Capítulo 2º.

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Tenía la vista puesta en la pantalla plana del ordenador cuando reconocí aquella voz masculina que procedió a saludarme;

–Buenos días, Alma. –Jared asomó la cabeza por la puerta entreabierta de mi despacho y esbozó una sonrisa leve, hacía lo mismo cada día.

–Buenos días, Jared. –Sonreí también sin poder evitarlo, frunciendo suavemente los labios mientras estiraba las comisuras tímidamente hacia arriba. –Pasa, no te quedes ahí. –Señalé a la puerta que lo cubría casi al completo con un movimiento de cabeza.

Jared obedeció y se adentró en el luminoso despacho, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón azul marino ligeramente ajustado y se acercó a mí, quedando justo frente a mi robusto escritorio.

–¿Te apetece un café? –Me preguntó a pesar de que íbamos cada día a tomarlo, cada día juntos. 

Por eso me encantaba mi trabajo.

A veces me planteaba la opción de que Jared hacía eso –me aguantaba–, por simple compromiso, para no abandonarme del todo y evitar que me abriese las venas por él. Quizás para sentirse menos culpable por lo que me hizo.

–¿Te apetece a ti? –Me incliné hacia adelante suavemente, posando los codos en el escritorio de madera oscura y alzando los ojos hacia él.

–Mucho. Te he echado de menos este fin de semana. –¿Por qué hacía eso? Jesús…

–Qué novedad. –Arqueé las cejas con suavidad, chasqueando la lengua acto seguido y negando después con la cabeza de forma lenta, descendiendo la mirada desde sus ojos claros hasta mis manos enlazadas encima del escritorio. Reparé en la alianza de oro que aún rodeaba mi dedo anular y apreté las manos con algo más de fuerza.

–No quiero molestarte, Alma, de verdad… Si no quieres venir, no te preocupes. –Se encogió de hombros y dio un paso hacia atrás.

 

No, por Dios.

 

–Sí quiero. –Musité al momento sin poder evitarlo, levantándome de la mullida silla del despacho y desarrugándome el ajustado vestido borgoña de manga francesa que el día de hoy traía puesto.

Alcancé mi bolso de un rincón del escritorio y golpeé el suelo con mis tacones negros de punta fina hacia Jared, posicionándome a su lado y dejando que me abriese la puerta de mi propio despacho para que pasara frente a él.

Me agradaba arreglarme un poco más para ir al trabajo, pues aparte de ser la imagen (la redactora jefe) de la revista más importante del país, Jared también trabajaba allí y me veía cada día y como Thomas decía, intentaba mostrarle que no por perder a un marido, el mundo se había acabado –aunque así me lo pareciese –, por eso me comportaba de aquella forma tan… a la defensiva. Realmente quería saltar a sus brazos, responderle al beso que me daba en la mejilla cuando salíamos de la cafetería para volver a nuestro puesto de trabajo. Poder comportarme con él de una forma más… como antes, tal y como antes. Pero no podía, nada era como antes, absolutamente nada, aunque así quería él que lo viese, quería que me comportara como su amiga, la amiga que era justo antes de que me pidiera salir aún en la universidad y justo antes de que me pidiera matrimonio siete años y medio atrás. Él continuaba comportándose igual de dulce y cortés, como siempre lo había hecho, y definitivamente eso no era bueno para mí, no, no lo era.

Groped in the Dark | Jared Leto | Tom Hiddleston.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora