en su bolsillo. Ella suspiró y lo miró, incrédula.
—Está bien. Que conste que ustedes lo pidieron. —La pelirroja empuñó su mano y le pegó en la nariz con rapidez. El otro iba a atacarla, pero ella fue más veloz levantando su pie, dándole una fuerte patada en su entrepierna. Wanda miraba la escena, asombrada. Ambos terminaron lamentándose en el suelo y la de baja estatura sacó el dinero del bolsillo del chico.— Ustedes son unos tontos. —Se acercó a la castaña y le ofreció su mano, levantándola del suelo.— ¿Estás bien?
—Sí... —Se acomodó un poco su cabello y la miró.— Eso estuvo increíble. —La pelirroja sonrió.
—No es nada, en realidad. Ten. —Dijo entregándole el billete.
—Gracias...
—Eres la niña nueva, ¿verdad? Soy Natasha.
—Sí, mucho gusto.
—Igual, ¿quieres ir a almorzar? —Wanda sonrió amplió y asintió. Al menos ya tendría compañía.
—Claro.
—Vamos, pues.
Las dos niñas se conocieron un poco y la pasaron juntas el resto del día. Al salir, ambas platicaban sobre su serie favorita.
—Sigo prefiriendo al rojo.
—Pero el azul es más cool.
—Nope, el rojo. —Wanda rió.— Como sea, ¿te vas en el autobús o vienen por ti?
—Vienen por mí-- Ah, allá está mi papá. —Ella lo señaló, quién la esperaba en la entrada, revisando un par de cosas en su celular. Natasha lo miró, muy sorprendida.
—¿Ese es tu papá...?
—Sí, ¿por qué?
—Bueno, pues... Los papás normales tienen poco cabello y están viejos. El tuyo... parece sacado de revista. —Rió la pelirroja y Wanda alzó una ceja.
—¿En serio? Pues, no lo sé, papá siempre ha sido así. —Ríe también y se dirige a la salida con ella. Steve notó que venía charlando con una niña y sonrió, sabía que no le costaría hacer amigos pronto.— ¿Nos vemos mañana?
—Seguro. —Sonrió Natasha, tomando la mano de su madre.
—¡Hasta luego! —Ella también tomó la mano de su papá y se despidió con la otra. Steve y Melina se miraron simpáticos al ver que sus hijas se despedían.— Hola, papi.
—Hola, ¿cómo te fue en tu primer día? Al parecer ya hiciste una amiga.
—¡Sí! Se llama Natasha, es muy linda.
—Me alegra que te vayas acomodando a la nueva escuela, amor.
—Sí, todos son muy amables. —Pronto ambos se subieron al auto.
—Mamá, ¿puedo ir adelante? —Dijo la pelirroja caminando a su lado.
—De acuerdo, pero solo por hoy. —Ella sonrió y se sentó en el copiloto.— ¿Quién es tu amiga? Creí que no te llevabas muy bien con las chicas.
—Ella es Wanda, es nueva. Me cae muy bien.
—Eso veo... Su papá es muy guapo. —Natasha se tapó los oídos, quejándose.
—Mamá, ¡no lo digas así, qué asco! —Melina rió.
—Es la verdad, lo sabes.
—Como sea...
Ambas pronto se dirigieron a su casa.
Transcurrió el día y pronto llegó la noche. Como ahora Steve ya no tenía que terminar los quehaceres de Sharon, tenía más tiempo libre para su hija. Ambos se quedaron en la sala y miraron una película después de cenar, Wanda eligió Luna de Miel en Familia, ya que le hacía reír mucho.Steve miraba la película, algo dormido. Se sentía casi como un anciano, queriendo acurrucarse en la cama justo después de cenar. En un momento, vio como los protagonistas se reconciliaban y decidían unir sus familias. El rubio, ya casi dormido, empezó a divagar en sus pensamientos con la película.
No creía mucho que cosas así le pudieran suceder, no estaba muy seguro de tener una relación con otra persona. Además, su experiencia lo ha dejado cansado e incluso lastimado, tal vez lo mejor solo sería dedicarse a su trabajo y criar a su amada hija.
Lo que no sabía es que estaba a punto de conocer a alguien que iba a desordenar su mundo, para mal y para bien.