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Tiempo después de que el helicóptero aterrizara en la azotea del edificio en el que residían ambos, Taehyung estaba a punto de ejecutar la última actividad de su lista que había creado mentalmente de cosas que debía realizar por el cumpleaños de Jimin. Era la última sorpresa que le tenía preparado; el último obsequio, por así decirlo, para que su día terminara de la mejor manera. Sin embargo, se había entrometido un pequeño inconveniente en el medio que, por un momento, le imposibilitó a Taehyung llevar a cabo lo que deseaba hacer.

Entre ellos se había creado un ambiente de total incomodidad, o al menos así lo percibía el castaño dado que Jimin ni siquiera notaba aquello. El problema era de Taehyung, cada vez que miraba al más chico el tiempo se rebobinaba y regresaba instantáneamente al segundo en el que casi más cometía la imprudencia de querer juntar sus labios con los de él en un bonito y necesitado beso. Aquel era el motivo por el cual sentía toda esa incomodidad que no le permitía avanzar en lo que quería. Estaba estancado, bloqueado por la vergüenza que en su ser habitaba.

No pretendía seguir pensando en ese bochornoso momento, ansiaba que aquel recuerdo fuera enviado, por medio del mecanismo de defensa de la represión, directamente al inconsciente para que, de esta manera, el recuerdo quedara encerrado allí sin posibilidad de escaparse e ingresar de nuevo a lo consciente. Quería que el recuerdo se reprimiera. Por lo tanto, dio un profundo respiro y se negó en lo absoluto a volver a pensar en eso. Es más, haría como si nada paso.

Así logro, por fin, desinhibirse y enseñarle la última sorpresa que había preparado para Jimin, que no era ni más ni menos que un pastel de cumpleaños, aunque no cualquier pastel, sino uno muy especial que el mismo había horneado y decorado con sus propias manos, y, no era por presumir, pero él aseguraba que había quedado, al menos en apariencia, mucho más bonito que los pasteles que se compraban ya hechos.

Él se destacaba un poco en la gastronomía, pues desde muy pequeño ayudaba a su madre a preparar las comidas y, cuando era el cumpleaños de ella o de alguna de sus hermanitas, él era el primero en ponerse en marcha para realizar el pastel. Taehyung lo recordaba con una sonrisa en el rostro. Añoraba tanto esos tiempos en los que vivía junto a su familia que le daban ganas de regresar Daegu . Los extrañaba demasiado, pues hacía mucho que no se le ocurría visitarlos, tal vez lo haría pronto y llevaría consigo a Jimin para que lo conocieran.

La luces estaban apagadas, lo único que conseguía dar un poco de luz en medio de la inminente oscuridad eran las velas encendidas que se hallaban sobre el pastel, lo único que se escuchaba en la sala era la angelical voz de Taehyung cantando la típica canción de feliz cumpleaños, lo único que hacía Jimin era esbozar un genuina sonrisa de felicidad porque no sabía que más hacer. El canto cesó, las velas se apagaron, un deseo se pidió.

Que Taehyung permanezca conmigo para siempre.




El día había acabado, quien ahora reinaba era la noche. La fría y oscura noche, acompañada de la luna, quien presenciaba todo desde lo alto. Podía ser capaz de oír el susurro de un suspiro de un ser enamorado, capaz de escuchar el trágico llanto de un corazón roto, capaz de percibir los jadeos de placer de alguien que gozaba o, a su vez, los gritos desgarradores de una persona que se hallaba en peligro, era capaz de ver todo, inclusive cada mirada soñadora que le observaba con atención desde su ventana. La luna era testigo de todas las cosas que ocurrían en la noche; testigo de lo que estaba haciendo Taehyung en aquel instante, aunque éste asegurara que nadie lo estaba viendo.

Porno. No tuvo mejor idea que entretenerse un rato antes de dormir mirando un vídeo de porno gay. Estaba acostado sobre la cama en las penumbras de su habitación, mirando el dicho vídeo desde la pantalla de su celular sin volumen, en consecuencia de que le ocasionaba demasiada pereza buscar su laptop y aun más sus audífonos.

peligro de extinción  vminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora